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Por Marina Esborraz y Luciano Lutereau
1.
La belleza es un tormento para los varones. Incluso los pibes que son lindos de jóvenes, con el tiempo se vuelven bastante vergonzosos. Es que llamar a la mirada con un cuerpo de varón es muy incómodo. Otras veces, los tipos lindos padecen fuertes inhibiciones. Porque la belleza no se finge en los varones, se es bello o no (aunque existan criterios culturales para determinarlo). La belleza es del ser. Esta hipoteca narcisista, en la masculinidad, es un problema además porque lleva a los celos: la creencia de que las mujeres se fijan en los varones por su belleza, impone un lazo con otro varón. Por eso los celos narcisistas de los varones son siempre homoeróticos. En este punto, el análisis impone una disyunción: narcisismo o deseo; no sólo porque el sacrificio de la propia belleza es necesario en un varón para acceder a una mujer, sino porque la mujer para la que se es lindo siempre es un sustituto de la madre, seguir siendo el falo para el deseo materno.
2.
En El uso de los placeres, Michel Foucault hace una distinción interesante entre el violador y el seductor. Mientras uno se apropia del cuerpo de la mujer, el otro apunta a su marido, busca destituirlo de su autoridad. El seductor, entonces, seduce a la mujer, pero con el fin de que ésta traicione a su pareja. De este modo, en la seducción se trata de una relación entre varones. Como ocurre en la canción de Babasónicos: “Oh, sí, estoy mirando a tu novia, ¿y qué?”, es decir, miro a tu novia, pero te hablo a vos, otro varón. El seductor pretende destituir a otro varón, busca pasivizarlo, lo cual sólo puede explicarse porque está él en posición pasiva.
3.
Las posiciones sexuadas se resumen en el conflicto masculino entre amor y deseo y el conflicto femenino que hace del amor una condición del deseo, con sus derivas sintomáticas habituales: para el varón, la fuga deseante hacia la seducción; para las mujeres, la incondicionalidad amorosa.
4.
Para la mujer ser seducida suele provocar un primer momento de rechazo que puede sintomatizarse de distintos modos; los más característicos o habituales son el asco o la vergüenza, lo que puede llegar hasta la inhibición de cualquier intento de establecer un lazo erótico. Las que soportan la posición pasiva que implica la seducción y, eventualmente, la sintomatizan se llaman “histéricas”. La fantasía la seducción es siempre un acto perverso, y el hecho de ser tomado como objeto de un acto perverso es lo que provoca ese rechazo, porque respecto de la seducción sólo se puede tener una posición pasiva. Por eso es llamativa cierta idea que circula que insta a que las mujeres histéricas “condesciendan” a ser tomadas como objeto causa del deseo de un hombre, y que con eso alcanzarían cierta posición femenina. Es al menos dudoso que alguna mujer necesite de un análisis para eso, en todo caso un análisis delimitará las fantasías que sostienen sus síntomas. Quienes, en cambio, compensan la posición pasiva de la seducción son narcisistas, y el narcisismo histérico es el primer obstáculo para el análisis de su neurosis.
5.
¿Cuál es el origen del deseo posesivo en el varón? ¿Una identificación con el padre? No. Es lo propio del amor materno, que denuncia como abandono la aparición de otros intereses. El varón celoso, que posesivamente se queja si su mujer quiere hacer otra cosa que no sea estar con él, que no admite una pareja deseante, que se comporta como ofendido si ella mira para otro lado, no es un macho patriarcal, no es un hijo del padre, sino un nene de mamá, al punto de identificarse con su modo de amar, de hacer del amor materno la causa de su deseo. El ideal del amor materno es la célula de reproducción del patriarcado. No se trata, entonces, de culpar a las madres, sino todo lo contrario, de salir de la noción lineal de causa y pensar, mejor, los dispositivos e instituciones en que se realiza este ideal opresivo. La hipoteca patriarcal de la maternidad está en la idea freudiana de que la relación madre-hijo (varón) es el único vínculo que no incluye componente agresivos. Esta es una formulación que es preciso revisar, para habilitar maternidades menos sacrificiales e idealizadas.
6.
La masculinidad no es simplemente un lugar de poder sino que también implica cierto conflicto. En el caso del varón hay dos grandes conflictos masculinos: el conflicto de celos, los celos posesivos, y en segundo lugar es la vergüenza ante la impotencia. El varón de nuestro tiempo rechaza esos conflictos, no busca atravesarlos. El varón celoso hoy en día las más de las veces lo que hace es rechazar esa posición, trasladar los celos a la mujer y volverse él, por decirlo así, un objeto que produzca celos; así empieza a salir con varias a la vez y hace que se enteren. El donjuanismo de nuestro tiempo, sobre todo la seducción crónica y permanente de algunos varones, es una forma de rechazo de la masculinidad. Una mujer los llama “galanes de Facebook”, esos tipos que seducen y tirotean y al momento de encontrarse, cancelan. Más seductor es alguien, más pasivo es en el inconsciente. Lo demuestran esos varones que se hacen los galanes y luego de la conquista pierden el deseo; tanto como las mujeres que “van al frente”, pero en la intimidad son muy inseguras.
(Imagen de portada: «El Seductor» de Jean Antoine Watteau)
Etiquetas: Luciano Lutereau, Marina Esborraz, Michel Foucault, Psicoanálisis