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Por Luciano Lutereau | Pinturas: Amanda Greavette
Las mujeres son homosexuales por definición. Sólo muy poquitas son heterosexuales, un breve tiempo, a veces entre los 20 y los 35, cuando tiene sentido la fantasía de embarazo, pero después vuelven a su homosexualidad, dejan a su marido por una mujer, de forma explícita, o de forma sublimada (la poesía es la amante perfecta de muchas mujeres hoy en día).
Algunas siguen siendo heterosexuales por un tiempo más, pero más por obstinación o porque no tienen mucha capacidad sublimatoria, pero tarde o temprano una mujer deja al varón por otra mujer; quizá lo deja porque está celosa de la mujer que es la amante de su pareja, hay mil variantes, pero lo cierto es que incluso la que dice que deja a su marido por otro hombre, es porque reprime que lo dejó por otra mujer y tiene que buscar un varón para esconder este motivo inconsciente.
En resumidas cuentas, después de cierto tiempo, en la cama de toda pareja heterosexual duermen él, ella y su amante. Lo más saludable, entonces, es tener una relación abierta y no refunfuñar si ella prefiere leer poesía en la cama, con la luz prendida, en lugar de dormir abrazados. Porque es la fantasía de embarazo lo único que acerca el cuerpo de una mujer al cuerpo de un varón. Detengámonos en esta cuestión.
La fantasía de embarazo es un componente central en la vida erótica. Puede ser ocasión de un temor, pero también causa de deseo. Asimismo, se la vive de manera diferente en varones y mujeres. Comenzaré con dos casos de mujeres y luego me referiré a dos varones.
Por un lado, pienso en el caso de una mujer que toda su vida temió quedar embarazada, hasta que ya cerca de los 40 ese temor se invirtió y no sólo empezó a buscar con quien tener un hijo (mucho más que una pareja), sino que después del acto sexual fantaseaba con que el preservativo se hubiese roto y, por lo tanto, tuviese una sorpresa. Lo interesante es que en cierta circunstancia comenzó a verse con un varón que se declaró estéril y, una vez dejado de lado el método anticonceptivo, no dejó de esperar que la fecundación llegara. Si lo real es imposible, la fantasía es el ámbito en que se realiza lo posible.
Por otro lado, el caso de una mujer que comentó que nunca la sexualidad fue algo de su interés. En realidad, si bien siempre le gustaron los varones, su interés radicaba más en el amor que en el deseo. El deseo de un varón es algo que soportó siempre con cierto rechazo. Eso no quiere decir que no tuviese vida erótica alguna; más bien su satisfacción se basaba en la masturbación. Incluso en la relación sexual con un varón, su modo de terminar tenía a la masturbación como cierre. De esta forma, esa satisfacción individual permitía tolerar la relación con otro cuerpo, hasta que la fantasía de embarazo empezó a motivar su interés por el cuerpo masculino. Desde su punto de vista, sólo se interesó por el pene cuando pudo ver en éste la posibilidad de un embarazo que, finalmente, ocurrió. Por única vez en su vida se excitó con un cuerpo masculino, cuando pudo vivir de acuerdo con la fantasía de embarazo y, pasado ese tiempo, luego de luego del nacimiento de su hija, nunca más el deseo de un varón volvió a ser causa de su deseo.
Pasemos ahora a los casos de los varones. Por un lado, se trata de un varón que dice no sentir excitación cuando se pone el preservativo. No es la misma situación de aquellos que tienen dificultades para mantener una erección y, con el recurso al preservativo, se distraen o desconcentran. Su caso es diferente. Le ocurre lo siguiente: tiene relaciones sexuales y termina afuera, así mantiene la erección, y el punto culminante de la excitación está cuando piensa en que puede terminar adentro y, por lo tanto, embarazar. Es lo que el preservativo no le permite, porque con el preservativo siempre se termina afuera, incluso cuando se termine adentro. Por cierto, él mismo llegó a esa conclusión cuando, después de consultar a algunos sexólogos, usó el preservativo hasta el momento de terminar y, en ese momento, se lo sacaba y terminaba afuera, con el riesgo de que si algo ocurría… ¡podía haber embarazo! Ni siquiera la idea de que el preservativo puede ser un método falible sirvió para aliviarlo. La fantasía es más fuerte que la ciencia.
Por otro lado, el caso de un varón que se realizó una vasectomía. Lo habían charlado con su pareja, con la idea de que fuese un facilitador para la pareja, que ya tenía dos hijos y no quería volver a tener otro, pero el resultado fue distinto: perdieron el interés el uno por el otro y, al poco tiempo, ella planteó una separación y comenzó a salir con otro.
A partir de estas cuatro observaciones, surgen algunas preguntas: ¿qué papel juega el embarazo en la relación sexual? ¿Cómo se consigue el deseo en las parejas homosexuales? Entre varones homosexuales hay todo un erotismo del contagio, en torno al HIV, que parece suplantar la fantasía de embarazo. Esto es sólo una hipótesis que pensaré mejor. Por último, ¿por qué a veces la fantasía de embarazo lleva a una defensa y otras es motor del deseo? Estas son algunas de las preguntas con que venimos trabajando con un equipo clínico, en busca de profundizarlas y descartarlas por otras, antes que de encontrar respuestas o soluciones.
Etiquetas: Amanda Greavette, Embarazo, Fantasía, Fantasía de embarazo, Homosexualidad, Homosexualidad femenina, Luciano Lutereau, Psicoanálisis