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Por Bárbara Pistoia
Primera parte
La resurrección de 2PAC (Segunda parte)
“Mi música no es para todos (…) No es música de fiesta, o sea, sí, podrías tocarla, pero mi música es espiritual. Es espiritualismo negro, sólo que en vez de decir «venceremos» estoy diciendo que ya estamos vencidos”
Tupac Shakur (16 de junio de 1971 – 13 de septiembre de 1996)
Hoy se cumplen 22 años de que Tupac recibiera en Las Vegas los disparos que acabarían con su vida una semana después. 22 años en los que siguió interpelando, generando amores y odios como cuando estaba entre nosotros, pero, sobre todo, confirmando lo que ya muchos percibíamos en aquellos años ’90: Tupac estaba tan adelantado a su época que parecía fuera de tiempo, un tiempo que parece no terminar de alcanzarlo nunca, como si, en realidad, él lo sobrevolara.
Tal vez esa sea una de las razones por las que siempre supo todo lo que (le) iba a suceder y cómo nos lo fue contando con una visión premonitoria infalible, desgarradora. La mirada inmensamente negra y brillante, su sonrisa enorme y contagiosa (que pasaba de aniñada a salvaje en un segundo), el abanico de tonalidades con las que hablaba —sabiendo que ahí, en ese detalle sonoro, habitaba la fortaleza de lo dicho, su misterio y su concepción, pero también la contemplación de quien recibía su mensaje— no lograban ocultar para nada su tristeza prácticamente crónica. A veces era una tristeza desoladora, otras una tristeza rabiosa. Tupac hablaba con todo el cuerpo, por eso, lo que decía, lo decía convencido: era un cuerpo en carne viva manifestándose.
Alocado e intenso, sensible y lúcido, erótico y sexual, vulnerable y heroico, rencoroso y vengativo, justiciero y guerrero, víctima y victimario, ambicioso y desobediente, seductor e irónico, con una creatividad única en su especie y politizado hasta el deseo, Tupac vivía desesperadamente vivo.
“Aunque sé que estoy marcado para la muerte, seré esta llama hasta perder el aliento”, cantaba y, consecuentemente, programó durante su último año algunas entrevistas en las que declaraba saber que ya no le quedaba mucho tiempo de vida. Su figura y potencia es tan grande que a veces perdemos de vista que Tupac tenía apenas 25 años cuando lo mataron, y los últimos dos años vivió sabiendo que lo querían matar. “Quiero que conozcan mi historia por mí, no por lo que los medios quieren hacerles creer sobre mí. Sé que va a pasar conmigo lo que pasó con Van Gogh, seré comprendido y apreciado después de muerto, y cada vez serán más los que entiendan de lo que les estaba hablando y despierten frente a esa realidad”.
En sus últimos once meses de vida escribió dos guiones, grabó más de 150 canciones, filmó dos películas (estaba por entrar a grabar una tercera esa misma temporada) y grabó unos cuantos videos, algunos oficiales y otros caseros. Lo dicho: sabía que le quedaba poco tiempo. De todo este material se nutre en gran parte Tupac: Resurrection, un documental estrenado en el 2003 y narrado increíblemente por él mismo hablándonos desde un “más allá” posible, que logró una nominación al Óscar y supo estar cómodo entre los diez documentales más taquilleros de la historia (actualmente está en el puesto 34).
No me interesa hacer un repaso de todos los récords que rompió en ventas, de sus largas permanencias en los mejores puestos de los ránkings principales, incluso con los lanzamientos póstumos; su irrupción transgresora, innovadora e histórica es indiscutible y los detalles están a mano en una simple búsqueda en Google. Pero sí vale decir que con la velocidad y magnitud que su figura crecía también crecía una de las persecuciones políticas y mediáticas más obscenas que se haya visto en la música, y, a la vez, la comunión de esos acontecimientos fogoneaban fatalmente todos sus fantasmas.
Tupac hizo la diferencia en un ambiente de sujetos pseudo politizados y rebeldes “mainstream”, a los que expuso con todas sus tibiezas y banalidades. Y tuvo que aprender, sabiéndose un líder natural y carismático, a lidiar con las trampas de sus propias creencias. A su vez, fue una mente excepcional para el hip hop, y lo sigue siendo para la música en general; una mente y una voz que encontró en NWA —de la mano de los enormes Dr. Dre, Ice Cube y Eazy E— el antecedente perfecto para fortalecer el rap realista pariendo un estilo propio, más profundo, más político y aportándole un alto vuelo poético. Es que Tupac era, ante todo, un poeta valioso, basta con leer sus letras, pero también queda confirmado en The Rose That Grew From Concrete, un libro con sus poemas adolescentes rescatados de los cuadernos con los que siempre andaba encima. Además, era un lector exquisito y un estudioso disciplinado de las obras de Shakespeare, Miguel Ángel y Maquiavelo, entre otros; y nunca dejaba de comulgar sus sensaciones y visiones con su ideología e historia, incluso cuando hablaba de sexo o amor. Por eso, fue molesto desde el minuto cero.
