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Por Lucas González
Por estos días, Slim Dee tiene motivos de sobra para celebrar: “Ay, mama mía”, el reggaetón que hizo con La Mona Jimenez, superó el millón de reproducciones en YouTube; mientras que “El Impacto”, uno de sus hits, trepó a los dos millones en la misma plataforma. “No me pinta chorear con un tema durante años, me gusta crear todo el tiempo, para no quedarme”, confiesa el rapero cordobés. “Si sos músico, tenés contactos y estudio, ¿por qué no grabar todo el tiempo? Si es dinámico y posible. Además, lo que dije hace un año ya queda viejo y motivos para escribir hay todo tiempo”.
Con años en el ambiente del hip-hop y sin “beef ni free” (como canta en “Todo o nada”), la carrera del MC recién tuvo un despegue considerable en los últimos meses. Y si bien los factores son varios, según José Heinz, que lo entrevistó en más de una ocasión para el diario La Voz, uno puede ser “El impacto”, que tuvo mucha pegada en la escena nacional cuando salió en 2017. Inclusive, es anterior a “Loca”, el track que catapultó al estrellato a jóvenes como Duki, Cazzu y Khea, figuras actuales del trap argentino.
También, plantea el periodista, tiene muy en claro cómo manejarse: “Lanza singles con regularidad (el último es “32”, que trabajó con el colectivo Hot Plug Producciones), utiliza bien sus redes sociales, toca bastante en vivo (junto a su coequiper, su DJ y beatmaker Jay Carreras) y no se le cayeron los anillos al hacer crossovers con artistas de otros estilos, como Gasteishon (alter ego solista de Gastón Pérez Rivera, de De La Rivera) o La Mona Jiménez. Esa apertura para mí es muy valorable e hizo que su música pudiera superar las fronteras de su género”.
Nació hace 32 años en Olivos y fue bautizado como Diego Gonzalo García. A los dos, su familia se instaló en Córdoba Capital, “una ciudad linda, tranquila, fresca y joven”, desde donde responde al llamado telefónico de Polvo. “Me crié acá y como canta Rodrigo, ‘soy cordobés’”.
Es hijo de una artista plástica amateur (“pinta cuadros y se lo toma como una terapia: agarra el bastidor, una paleta y empieza”) y de un comerciante (“mi viejo es todo lo contrario, tiene otro flow: vende seguros, le gusta mucho calle, está con el celular y el traje todo el día. No para un segundo”).
Su primer recuerdo vinculado al rap se remite a los 16: un amigo lo llamó al teléfono de línea y le pidió que sintonice MTV, porque al parecer estaban transmitiendo algo muy bueno, pero que no sabía ni podía describir. El joven Diego le hizo caso y se encontró con tres tipos robustos, que usaban ropa ancha, capucha y que hacían un género muy extraño, que nunca antes había escuchado. “Era un recital de Cypress Hill”, revela.
¿Qué te provocó?
Quise saber más, conocer, hacerlo todo. Fue amor a primera vista. Cuando sos chico, estás súper vacío, buscando influencias, cosas que te llenen y formen. Y esto me voló la cabeza, me encantó.
Antes del rap, ¿qué escuchabas?
Lo que sintonizaba en la radio. Cuarteto, por ejemplo, que está re mil vigente. Superó las escalas sociales, es parte de la provincia. Mueve las masas y la industria en Córdoba. También sonaban temas más melódicos, románticos, que después me inspiraban para escribir mis propias historias.
Durante el colegio, su materia preferida era lengua y literatura. “Estaba muy prendido a la poesía, pero no era fanático de Beckett. Eso sí, de pendejo leía todo el tiempo y cualquier cosa, hasta el envase del ketchup. Disfrutaba mucho los textos sobre religión, o los cuentos y las novelas”, apunta y suma: “Soy de los que escriben con lapicera y en cuadernos que nunca tiro. No sabés lo que es mi casa: hace poco me mudé y conté cinco cajas llenas”.
Quienes lo conocen saben que siempre lleva un anotador en la mochila, porque tiene el hábito de bajar ideas en cualquier lugar y momento. No se acostumbra a tipearlas en el celular. No encuentra la conexión en el acto. Otra costumbre: tacha poco o casi nada. “De última, si algo no va, trazo una línea por arriba. No lo hago desaparecer. Cuando voy al estudio, trato de llegar con todo listo, porque no me gusta perder tiempo. Prefiero estar, probar cosas. Por lo general caigo con todo armado”.
