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05-04-2018 Notas

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Por Martina Kaniuka

¿Quiénes marcharían a la guerra si, como en los ochenta, a un grupo de facinerosos y corruptos cipayos se les ocurriera tomar por asalto —pero ahora a escalas internacionales— valores como la soberanía y la autodeterminación de los pueblos?

El grueso de las tropas destinadas en 1982 por parte de Argentina a las Islas Malvinas fueron conscriptos: más de 12.500 jóvenes de entre 18 y 20 años de edad, en general, pibes de las clases 1962 y 1963, de clase media  baja, hijos de los barrios populares que —obligados a hacer la colimba y sin ninguna preparación militar adecuada— no llegarían a festejar su cumpleaños número 19.

649 hombres murieron en la guerra de Malvinas: 323 en el hundimiento del crucero Belgrano y el resto en las islas, combatiendo contra los ingleses. El 20 por ciento de los muertos eran descendientes de Pueblos Originarios.

Se calcula que son alrededor de 100, los ex combatientes que provienen de las comunidades qom, wichi, mocoví y mapuche. Cuentan hoy día que muchos de ellos fueron llevados a combatir engañados y que fueron —una vez más en el triste racconto de la historia de nuestro país— discriminados, a la hora de recibir asistencia después de la guerra.

¿Quiénes irían a combatir si el gobierno que desde su primer boletín oficial viene, in crescendo, anunciando la compra de tanques, municiones, balas e instrumentos para la guerra, decide seguir “haciéndonos salir al mundo” mientras nos alinea geopolíticamente con países que hacen de la guerra su lógica cotidiana como Israel y Estados Unidos, y nos coloca además en la vereda de enfrente, de otras potencias bélicas como China y Rusia?

Santiago Maldonado – Luciano Arruga – Rafael Nahuel – Facundo Burgos

Como la historia la escriben los vencedores, seguramente marcharían ahora también los vencidos de aquella vez y obligarían a marchar a los mismos pibes que, en el mundo de la igualdad de oportunidades, nacieron sin ellas.

Y mientras los medios de siempre, relatarían la gesta de una gran victoria nacional con páginas llenas de bazofia a puro color, marcharían los Rafita a pelear por la tierra que hoy pertenece a capitales de apellido extranjero que les niega una porción de su propia historia. Marcharían los Santiago, que sin bandera alguna, portarían la solidaridad como un arma caliente. Marcharían los Facundo muñidos de sus infancias duras de potrero y marcharía cada pibe que se hubiera podido escapar de las balas de los agentes de las fuerzas de seguridad del estado.

Porque para ellos, esta aparente paz, sólo esconde sus cotidianos días de guerra.

 

 

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