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Por Jaquelina Miranda
¿Cómo funciona una narrativa que a simple vista no hace más que girar? ¿Cómo avanza un relato cuyos personajes se desplazan en un continuo loop que los devuelve al punto de partida? ¿Cómo se sostiene una historia cuando la trama es inconclusa? ¿De qué manera influyen estos factores en la experiencia de lectura? La obra literaria de Martín Rejtman –Rapado (1992), Velcro y yo (1996), Literatura y otros cuentos (2005) y Tres cuentos (2012)- ofrece una perspectiva privilegiada para pensar estas cuestiones de las que ya se han ocupado algunos críticos.
A través de sus películas –Rapado (1992), Silvia Prieto (1999), Los guantes mágicos (2003), Copacabana (2007) y Dos Disparos (2014)- y de sus textos antes mencionados, Rejtman nos cuenta historias mínimas, pinceladas de vidas grises que transcurren en la ciudad y en los espacios anónimos que ésta genera. Pasajes cotidianos que se ubican en los años noventa y en los primeros años del nuevo siglo. De acuerdo al análisis que hace Gonzalo Aguilar en Otros mundos. Un ensayo sobre el nuevo cine argentino (2010) respecto al cine de Rejtman, en este momento histórico el nomadismo es un índice de la inestabilidad de los lazos afectivos con el mundo y construye un cine del espacio y de la errancia en el que los lugares nunca están suficientemente cargados de sentido y de historia. Inmersos en ese contexto, los personajes de Rejtman son apáticos, mantienen vínculos fugaces y transitan por historias inconclusas y laberínticas, aunque paradójicamente, los relatos son intensos y acelerados y provocan un lector ansioso e ilusionado.
Es posible observar cómo esta misma fugacidad y liviandad presente en los personajes se traslada a la trama de los textos, es decir que como si fuese en espejo, la trama también refleja en su estructura un estilo laxo e inconexo que deja cabos sueltos o plantea historias que son arbitrariamente interrumpidas. Este abandono por parte del narrador de algunas pequeñas historias incipientes o este abrir el juego en varias direcciones que luego no se desarrollan o quedan apenas planteadas podría relacionarse con lo que plantea Beatriz Sarlo respecto a la narrativa del presente en Sujetos y tecnologías La novela después de la historia -Revista Punto de Vista nº 86 (2006). La autora observa como rasgo predominante de esta escritura el abandono de la trama y el cansancio del narrador respecto a la misma. De manera que en estas historias cualquier cosa puede suceder, poniendo en duda permanentemente lo que se acordó al principio.

Rapado (1992)
Siguiendo claramente esta línea, los relatos de Rejtman se fragmentan en muchos episodios que van surgiendo como meras improvisaciones entre demasiados personajes que aparecen para integrarse y que luego se pierden en el camino. Resulta posible pensar que la prosperidad de esta narrativa, lo que indefectiblemente acelera la trama generando un lector anhelante está relacionado con la fugacidad, la versatilidad de las circunstancias y la neutralidad de la voz narradora.
Episodios desde lo más efímeros hasta lo más profundos son narrados desde una indiferencia discursiva exasperante. El modo en que los hechos se cuentan, la distancia que toma el narrador y la desafectación que impone es lo que irrita al lector pero al mismo tiempo le provoca afán de búsqueda. De esta manera se insta al lector a encontrar por sí mismo un sentido, un camino, como sostiene Aguilar refiriéndose al cine de Rejtman: “sin énfasis ni subrayados, el hallazgo no es exhibido sino que debe ser descubierto por el propio espectador” y, continúa el autor: “retirarse para aprender a mirar, a escuchar, a enfrentar la excepcionalidad de lo típico”.
La narrativa de Rejtman nos invita como lectores a descubrir la novedad en lo cotidiano mediante esa toma de distancia y esa mirada retirada pero aguda que es capaz de individualizar lo extraordinario. Es entonces el lector quien debe llevar la cuenta de los movimientos del personaje, quien sigue sus caminos intrincados. Es a él a quien se interpela para que arme algo con tanto movimiento, para que descifre en esa comedia de enredos un sentido al modo del espectador del que habla Aguilar. Es ésta la singularidad a la que me refería con respecto a la experiencia de lectura. El rol de lector es fundamental en la narrativa de Rejtman, a él le corresponde encontrar el hallazgo dentro de ese interminable laberinto por el que se desplazan los personajes.
Ellos se muestran cómodos, adaptados o resignados. Sus identidades están determinadas por los vínculos, siempre en segunda o tercera línea con otras personas que forman parte de este engranaje, de manera que se aludirá a ellos como: “la hermana del ex novio de”, “la esposa del padre de su novio”, “la hija de la ex mujer del hermano de su padre” o “ex marido de la madre del artista” y así se experimentarán todas las combinaciones que resulten posibles. Estos rodeos marean al lector, que como contrapunto, intenta asirse de algo seguro, hacer pie en un fondo al que nunca se llega porque los personajes siguen nadando corriente a favor, desplazándose a gran velocidad.

Literatura y otros cuentos (2005)
Pese a esta frustración o irritación que experimenta el lector, la ansiedad crece apostando a la escena siguiente. Esa ilusión funciona como un hechizo que lo saca de una escena que muchas veces queda suspendida en un stand by y lo lanza despiadadamente hacia el episodio que sigue sin confesiones, desahogos ni emociones, sino con una naturalidad extraña.
Si bien en toda lectura entran en juego cuestiones personales que hacen que el lector se relacione de una u otra manera con el texto, podría pensarse que el lector de Rejtman está atrapado por historias que lo irritan por arbitrarias e incoherentes pero que al mismo tiempo lo incitan a avanzar. Estas historias están impregnadas del ruido de las vidas que no se detienen, que no hacen pie. Lo que a simple vista sería progreso, no es otra cosa que un perfecto moviemiento en loop.
La narrativa de Rejtman es una narrativa del desapego, de la desafectación, todo avanza hacia un destino indefinido que deja una sensación de vacío e incompletud con más incertidumbres que certezas y con un profundo sentido de desolación.
Etiquetas: Jaquelina Miranda, Martín Rejtman