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Por Luciano Sáliche
El mundo es así, igual que el de ahora, sólo que acelerado hacia una distopía. En el continente, una villa gigante como una ciudad destruida, y del otro lado, en Alta Mar, una isla. De un lado los pobres, del otro los ricos. Un océano en el medio. Hay un Estado estatal que gestiona y burocratiza quién pasa hacia la isla, ese lugar perfecto, ideal, moderno y tecnológico: el paraíso de los decentes. Todos los años, cuando los chicos del continente cumplen veinte, se realiza una competencia. Los ganadores van a la isla: pasan de la miseria cotidiana al Edén del progreso. Sólo el tres por ciento lo logra. Ese es el número, y así se llama la historia.
Primera producción original de Netflix en Brasil, 3% —ciencia ficción al mejor estilo Black Mirror— narra la verdadera grieta: esa calle desértica que se ensancha y ensancha entre los que padecen el mundo y los que lo disfrutan. Hay una correlación, la del amo y el esclavo, que se retroalimenta, incluso adquiriendo ribetes religiosos, hasta volverse sentido común, hasta volverse ideología: el velo que recubre nuestras prácticas y nos impide cuestionarlas. La primera temporada, lanzada a fines de 2016, muestra la competencia entre los jóvenes —lo llaman el Proceso; quizás ese era mejor nombre para la serie— que quieren cumplir el sueño que les inculcaron desde pequeños: pasar al otro lado. En abril salió la segunda y narra… tal vez sea mejor callar, y sólo decir que es mucho mejor que la primera.
El hombre que dirige el Proceso les habla antes de que inicien las pruebas, durante y después, y repite: “Recuerda que te mereces pasar”, o algo así. Todos creen en el sistema, en el Proceso, en que sólo pasan los que lo merecen, y los que no lo logran es por que no estuvieron a la altura. Sin embargo, en esas pruebas manda la arbitrariedad: cualquier cosa te puede dejar afuera de la competencia. “Recuerda que te mereces pasar”. Lo dice como un mantra, como un susurro, como un “Sí, se puede”. Y tal como escribe Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio, esa idea poderosa de que todos tienen las mismas posibilidades, que depende de cada uno, de que el contexto es anecdótico, de que la clave yace en la voluntad individual… esa idea falaz, hipócrita y engañosa es el sistema de creencias que se erige novedoso en nuestra época: la meritocracia. Un discurso que sólo lo pueden pronunciar los “exitosos”, esas personas que creen que lo que consiguieron fue sólo gracias a su esfuerzo.
En el escenario adormecedor de las conciencias de 3% existe una disidencia, una resistencia. Se hacen llamar La Causa y, como suele suceder aquí, en el mundo real, es acusada de ser una organización terrorista. Actúa de forma clandestina, cree en un mundo sin divisiones y su gran jugada fue inflitrar candidatos en el Proceso para destruirlo por dentro. El continente está fuertemente militarizado y vigilado por cámaras en todas las esquinas. Cuando agarran a alguien de La Causa lo torturan hasta que cante, y aunque diga toda la información que tiene, lo matan. Así actúa este poder omnipresente que parece ser un Estado totalitario, o mejor: una mega Corporación-Estado.
El porcentaje es un número que habla de una forma de tajear la totalidad, de amontonarla en partes, de no mostrarla por completo. Los números de la meritocracia siempre son extraños en su propia extrañeza y arbitrarios en su propia arbitrariedad. ¿Por qué sólo pasa el 3%? ¿Qué tipo de construcción engañosa encierran esos numeritos apilados en la calculadora de un meritócrata?
Además del nombre de la serie, tres también es el número de cuotas en que los trabajadores de Ámbito Finaciero y Ámbito.com reciben el salario mensual. El sueldo fraccionado en tres cuotas.