Imposible olvidar al vicepresidente Dan Quayle rogándoles a las disquerías de todo Estados Unidos que retiren su disco debut —2Pacalypse Now (1991)— y a las discográficas que lo hagan a un lado: “No hay lugar para esto en nuestra sociedad”. Imposible olvidar, también, las comisiones arengadas por el gobierno —televisadas— para desentrañar “las letras sexistas”, su apología a la violencia y la incitación delictiva a la que “empuja a nuestros hijos americanos”. Él respondía: “Yo no hice a Estados Unidos así de desigual, yo no inventé el delito, las drogas, la vida en los ghettos. Yo sólo nací ahí. El que me dice gánster no me está escuchando, y el que me quiere callar lo hace porque me escuchó y sabe lo que implica que diga lo que estoy diciendo”.
Ese primer disco incluía la dramática Brenda’s got a baby, y, de hecho, con este tema Tupac comenzaba formalmente su carrera solista siendo —más que un single lanzamiento— todo un manifiesto ideológico. Cuando Interscope Records le pidió que por favor evitara incluirla porque “la gente quiere bailar, no quiere historias tristes”, él respondió: “La realidad es triste, y yo soy un realista. Este tema se lo debo a todas las Brenda que conocí, sin ese tema me voy a otra parte”. Brenda era una niña abusada que quedaba embarazada, luego de ser abandonada, sin ningún tipo de posibilidades económicas, tira a la basura a su bebé y comienza a vender drogas y a prostituirse para poder sobrevivir. Finalmente, Brenda aparece muerta. Si la trajéramos a la Argentina del 2018 sería la otra cara del tan escuchado “las pobres no abortan”.
Pero eran otras las razones que inquietaban al gobierno estadounidense, y no eran (tan sólo) cuestiones relacionadas al hip hop. Ellos ya sabían que ese joven negro llevaba en la sangre el deseo de una liberación popular, el sueño de una revolución que dé una calidad de vida digna a afroamericanos y latinos, y que, además, soñaba con que esa revolución logre hermanarlos políticamente “porque en Estados Unidos estamos en peligro”. Por eso, en 2Pacalypse Now presentaba sus temas como un “informe de todo lo que he visto”, y advertía: “Es mi grito de guerra contra Estados Unidos”. El problema para el gobierno, el FBI y los medios era que Tupac había visto demasiado.
Es momento, entonces, de ir al principio de la historia.
En abril de 1969, veintiún integrantes del partido Panteras Negras fueron acusados de un bombardeo en Nueva York en el marco de las manifestaciones que se venían realizando en reclamo por sus derechos civiles. El arresto tenía el agregado de que eran acusados de querer matar a integrantes de las fuerzas policiales. Entre los activistas se encontraba Afeni Shakur, quien junto a sus compañeros enfrentó más adelante un juicio que duró aproximadamente un año. Ella actuó como defensora y logró la liberación en mayo de 1971, justo un mes antes de parir. El 16 de junio, entonces, llegaba a este mundo Lesane Parish Crooks, rebautizado unas semanas después como Tupac Amaru Shakur, en homenaje al líder inca, historia que Afeni le contaría una y otra vez en las durísimas noches de infancia viviendo en Harlem.
Su padre biológico, Billy Garland, también era de las Panteras Negras y nunca estuvo presente en su crianza; Pac creía que estaba muerto, pero, finalmente, se reencontraron en 1994, aunque nunca llegaron a sostener una relación fluida y cercana. Geronimo Pratt, veterano militar condecorado, una de las figuras principales de las Panteras y de las más destacadas de todos los movimientos afroamericanos, fue su padrino, y Assata Shakur, su madrina. Ella aún figura entre las fugitivas más buscadas del FBI por haber disparado a un policía y escapar de la cárcel; mimada de Fidel Castro, sigue refugiada en Cuba, y Donald Trump no pierde oportunidad para patalear por su devolución recordando que “su cabeza tiene un valor de dos millones de dólares”. En 1975, Afeni comenzó una relación con Mutulu Shakur, otro reconocido activista de los más radicales, y tuvieron una hija, Sekyiwa.
En su canción Words of widsom, Tupac llama a sus padrinos y a su padrastro como “la pesadilla de América”. Incluida en el ya citado 2pacalypse now, también lo nombra así a Ice Cube, y se incluye a él mismo en esa lista rematando el espíritu del tema con un “América, cosechas lo que siembras”.
La década del ’80 arrancaba con un fuerte golpe familiar, Mutulu era llevado a prisión y eso significaba que Afeni volvía a quedarse sola. Al poco tiempo, el partido Panteras Negras se desintegró, pero el activismo familiar no cesó. En 1984, Tupac debutó como actor en el histórico Teatro Apollo participando de una obra a beneficio de la campaña presidencial de Jesse Jackson.
