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03-09-2018 Entrevistas, Notas

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Por Luciano Sáliche

A veces la política es una rosca que se traba y se destraba en los más altos mandos del poder. Cuando Mauricio Macri se reunió el martes pasado en Casa Rosada con el ministro de Educación Alejandro Finocchiaro y los rectores de las principales universidades —Alberto Barbieri, de la Universidad de Buenos Aires, y Hugo Juri, de la Universidad Nacional de Córdoba, entre otros— les hizo, según explicaron, “una descripción muy realista de la situación económica del país”. Al día siguiente, el miércoles, en la mesa paritaria el gobierno volvió a proponer un 15% y le agregó una suma remunerativa y no bonificable que, en promedio, lleva el aumento salarial al 21%. Mientras tanto y tras la disparada del dólar, se habla de una inflación anual del 38% como piso.

Entonces la rosca se traba y se destraba en las más herméticas reuniones hasta que, de pronto, las bases de la pirámide laboral, los trabajadores, se movilizan. ¿Quién dijo que en la era de las redes sociales la calle ya no importaba? Así, el jueves 30 de agosto se transformó en un día histórico. La marcha federal de docentes universitarios se hizo escuchar en todos lados. No importó la lluvia, el frío, la suba escandalosa del dólar en esa mañana fatal. En diferentes partes del país, los profesores de las 57 universidades públicas de paro mostraron de qué están hechos. Los acompañaron los estudiantes y un grueso importante de la sociedad. Entonces la política se vuelve otra cosa, lo que realmente es, una lucha sin miedo.

El compromiso indiscutible del entusiasmo

“Si tuviera que utilizar una palabra para describir cómo la viví sería entusiasmo”. El que habla es Julio Canosa, docente de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. “Recuerdo que fue una de las palabras que más repetí a lo largo de la tarde charlando con los colegas con lo que nos encontramos. En lo personal, esto es algo que destaco: las ganas de estar juntos, de buscarnos y de encontrarnos entre muchos que, en una cátedra tan numerosa como en la que trabajo, quizás no nos conocemos tanto pero que teníamos la misma sensación de que ese era un lugar y un momento en el que había que estar y que incluso nos llevó, y esto es algo novedoso, a marchar con nuestros propios alumnos”.

Bajo la lluvia, postal de la marcha en Callao y Rivadavia, Ciudad de Buenos Aires.

Y agrega: “Estuve antes de la marcha en un abrazo que se hizo a la Facultad de Psicología, que se encontraba tomada por votación en asamblea después de mucho tiempo, lo cual es sorprendente porque señala que lo multitudinario y contundente de la marcha tiene que ver con que no es sólo un reclamo salarial de los docentes sino un reclamo de toda la comunidad educativa que percibe, claramente, el riesgo en que se encuentra la educación pública”.

Mariana Romano es docente en Teorías y Prácticas de la Comunicación I en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Las clases públicas empezaron hace rato en la UBA y tuvieron su escalada en la gigantesca movilización. “Fui muy temprano y ya era un mar de gente, muchos pibes. En el momento que llovía tenía un paraguas que no andaba, así que me resigné al agua y caminé hasta 9 de Julio. Recorrí gran parte de la movilización porque no encontraba dónde estaba la columna de mi sindicato AGD-UBA y en el camino me encontré con muchos compañeros y compañeras de la carrera, que no veía hacía mucho y vi mucha gente que iba y venía, que estaba en las esquinas, que acompañaba”, le cuenta a Polvo.

En su recuerdo, la sensación de aquella tarde es que la marcha se volvió un compromiso indiscutible. Esos donde hay que estar o estar. “Lo que está en juego —continúa— es innegociable y más general que lo que expresara específicamente la convocatoria, que empezaba con la educación pública, indiscutible, pero que también había adquirido un sentido de defensa de los derechos del pueblo. La estampida del dólar esa misma tarde y las consecuencias sociales que eso genera concentró una gran bronca y eso se percibía en la marcha. Las consignas, como la defensa del salario docente, que nos paguen a los docentes ad honorem, por el presupuesto educativo, etcétera, convocaron, porque se trata de una demanda muy sentida por el pueblo argentino que ha defendido siempre la educación pública y ha derrotado los intentos privatistas, pero también la convocatoria actuó como canal para que se expresara el rechazo popular a los recortes presupuestarios, a la inflación, a los despidos, al crecimiento de la pobreza, al gobierno”.

Clase pública en Plaza de Mayo. La docente es Mariana Romano.

“Se mostró con creces que hay disposición a luchar, a salir a la calle para derrotar el ajuste”, sentencia.

Córdoba en lucha

Hace exactamente cien años se parió en Córdoba la Reforma Universitaria. Ocho meses duró aquella rebelión. Hablamos de un espíritu popular que, en algún punto, resurge. Es desde ahí, desde Córdoba, que Fernanda Juárez le cuenta sus impresiones a Polvo. Ella es docente en el Taller de Lenguaje I y Producción Gráfica de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba.

“Acá los universitarios —sostiene— estamos viviendo un momento de gran movilización. A diario se suceden asambleas, marchas, clases públicas, toma de edificios. Además de las instancias gremiales en las que participan los delegados de las distintas unidades académicas, se han creado otras instancias como la asamblea interclaustro, que nuclea a todos los integrantes de todos los estamentos que conviven en la universidad, y asambleas estudiantiles y docentes interfacultades. En las facultades en las que los estudiantes han decidido tomar los edificios, muchos docentes acompañan la toma con provisión de alimentos, agua, colchones y todo lo que sea necesario para resguardar la integridad física de los estudiantes comprometidos en esas acciones”.

