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08-02-2019 Notas

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Por Luciano Lutereau y Marina Esborraz | Foto: Antonio Gutiérrez Pereira

1.

Se dice a veces que los neuróticos son infantiles, pero lo cierto es que para neurotizarse hay que haber alcanzado la adultez como posición subjetiva, es decir, la aptitud para padecer un conflicto. No es algo muy común hoy en día.

Ahora bien, ¿qué es padecer un conflicto? En principio, quedar interpelado por un acto cuyos efectos recaen en quien lo realiza. El neurótico no quiere saber nada de estos efectos, así reprime el acto. Sin embargo, ¿qué implica este acto de efectos tan transcendentes?

El acto es una dimensión de lo público. Parafraseando el título de Walter Lezcano, sólo hay “actos públicos”: pero ¿qué es lo público del acto? Por un lado, es claro cómo los adolescentes suelen ver la adultez: como un momento de pura adaptación, de adquisición de responsabilidades que sólo piensan como obligaciones. Para los jóvenes la adultez sólo implica pérdida, no advierten que la dimensión pública del acto es para transformar la realidad y transformarse uno mismo.

Hannah Arendt decía que en las sociedades modernas la acción ocupa menos lugar al lado del trabajo: el trabajo (alienado y reproductivo) reprime lo creativo del acto. Por eso en las sociedades modernas hay una ampliación generalizada de la vida privada –valga el doble sentido– y un repliegue de lo público. Es así que se entiende la visión desencantada del adolescente (“después del colegio, trabajar, volverte viejo”, cantaba Juana La Loca), pero la solución no es quedarse en la adolescentización actual de todos los vínculos, es decir, sino apostar al acto, a la vida pública (que no es la exhibición de la vida privada).

El neurótico sufre superyoicamente por el trámite que no puede hacer (desde ir a la Afip hasta casarse, porque reduce los actos a trámites) y el capitalismo actual con su propuesta permanente de “agilizar” los trámites y ganar tiempo es cada vez más cómodamente infantil. “Ocúpate de tus actos públicos, hacete adulto” es la ética del psicoanálisis. ¿Por qué, si no, a veces se puede sentir alivio y realización con poner un servicio a nombre propio? Ya casi nadie hace esto.          

2.

Freud alguna vez definió la salud como la capacidad para amar y trabajar. El trabajo a veces puede ser un trámite, otras un acto.

El amor también puede ser un trámite. Y de hecho hay personas a quienes les cuesta mucho poder trabajar (también a muchas otras poder amar). Es lo que enseñan principalmente algunos psicóticos que no pueden trabajar, porque denuncian el carácter de acto que tiene el trabajo; su dificultad es precisamente poder rebajar el acto a un trámite.

Es lo que les ocurre también a muchas personas que no pueden dar un examen y quedan inhibidos ante ese acto, porque lo viven como tal. Poder hacer de un acto un trámite, aunque tenga mala prensa, a veces posibilita una salida ante determinadas inhibiciones. Porque además el acto siempre se calcula a posteriori, por sus efectos, en cambio el neurótico queda entrampado en la creencia de que es algo que se puede predecir o anticipar.

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