Por fuera de la escritura, invierte buena parte de su tiempo en el básquet. No es hincha de ningún equipo, no obstante, tuvo una época en la que seguía bastante a Atenas (“siempre que puedo, voy a ver el clásico con Instituto”). Disfruta mucho la mecánica de picar y tratar de encestar la pelota. “No te pueden tocar, no te pueden empujar. Estás muy en la tuya, es muy chill. Va más conmigo, a diferencia del fútbol, que es más rockero”.
Post secundario, y luego de aprender a rapear gracias al Sindicato Argentino de Hip-Hop (“Un paso hacia la eternidad me abrió la cabeza”) armó su primera banda, la Garden Crew: “Hicimos un casette con una vieja grabadora de periodista, en 2006, y llegamos a tocar. Diría que fue el inicio de mi relación con Jay”. Aunque no fue muy longevo, el proyecto le permitió llegar Voces del subsuelo, un álbum que en 2008 convocó a un puñado de nombres locales y a Iluminate, de Buenos Aires. Fue su debut como Slim Dee, que firmó “En tiempo real”.
Sin embargo, a principio de los 2000 la movida urbana en Córdoba, que no estaba exenta de enfrentamientos (“era un poco más peligrosa que ahora”), apenas se vislumbraba. “Veía a Doble HH, a Carballo, a Locote y me parecía ‘wow’”. Al mismo tiempo, pensaba que él, al igual que ellos, era capaz de hacerlo. “No me parecía complicado”, confiere y rememora que hablaron con ellos, para que les dieran la posibilidad de subir y hacer lo suyo, algo que finalmente ocurrió.
La historia tampoco hubiera sido la misma sin su desembarco en Río de Janeiro, donde se instaló desde el 2010 al 2015 con su pareja, con quien está hace de diez años. Trabajó en un bar, cerca de playa. Algo así como el sueño del pibe. Gracias a la facilidad con el idioma (sabe inglés y aprendió rápidamente portugués), pasó de ser mozo a encargado.
Durante el verano, al margen de laburar, componía letras que grababa en Córdoba, donde hacía base mientras transcurría el invierno. Así nació su primer mixtape, One soul (“lo escucho y le encuentro errores, pero estoy conforme. No me avergüenza”). Le siguió Chocolate, donde sumó una cuota de funk.
Posteriormente, volvió a su provincia. Una vez instalado, y con la ayuda de Gastón Pérez Rivera, que lo invitó a grabar a su homestudio, hizo su tercer mixtape, R & B (Rap & Blunts). De acuerdo al propio Pérez Rivera, que tiene un disco inédito junto al MC, “Slim es un rapero súper musical, que tiene melodía y flow. Demasiadas skills para pasar desapercibido. Se sube al escenario y es un imán, nadie puede dejar de mirarlo porque posee un estilo tan único y original que te convence de toque. Es súper creativo, con una frescura que sabe renovar año a año, y eso es mérito de su propia tenacidad”.
Al respecto, Heinz esgrime un concepto que no es menor: “Supo adaptarse bien al trap, ya que es un género con el que venía laburando. Eso hizo que su incursión fuera más genuina que la de otros, que se subieron a la ola por moda. Y los pibes que siguen la escena se dan cuenta de esas cosas”.
Surgido a principios de los 90 en el sur de Estados Unidos, el trap domina desde hace dos años los charts de nuestro país. Y a diferencia de Paulo Londra, su coterráneo, a Slim lo agarró de grande, con una carrera ya encaminada. Su primera aproximación fue con “Soy Peor”, de Bad Bunny, que escuchó cuando tenía muy pocas reproducciones y cuando el Conejo Malo todavía no era el emperador del trap latino.
Sobre la cuestión, reflexiona que en el trap conviven casi todos los géneros y que lo importante es la pista (“si la rompe, es un temazo”). Asimismo, analiza: “No paran de salir cantantes todo el tiempo, como 100 por día. Y al ser algo tan nuevo, tampoco hay referentes. Por eso, lo estamos construyendo entre todos”.
En 2018, y tras incorporar de manera definitiva esta última sonoridad, el rapero sacó Único, una suerte de upgrade de su propuesta. El disco, que salió por Warner, “es una forma de expresión, de mostrar nuestra nuestra actualidad, porque queremos y podemos”. El material, que incluye feats con Yaz Alvarez (“Dame todo”) y Romeo El Santo (“Divino”) y hasta un tema inspirado en la leyenda del básquet local (“Ginóbili”), habla de lo que necesita, ve y cree. “Es muy personal, el rap es así”, asume. “No te cuento una historia de amor, sino que te muestro mi personalidad. Exhibo mis contradicciones, lo que me gusta y lo que no”, dice y concluye: “Único no deja de ser una expresión de lo que pienso”.
Etiquetas: Diego Gonzalo García, Slim Dee, TRap