Diez es el porcentaje que el gobierno de la Provincia de Buenos Aires le propuso a los docentes de aumento paritario, encima a pagar en tres tramos, mientras que la inflación está cerca de triplicarlo.
De las 20 mil hectáreas que tiene la Ciudad de Buenos Aires, en 297 hay villas. Ahí viven más o menos 300 mil personas: el 10% de los habitantes de la ciudad. Otros 400 mil viven en eso que los sociólogos y estadistas llaman núcleos habitacionales transitorios: casas tomadas, hoteles, pensiones y conventillos. El número total es el siguiente: 700 mil personas de las 2.891.000 que viven en Buenos Aires tienen vedado el derecho a una vivienda digna: uno de cada cuatro: el 25%.
Veintinueve es el número de profesorados que cerraría si el ambicioso plan del Gobierno de la Ciudad, el de la Universidad de Formación Docente (UniCABA), se instala en 2019. Veintinueve profesorados cerrados se traducen en una reducción violenta en la cantidad de docentes que trabajan ahí.
Ocho millones de chicos en Argentina no tienen cubierto al menos un derecho básico, según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA. El porcentaje es este: la pobreza infantil alcanzó el 62,5%.
Dieciocho por ciento de aumento dieron en Infobae este mes. Siendo uno de los pocos medios de comunicación que crece, sus autoridades decidieron adelantarse un mes a la paritaria y dar ese aumento: 18%. Pero no fue a todo el personal, quedaron afuera unos 25 trabajadores aproximadamente. El año pasado sucedió lo mismo y la explicación de los que estaban afuera —aunque nunca fue pronunciada por la empresa— tenía que ver con el activismo sindical: delegados, ex delegados, junta electoral y algunos trabajadores que participaban de las asambleas, afuera del aumento. Este año el argumento fue la productividad. Lo falaz de la explicación se percibe cuando los trabajadores le preguntaron a sus jefes por qué no habían recibido ese 18%. La respuestas fueron evasivas y ninguneos, algunos aseguraron que no sabían de la existencia de tal aumento y hasta hubo quienes dijeron que había “listas que bajaron”. Discriminación pintarrajeada de meritocracia.
Cuarenta y dos mil quinientos es el número de personas que, diariamente, huyen de sus casas y se refugian —la palabra con la que nombramos a los excluidos que huyen es esa: refugiados— en un país más seguro, en todo lo que el término seguro pueda abarcar. Otro número que dio el ACNUR (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) fue 60 millones: la cantidad de refugiados del año 2014, la cifra más alta de desplazados forzosos desde la Segunda Guerra Mundial.
Y mientras el Presidente de la Nación daba una conferencia de prensa que se parecía más a un soliloquio impermeable a las preguntas sobre la crisis económica, en La Sexta, barrio humilde de Rosario, reprimieron en un intento de desalojo. Los vecinos aseguran que en esas tierras, donde ellos viven, hay proyectos inmobiliarios de grandes grupos inversores.
Esta madrugada, en Cresta Roja, también hubo represión. Bajas de goma y gases lacrimógenos contra una protesta que realizaban los trabajadores de la planta. Exigían la incorporación de los despedidos.
“No estoy deprimido —dice uno de los protagonistas de 3%—, el contexto es deprimente, que es muy distinto”. Es exactamente eso: un contexto aplastante que se sostiene por la hegemonía cultural del bloque de la burguesía política y mediática y su democracia liberal enamorada de la propiedad privada que jamás —jamás— cuestionará la estructura regesiva del sistema y, tal vez, si algún detalle se revé, se tratará de mero gatopardismo. Ya estamos acostumbrados a vivir así, ¿no cierto? Y aunque aquí, a diferencia de la distopía de 3%, sí haya elecciones para decidir qué caricatura levemente proletarizada nos va a gobernar los próximos cuatro años, la situación no merece ni un aplauso, ni una sonrisa.
Sí, el contexto es deprimente, pero acá, ahora, deprimidos jamás.
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