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Por Pablo Díaz Marenghi
«La literatura argentina comienza con Rosas», afirmó David Viñas (1927-2011) en su obra capital Literatura Argentina y Política. Se refería a «El Matadero», aquel relato del escritor, intelectual y político Esteban Echeverría que se considera el primer cuento argentino moderno, publicado en 1871. Esto certifica que, desde sus comienzos, la literatura y la política nacional sellaron una alianza inquebrantable. Heroína, última novela de Nicolás Correa (1983), no es la excepción. Y la elección de un fragmento de dicho cuento como epígrafe no es casualidad.
En un formato de primera persona testimonial, casi de entrevista hacia un interlocutor fantasma que bien podría ser el lector, se narra la historia de Heroína, una transexual que se describe como princess, se siente una reina, participó de la Guerra de Malvinas por perseguir un amor y hoy día está presa. El autor, con un relato que va y viene del pasado al presente y posee pequeños micro-relatos insertos en la trama principal, construye una red que se enmarca en una tradición profana hacia los símbolos nacionales; como lo hecho por Copi o Néstor Perlongher con sus representaciones de Evita o la irreverencia salvaje de los hermanos Lamborghini. Correa, emparentándose con Los Pichiciegos de Fogwill, cuenta Malvinas desde los ojos de un homosexual que defendió a la nación entregando el culo. Construyendo su propia versión de la hombría, alejada del machismo clásico que mantiene su culo virginal. En palabras de Heroína: «Yo, la más gaucha de la pampa salía a poner el culo por la Argentina toda».

Nicolás Correa
Del mismo modo, se nutre de una tradición que trastoca los límites de la gauchesca, representada por César Aira y, más recientemente, por Gabriela Cabezón Cámara quien escribió la contratapa y en su novela, Las Aventuras de La China Iron, supo invertir la perspectiva del Martín Fierro y contar lo sucedido desde la mirada de la china, en un gesto anti-patriarcal y disruptivo de la gauchesca.
Es notable el tratamiento de la voz de la protagonista. Por allí se asoma el argot conurbano y carcelario. Queer, desacatada; transgrede cualquier mandato divino y, cual Pity Álvarez, arma su propia religión. El tratamiento del lenguaje remite al de autores contemporáneos como Leonardo Oyola o Juan Diego Incardona, sobre todo al compartir temáticas lindantes a culturas proletarias que conviven con la violencia, la desigualdad social o la desolación de los márgenes. La escena del debut sexual de Heroína cobra potencia visual mediante descripciones no abusivas y una narración paulatina. Sus recuerdos se amontonan: amistades y amoríos vividos en el penal, las razones de su llegada, su amor eterno a Elvio o la epopeya de Chitoro contra Mashinbú (especie de venganza digna de una película de Caetano) enriquecen la trama y la engrosan. Como si fueran fotos de diferentes tamaños tomadas con distintas cámaras y lentes pero amontonadas en el mismo álbum, gastado y polvoriento, guardado debajo de la almohada de Heroína en la cama donde duerme a diario en el penal.

«Heroína, La Guerra Gaucha» (Kintsugi Editora, 2018) de Nicolás Correa
Otra subcapa fundamental de la novela, que en menos de cien páginas abre varias ventanas para el análisis, es la cuestión del «ser nacional». El epígrafe del «El Matadero», el subtítulo («La guerra gaucha», que remite a la obra de Leopoldo Lugones) y el rol que ocupa la Guerra de Malvinas en el relato. A diferencia de otras novelizaciones paganas, como la anteriormente citada obra de Fogwill o Las Islas de Carlos Gamerro, aquí las Malvinas ocupan un lugar fantasmático. Una presencia que, por momentos, emerge en las memorias de Heroína para luego desvanecerse y darle paso a una nueva serie de recuerdos. Sin embargo, parecería estar presente en todo momento, como un aura omnisciente que sobrevuela todo el relato de la protagonista. El autor parecería haber tomado una premisa compartida por un amplio sector de la sociedad («La Guerra de Malvinas fue absurda. Un delirio») y haberla profundizado al máximo en un sentido homoerótico, profano y políticamente incorrecto.
En una reseña de la novela, un usuario de Facebook comenta: «Tanta liviandad y falta de respeto hacia los que defendimos la soberanía, nuestros héroes que ofrendaron su vida y también sus deudos que todavía están vivos. Una reverenda payasada!». Otro agrega: «Qué pelotudez.». Parece mentira que en el siglo XXI aún existan personas que se escandalicen ante ciertas lecturas de la realidad nacional que se atreven a experimentar, desde la ficción, con hechos históricos o símbolos patrios. ¿Cuál es, acaso, la función del arte? ¿La literatura no funciona, tal vez, para forzar el pensamiento y la reflexión sobre lo acontecido desde una óptica alternativa a la de la historia, el ensayo o el periodismo? La novela funciona como un necesario diurético de cierta corrección política imperante y se suma a una interesante corriente dentro de la literatura vernácula que se atreve a grafittear el busto de cualquier prócer.
Heroína, La Guerra Gaucha
Nicolás Correa
Kintsugi Editora, 2018
86 páginas
Etiquetas: David Viñas, Guerra de Malvinas, Literatura, Nicolás Correa, Pablo Díaz Marenghi