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Por Luciano Sáliche
Del Caparrós cronista se ha hablado mucho, muchísimo. Sin dudas, junto a Leila Guerriero son los grandes referentes de Argentina en el género —quisiera agregar aquí a Alejandro Seselovsky— y también de Latinoamérica, lugar donde la crónica aún vibra por su capacidad de narrar las rugosidades que deja el conflicto social. Sí, se ha hablado mucho de ese perfil de Caparrós, ¿pero qué se ha dicho del Caparrós historiador? Quizás no alcance con decir que en su exilio en Europa durante la última dictadura militar se licenció en Historia en la Universidad de París. Quizás es mejor hablar de sus novelas, pero centrémonos en la última.
Todo por la Patria (Editorial Planeta, 2018) es la reconstrucción histórica del momento en que la modernidad llegó a la Argentina, y con ella las esquirlas del Crack del 29 y la embestida de la Década Infame. Montada en 1933, el narrador es su protagonista, Andrea “El Pibe” Rivarola, un desempleado que se mantiene en base a changas —tirarle data a periodistas, por ejemplo— y así se topa con una historia, la de Bernabé Ferreyra, “La Fiera”, el gran goleador de River Plate —el promedio de su carrera es de 1,04 gol por partido— que de un momento a otro desaparece y se va a sus pagos, a Junín, y ya no quiere volver. La trama vira a policial cuando una chica de la alta burguesía aparece muerta en su cama, con un tajo en la garganta de lado a lado, que su padre, un aristócrata en decadencia, se la quiere adjudicar a un inmigrante socialista. Entonces aparece también la xenofobia, el racismo y el discurso antiinmigración que hoy, en este siglo nuevo, resurge de las cenizas.

Bernabé Ferreyra (1909-1972)
Si el futuro es ese lugar donde antes, mucho antes, creíamos que ocurrirían las mejores cosas y finalmente no; si el futuro es una remake tecnologizada de aquellas viejas expectativas, entonces Todo por la Patria es el espejo de nuestros sueños rotos. Narra, por ejemplo, la ambigüedad entre el lío y la esperanza, porque como un personaje dice que “este es el siglo veinte, hombre, el tiempo del desastre”, también asegura que “si naciéramos en el año 2000, digamos, en el futuro, seríamos inmortales”. Ese progreso que llegaba con una ciudad que se relamía nueva —en ese entonces estaban ensanchando la Avenida Corrientes, abriendo la 9 de julio, levantando el Obelisco y haciendo el subte C— es una ilusión: el deseo de que toda esa desigualdad escatológica con que se cargaba podía cambiar de una vez y para siempre. Son los tiempos también del Hitler canciller y del Trotsky expulsado de la Unión Soviética. También del alivio entre las Guerras Mundiales. Son tiempos del surrealismo, de las vanguardias literarias, del periodismo narrativo, del tango social. Y desde luego, son tiempos de pensar qué carajo es una Patria.
Para uno de los personajes, el asqueroso ricachón Cuitiño, la Patria son las vacas —es dueño del Matadero Municipal—, para Olavieta es la tradición —dice, por ejemplo, que el hipódromo es “la Patria en movimiento”—, entonces aparece una pregunta invisible: ¿qué será para los miles de inmigrantes que llegan de a oleadas a estas frías tierras del sur?

«Todo por la Patria» de Martín Caparrós
Otro gran libro de Caparrós es Un día en la vida de Dios, publicado en el año 2001, uno de los mejores cruces de historia con ciencia ficción. Ciencia ficción porque el protagonista es una entidad superior que tiene a su cargo varios universos y un día decide, por curiosidad creadora, meterse en la piel de uno de esos bichitos que viven en ese exótico planeta llamado Tierra. A partir de ahí, cada vez que ese Dios, que es femenino, se corporiza en una persona lo hace en diferentes procesos históricos y eso implica —desde el punto de vista narrativo— una exhaustiva reconstrucción histórica. En un capítulo será un luchador tebano en el Egipto de los faraones, en otro una esclava de Abraham en Palestina, en otro un barquero del Ganges. Esta cualidad robusta de Caparrós, la del historiador, se repite en más novelas, como Echeverría, publicada en 2016: una biopic sobre el poeta nacional, autor de El matadero.
Volviendo a la última de Caparrós, Todo por la Patria, el gran artefacto es la reconstrucción de la época, las personas, las marcas y los lugares que ya no están. Aparece Jorge Luis Borges, el pobre “Georgie”, enamorado de la ficticia nieta de Manuel Gleizer, una colorada de ensueño, rebelde y sagaz que se termina quedando con “El Pibe” Rivarola. También el nombre de Roberto Arlt aparece con firmeza. Y el tango como forma de narrar lo que verdaderamente sucede en el desvarío social —y no tanto el desgarro personal del desamor— y el fútbol como un negocio para mantener al pueblo con la cabeza adentro del tacho sin pergeñar estrategias para que se concrete una buena y necesaria revolución. También hay prefeminismo —o feminismo de la primera ola—, esa generación de mujeres fuertes que no callan, la precuela de ese voto femenino que se concretaría catorce años después en Argentina. Tal vez Todo por la Patria sea volver al pasado para pensar nuestras expectativas: todo lo que quisimos ser y no fuimos, no pudimos, no nos dejaron, pero que, en algún momento, si afilamos mejor nuestros sueños, lo concretaremos. Como sea.
Todo por la Patria
Martín Caparró
Planeta, 2018
296 páginas
Etiquetas: Historia, Jorge Luis Borges, Literatura, Martín Caparrós, Todo por la Patria