El viernes, cuenta, “se decidió que las actividades que se estaban desarrollando exclusivamente en la ciudad universitaria, como las clases públicas en las que coinciden distintas cátedras, comiencen a desplazarse hacia lugares más céntricos de la ciudad, para que el conflicto tenga mayor visibilidad”. Entonces eso que sucedía sectorialmente rompe la frontera endogámica y se vuelve parte de la sociedad toda. En ese gesto está, no sólo el triunfo de este gran movimiento docente, sino también la respuesta solidaria del conjunto de la clase trabajadora. “Sí, en términos generales, podemos decir que la ciudadanía acompaña los reclamos de los docentes universitarios. El conflicto interpela a distintos sectores, con posicionamientos políticos distintos y quizá antagónicos, pero que en este caso particular coinciden sobre la importancia de no desfinanciar las universidades, ni dejar que los salarios de los docentes caigan abruptamente”, explica.

Marcha en defensa de la educación. Córdoba.

“Los gremios están decididos a continuar dando pelea, es un tema instalado en la sociedad y las bases están dispuestas a mantener la huelga, movilizados y articulando acciones con otros gremios y sectores sociales afectados por la crisis”, sostiene con optimismo.

Cómo es ser docente hoy

Cada país es un mundo pero la lucha de clases siempre atraviesa la educación. Sobre todo en la educación pública donde los salarios de los docentes se licúan frente a la inflación, el presupuesto decae notablemente y ante cada movilización el gobierno los ataca sin descaro. Hace unos días Finocchiaro dijo que detrás del conflicto universitario existe “una alianza kirchnerotroskista”. En este sentido, ¿qué significa ser docente en esta Argentina? ¿Cómo se sortean estos embates pero, sobre todo, la precarización que golpea a toda la clase trabajadora?

“Hace poco alguien usó el término docente ómnibus —dice Julio Canosa—, que me parece genial porque refleja la cantidad de tareas que uno asume, y esto sí es por vocación, y la baja retribución económica que recibe por ellas. Docencia, investigación, tareas de extensión, administrativas forman parte de un trabajo que, simplemente, no se ven remuneradas y que tienen consecuencias desgastantes para los docentes. Quizás una de las cuestiones que más me preocupa en este sentido son los constantes ataques que recibimos de parte de quienes todavía piensan que lo que uno hace por vocación no puede ser considerado trabajo, como si no tuvieras el derecho de formar parte de ese colectivo o aspirar a subsistir en función de eso. Esa división entre agitar el prestigio de la universidad pública y la campaña de desprestigio a la que nos vemos sometidos muchos cada vez que asoma un reclamo justo, como si la educación pública fuera sólo una idea y no aquellos que la concretizan a diario”.

“Quienes estuvimos en la universidad pública durante la década de 1990 —comenta Fernanda Juárez—, podemos advertir de qué se trata. Esa memoria de lo que fue la resistencia a las políticas neoliberales que proponían arancelamiento y privatización de la educación universitaria se activó en estos días. La comunidad universitaria, en este sentido, tiene una tradición de lucha que no debería ser menospreciada por los gobiernos de turno. En Córdoba particularmente, la movilización conjunta de obreros y estudiantes, que desembocó en el Cordobazo en mayo de 1969 es un hito latente que despierta la imaginación popular y recrea el sentido emancipatorio de la lucha en las calles. Los docentes hoy vivimos en un estado de participación asamblearia, lo cual no quita que la prolongación en el tiempo de esta situación genera momentos de cierta angustia y zozobra. No obstante, hoy las cartas están echadas y el movimiento universitario en su conjunto se siente con las fuerzas necesarias como para continuar dando batalla a las políticas de vaciamiento que propone este gobierno”.

“Ser docente es cada vez más difícil”, asegura Mariana Romano. “La profundización del ahogo presupuestario para la educación y para la investigación en ciencia y técnica va resintiendo la forma en que se desarrollan las tareas educativas y la producción y transferencia de conocimiento  y eso sucede en todas las áreas: la falta de recursos a la que te tenés que adecuar, la ausencia de posibilidades de profesionalizarte, de dedicarte a tu área del conocimiento, etc. Luego, se observa con los alumnos, baja la matrícula, tienen trabajos super precarizados, horarios que acomodar, etcétera. Y ser docente también es que no te paguen por tu trabajo, o te paguen monedas, lo que perjudica completamente incluso lo placentero que tiene nuestra tarea. Yo disfruto la enorme mayoría de las cosas que implica la docencia: las clases, el vínculo con los alumnos, el momento en que ves que otra persona aprendió algo que le explicaste, aprender de las devoluciones y repensar para responder preguntas o a partir de comentarios y sobre todo, de aportar a que piensen críticamente, desde el contenido de la materia hasta la realidad política y social”.

El puntapié

Pensar seriamente en una sociedad implica comprender que ésto que sucede aquí, la vida, es una postal de algo más grande: la sucesión de generaciones que se van parando frente al presente. En ese sentido, es necesario pensar cómo formar, cómo educar, cómo enseñar. Concentrarnos en ver qué sucede en esa instancia. El docente es el gran actor clave. Pero, ¿qué ha de construirse si el gobierno muestra un total desinterés, incluso por momentos parece aborrecerlos?

La política es la única herramienta que puede modificar esta precaria situación. Así lo entendió este movimiento y así lo expresa en este permanente activismo que, ahora, se transformado en el gran puntapié de algo más grande y general: lo que se viene.

 

* Foto de portada: Lucía Prieto

 

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