Blog

Por Néstor Andrés Moltrasio
En memoria de Marcelo Gustavo Planes y Claudio Romero
(Península de Camber, Islas Malvinas, 14 de junio de 1982)
Era principios de mayo de 1982, estábamos en el pueblo y no tuvimos la mejor idea que hacer nuestro pozo en un estrecho jardín detrás de la oficina postal, éramos cuatro soldados, entrábamos medio apretados en ese precario refugio, el cual nos iba permitir estar medianamente a salvo en caso de algún bombardeo o ataque aéreo.
Esa mañana nos levantamos bien temprano, preparamos el desayuno necesitábamos tomar algo caliente para sacarnos un poco el frío del cuerpo.
Al terminar de desayunar nos quedamos charlando cerca de la costa hasta que de repente dan alerta roja, ataque aéreo eminente. Rápidamente nos fuimos a meter en nuestro pozo, al entrar nos percatamos que faltaba uno de nosotros, Marcelo, asomo un poco el cuerpo y empiezo a gritar para llamarlo. En ese momento escucho muy cerca el fuego de nuestra artillería antiaérea y casi al mismo instante siento el rugido del motor de los cazabombarderos Harriers. Ya ni siquiera podía escuchar mis propios gritos. Por suerte a los pocos minutos Marcelo aparece detrás de un cerco pidiendo a los gritos que salgamos del pozo.
—Marcelo dejate de pelotudeces y metete rápido— le grito.
No me hace caso, su postura, sumada a los gritos de mis compañeros reclamándole que entre, terminó por sacarme de quicio. Salgo totalmente desencajado y furioso contra Marcelo, estaba dispuesto a meterlo a patadas si fuera necesario. El fuego de artillería era cada vez más fuerte, lo mismo que la respuesta de los Harriers. Parecía que estaban sobre nuestras cabezas.
Cuando estoy fuera le grito:
—Estás loco, metete o te meto como sea.
—No, hay un señor del otro lado que está muy asustado— me grita.
—Decile que vaya a su casa y se esconda donde pueda— le respondo.
Marcelo se pone terco como una mula e insiste que vaya con él, me increpa:
—Hay que acompañarlo, no podemos dejarlo sólo.
Al final me ganó por cansancio, le pido a los demás que salgan, lo seguimos hasta un pequeño jardín detrás de una casita de madera, en el medio de ese lugar. Sentado sobre un banco de madera estaba un viejito, tenía el pelo y la barba totalmente blancas, el rostro con mil arrugas y unos ojos azules que al observar su mirada me hizo percibir lo asustado e indefenso que se sentía.
En ese instante pasó algo extraño, en el pequeño jardín no se escuchaba el fuego de artillería ni los motores de los cazabombarderos Harriers sobre nuestras cabezas.
Sin decirnos nada los cuatro rodeamos al viejito y lo abrazamos para que se sintiera protegido.
No nos importó que él no hablara nuestro idioma o que no hablara con Dios como lo hacíamos nosotros o que quizás nos odiara por llevarle la guerra frente a su propia casa. Nada de eso importaba porque en ese instante él era nuestro abuelo, lo único que queríamos era protegerlo y que se sintiera seguro.
El ataque aéreo cesó, lo mismo que el fuego de nuestra artillería. El abuelito seguía un poco asustado pero nos hizo caso cuando le dijimos que volviera a su casa que todo iba a estar bien. Veo al abuelito caminar despacio hacia su hogar, levanta su brazo y hace un gesto tierno con su mano como un saludo y agradecimiento por nuestra ayuda. Volteo la vista y observo a Marcelo con una sonrisa en su rostro. Sentí un fuerte orgullo que sea mi compañero. En ese instante se convirtió en mi héroe.
Era la mañana del 14 de junio de 1982 en la Península de Camber, último reducto defendido por nuestra unidad. Estábamos expectantes porque percibíamos que en cualquier momento iban a bombardear nuestra posición.
De repente cayó una lluvia de bombas, varios de nosotros salimos despedidos por los impactos. Estábamos aturdidos pero no podíamos darnos el lujo de perder ni un segundo, había que moverse y muy rápido.
En ese instante levanto la vista: todo sucedía en cámara lenta. Te busqué, no te pude encontrar, estabas tendido en el suelo no ibas a levantarte más. Me vino a la mente el abuelito que nos hiciste proteger el mes pasado. Me dije para mí mismo:
—Si mil veces se repite ese momento donde nos empujaste a proteger al abuelo, mil y una vez más te voy a seguir.
* Néstor Andrés Moltrasio es un ex combatiente de la Guerra de Malvinas. Fue parte de la Unidad de combate Batería “B” Independencia del Grupo de Artillería de Defensa Aérea – GADA 101. Inicialmente, su posición estuvo dentro del pueblo Puerto Argentino; luego fue defender la Península de Camber.
Etiquetas: Islas Malvinas, Néstor Andrés Moltrasio