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Por Luciano Sáliche
Llegará el día. Lo dicen los libros, las brujas, los graffitis, tu primo internado contra su voluntad en un neuropsiquiátrico de La Plata. Llegará el día en que las máquinas vendrán a arrancarnos el corazón, a sellar nuestra emoción, a convertirnos en meros autómatas de la oferta y la demanda. Si lo sospechamos es porque en el fondo lo sabemos pero no queremos decirlo en voz alta para no darle ese manto de verdad que tienen las palabras. Mejor mantenerlo ahí, en la mente, en la imaginación. Pero lo sabemos. Vos lo sabés.
¿Y qué música sonará en los parlantes de la rebeldía cuando golpeen la puerta y del otro lado haya un ejército dispuesto a cumplir con la nueva ley? Nos ataremos los borcegos, miraremos por última vez la foto familiar del pasado perdido, cada cual irá a su puesto, alguien apretará play en un grabador viejo con bafles conectados por bluetooth y todos juntos y a la vez nos pondremos en guardia. Sonarán estas diez canciones. La pelea no será tan larga. Durará lo que tenga que durar. Pero la ganaremos.
Algo sobre estar vivo – El Perrodiablo
Con más furia que ambición, “Algo sobre estar vivo” es el track que arremete en este desierto. Es un riff que pelotea con una respuesta en agudo. Graves y agudos, distorsión mediante, empiezan a dialogar hasta que la canción estalla con una suciedad que recuerda al mejor Pappo enchastrándose con Iggy Pop. El Perrodiablo es una de esas pocas bandas que, no sólo su nombre coincide con el credo que pregona, sino que también nada en el río que ellos mismos armaron sin pedirle nada a nadie. Militan la autogestión sincera de no chuparle las medias a nadie a cambio de favores. Los tipos están ahí, tocando, y verlos en vivo es una experiencia que te parte al medio.
El Espíritu no es su último disco. Es el del medio, la mitad de la carrera. Publicaron cinco en total y en El Espíritu se puede leer cómo aumenta la rabia a gran escala. ”Sé que no hago tus reglas, solo me rijo por ellas. Nada me prometas, no soy tu iglesia”, canta el Doma mientras la instrumentación cesa un segundo, la pausa previa al shock, el vacío, el silencio, y al fin el retorno ruidoso como contraste del embole. “Algo sobre estar vivo” es una canción que se canta en voz alta mientras descargás la primera tanda de balas de una metralleta con poco uso. Tu primer ataque al enemigo.
Arranqué solo – Los Maruchos
Punk and roll. En algún momento Los Maruchos se definieron así, y en algún punto tocaron una sensibilidad pocas veces explorada con precisión: el contacto entre la tendencia minimalista y agresiva de los punkys y el desparpajo glamoroso de los rollingas. Del primer disco, que lleva por nombre De nosotros depende, este tema: “Arranque solo”. Ese chasquido turbio de las cuerdas contra el dorso de la palma y esa voz astillada. Si los Pistols volvieran a nacer en este cono del mundo, estarían en el Abasto tomando birra, masticando bronca y cantando que “no me puedo quejar si yo elijo estar acá”. Un despojo cínico para adquirir la resignación necesaria de perderle el miedo a la muerte y seguir batallando contra máquinas uniformadas.
El camino – Sancamaleón
“Somos la bala que va entrar en tu cabeza en la raíz de tu conciencia en medio de tu vida gris”, arranca la voz de Fede Cabral desde allá, del año 2004, mientras recorre las ruinas de la crisis política que dejó la Alianza, las Torres Gemelas, el nuevo milenio y no encuentra otra cosa que rabia. “El camino” pertenece al primer disco de Sancamaleón —banda hoy extinta— que lleva por título Cancionero para niños sin fe. Todo en esta banda está minuciosamente pensado, pero tamizado por la vehemencia de la espontaneidad. ¿Acaso no es el rock una oda a la espontaneidad? Mucho ruido, mucho riff, mucho bardo. “Porque la libertad es una decisión. No tengas miedo, no puede ser peor”, dice y sigue: “Hay un camino al costado del destino y quiero que mis ojos vean lo que no debemos ver”. Se repite, se reitera, hasta que entra en la psiquis humana.
“¡No nos jodan porque somos violentos!” y el estallido vuelve con la bronca de todos los que caminaron ese diciembre hirviendo. Ya no hay balas —las armas están humeantes pero estériles— ni posibilidad del tiro a distancia. Con un cuchillo en la boca, saltás sobre el lomo de un androide y se lo clavás en el cuello. Saltan los chispazos. El olor a quemado te excita.
El Sistema – Las Manos de Filippi
La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Es más que una idea; es una máxima, una simplificación que condensa el pulso de la conflictividad social permanente. Lo decía Karl Marx y lo sentiste a lo largo de toda tu vida. Ahora, luchando en la batalla final, no te lo podés sacar de la cabeza. Suena «El Sistema» de Las Manos de Filippi del disco M.A.C.R.I que cuenta, de a retazos, las decadencias de la democracia que supimos adorar. Guitarras futuristas, hardcore emocional y clasismo rabioso. El resentimiento te corre por la sangre. Es momento de exorcizarlo, pero bien.