La adolescencia la vivió en Baltimore, donde estudió música, danza, teatro y literatura en la reconocida Escuela de Artes de la ciudad. Las mudanzas, sin embargo, no dejaban atrás los días de extrema pobreza y de amontonamientos en viviendas colectivas, muchas veces sin los servicios básicos. “Crecer pobre es vivir en estado de guerra. Mi madre nos decía que lo único que necesitábamos era mantenernos unidos. Mientras ella lo decía yo escuchaba más fuerte a mi estómago hacer ruido por el hambre que a su voz. Estaba todo bien con tenernos, realmente lo apreciaba, pero también necesitábamos un pedazo de carne. Ese ruido en la panza es el ruido de un país que destina millones a las guerras pero que desprecia a sus barrios”.
Mientras que en la escuela deslumbraba a todos con su talento, puertas adentro el intento de hogar se derrumbaba cada vez más. Afeni, frustrada económicamente y con depresión, cayó en una fuerte adicción al crack. “Mientras que en la misma ciudad alguien está recibiendo un Mercedes Benz a los 16 años, nosotros estamos evitando que la policía nos mate por negros y vendiendo drogas para comer, así que también nos estamos matando entre nosotros”. Antes de que Tupac supiera la adicción de su madre, él mismo, empujado por la emergencia, había salido a vender drogas. Lo hizo un par de semanas. “No podía hacerlo, necesitaba dinero, pero realmente no era para mí vender drogas. Supongo que en algún lugar dentro mío también sabía que algo no estaba bien con mamá”.
Antes de finalizar la década del ’80, volvieron a hacer las valijas. Esta vez el destino era California, Marin. Un nuevo ghetto, pero la misma realidad oscura de siempre: “Siendo negro, a donde vayas te vas a encontrar con la indiferencia del gobierno americano”.
Motivado por el reconocimiento artístico que traía de Baltimore, improvisó un grupo llamado Strictly Dope con el que llegó a grabar algunas canciones; vale destacar Panther Power (“Me van a llamar loco, pero en verdad estoy siendo un negro que los enfrenta”). El proyecto no prosperó porque Tupac se sumó a Digital Underground —que empezaba a gozar de notoriedad y buenos contactos— oficiando de bailarín y rapper, pero también era un poco plomo y “todo terreno”. Llegó recomendado por la promotora Leila Streinberg luego de haberlo escuchado recitar en sus clases.
Si algo coinciden la mayoría de los testimonios es que tenerlo enfrente era un peligro porque podía convencerte de hacer cualquier cosa con su mezcla de ternura, atrevimiento y convicción. Así, entonces, convenció a Interscope de que había llegado su momento, y en noviembre de 1991 se hacía oficial su carrera solista con el lanzamiento de 2Pacalypse Now, escuchándose desde el mes anterior Brenda’s got a baby.
La salida del single también trajo el debut de Tupac con las palizas policiales. Estaba yendo al banco en Oakland, cuando al cruzar una calle lo paran un par de oficiales. Pac se resistió a darles su credencial luego de haber dicho su nombre y que los policías comiencen a burlarlo. No sólo lo llevan preso, sino que es golpeado brutalmente, por lo que luego él presentaría una demanda pidiendo 10 millones de dólares. “Si gano ese dinero no lo quiero para mí, lo voy a dejar en Oakland. Voy a comprar una casona para abrir un centro donde haya asesoramiento y protección frente a la brutalidad policial. Voy a hacer esas cosas que parecen raras para el gobierno: cuidar a los que son abusados por sus ideas y políticas de mierda”, declaraba en aquel momento.
En otra entrevista, tiempo después, ya siendo el “enemigo público” favorito del gobierno y los medios, y con unas cuantas secuencias policiales más encima, decía desafiante: “Por cada golpe que me den van a tener que pagarme, aunque a mí me terminen saliendo más caros mis abogados, no me importa, los voy a joder. Sacarle plata a la policía, aunque sea un centavo, me hace feliz”.
Según los informes de Oakland, Tupac finalmente cobró 42 mil dólares. Igualmente, en cuanto estuvo en condiciones, se hizo cargo de una casona en la ciudad que la destinó para familias que vivían en la calle. Pero el mejor efecto que generó todo esto fue la ola de demandas de otros jóvenes negros que habían recibido en esa misma comisaría golpizas como él, algo que fue trascendiendo de ghetto en ghetto.
A partir de acá, Tupac Amaru Shakur se convertía irremediablemente en la nueva voz de la juventud afroamericana, y los latinos, a su vez, también encontraban en él un aliado, alguien que por fin los reconocía. Apenas pasaba los 21 años, y bajo el dedo acusador de USA, se volvía enorme e imparable.
Lo que sigue lo continuamos en una semana, el 13 de septiembre, día en que, 22 años atrás, en la Unidad de Cuidados Intensivos del UMC de Las Vegas, los médicos hicieron todos los intentos de reanimación posibles, hasta que su madre, Afeni, tomó la decisión de que se detuvieran. Eran las 16:03 hs., las balas habían hecho lo suyo y la historia volvía a cambiar para siempre.
Etiquetas: Barbara Pistoia, Hip hop, Panteras negras, Rap, Tupac Shakur
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