Chinatown Battle – Militantes del Climax
Hip hop cabalgando hacia el fin de los tiempos con un poco de funk, otro poco de rock y otro de jazz. Cuando los colores se mezclan, todo se vuelve un marrón raro. ¿Será ese el color de la muerte? Lo cierto es que hay que seguir atacando. Del otro lado no dudan ni perdonan. “Ahí van todos mis perros empujando”, dice esta canción y hay que ladrar y morder. Ladrar y morder. Ladrar y morder.
El juego de la luna – Sara Hebe
“Somos una gran minoría contra la mayoría”, dice Sara Hebe. Es un rap más realista que distópico. Es la canción que inaugura el disco que hizo junto al músico y DJ Ramiro Jota. Se llama Colectivo vacío y en la tapa hay una especie de zombie aterrado. El flow de esta mina es pura tensión y fluye por los parlantes mientras la batalla requiere inflar el pecho. “Los nervios de punta y todo el mundo haciendo yoga”, dice. También que no hay remedio para este mundo en llamas que adormece a todos con su calor, entonces “bailando la muerte se ahuyenta”.
“Con mucho amor levanté mi casa. Con bronca y dolor tuve que armar la barricada”, dice y es desde ahí donde se dispara. Así dice lo que podría caracterizarse por estribillo: “Voy a buscar, en algún lugar de mí está la libertad y cuando la encuentre la voy a encerrar. Tengo un arma simbólica pa’ disparar, la voy a usar”, y ahí es un nuevo pum, pum, pum, paf.
Fundación, rejas y cerraduras – Atropello Carregal
Ves un androide que aún queda vivo allá a lo lejos y tu mente hace un fundido a rojo. Los ojos se te inyectan, el odio es un motorcito que gira loco en tu pecho. Apretás los puños y sólo te dirigís directo a esa chatarra asesina. Corrés segado olvidando los dolores de la batalla y, mientras los parlantes dan la versión en vivo del 2016 de “Fundación, rejas y cerraduras” de Atropello Carregal, le partís un par de mazazos en la cabeza. Te abalanzás sobre él y le arrancás un pedazo de yugular con los dientes. “A cortarse los dedos y disfrutarlo”, canta Atropello y de tu boca chorrea aceite y sangre. Un sabor agridulce que te revitaliza.
El errante – Sombrero
Toda batalla tiene su punto impredecible. El desierto ahora está calmo, se arremolina el viento y el sol se posa sobre la punta del horizonte haciendo del atardecer un milagro. Hay androides rotos, compañeros heridos. Hay dolor, muerte y finitud. Suena “El Errante” de Sombrero, una banda que mezcla folclore y western, que parece salida de una película de cowboys pero también del interior argentino.
“Ya no volverán los tiempos de ayer, alambrada está ya la ilusión”, canta Diego Petrecolla en este disco del 2017 titulado Sombrero II. Y aunque el desierto esté fulero, “cantaré, cantaré, cantaré hasta que el viento conozca mi historia”. Es hora de la introspección, de la nostalgia, de capitalizar esa ira en una reflexión acustizada. “Canta hermano, canta. Tu voz los detendrá”. Es hora de volver al ataque. Ese siempre ha sido tu estado natural.
After Chabán – Zumbadores
Tres golpes dan los palillos y la canción arranca. Una guitarra poderosa, una línea inquietante. “After Chabán”, del disco homónimo, se grabó en 2015 con un claro guiño a Sumo y Cromañón. ¿Qué puede el arte después de la tragedia? ¿Qué puede la poesía —se preguntaba Theodor Adorno— después de Auswitch? ¿Qué puede el rock después de Cromañón? Sin ambiciones, Zumbadores tira duro al centro de la herida.
“Bienvenidos todos a la boca del lobo”, canta Alejandro Fassi y las máquinas ahí vuelven. Un ejército de reserva, el último, baja de la montaña. Agarrás las pocas armas que quedan, esperás, esperás, esperás y, mientras oís “los mejores invitados terminarán devorados”, atacás. Es el último tramo de la batalla, el final de la última curva. No sabés de dónde pero aún te quedan fuerzas. Apretás los dientes y atacás.
Kumbia Punk – Kumbia Queers
Una púa que zigzaguea una cuerda, la raspa y la raspa en soledad hasta que irrumpe —¡por fin!— la cumbia. Un grupo de tortas que arranca del tedio a cualquier zombie conservador, lo levanta, lo hace levitar y que estalle en el aire. Del disco Pecados tropicales, este tema también es un track inicial. Y suena y agita y mueve y ¿para qué quiero una revolución que me prohibe bailar?
La batalla terminó. Por ahora. Hay que festejar. Estás vivo, no te vencieron. Esa es tu victoria: seguir resistiendo. Tu deporte, tu arte es resistir.
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