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03-07-2019 Notas

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Por Agustín Fernández

¿Qué es posible trabajar en cuanto a “la adolescencia”? Desde el psicoanálisis, habitualmente intentamos no englobar grandes temáticas ya que esto rápidamente suele deslizarse hacia “meter todo en la misma bolsa”. Digamos mejor: perder los detalles, las pequeñas diferencias, que es parte misma de nuestra materia prima. Ahora bien, no quita que podamos plantear algunos interrogantes a partir de las variadas demandas que recibimos. Pensemos por ejemplo en las preocupaciones de los padres, que son quienes habitualmente hacen la consulta, respecto de algunas conductas de los hijos: preguntas sobre el riesgo, sus cambios repentinos, límites posibles ¿Dejamos afuera del consultorio “la realidad de la calle” o lo hacemos ingresar a riesgo de que desaloje de su silla a quien nos vino a consultar? ¿Entonces, nuevamente, qué es posible trabajar en cuanto a la adolescencia?

Un hombre realiza una consulta de urgencia (siguiendo la concepción de la Dra. Inés Sotelo, no se tratará de un caso real, sino de una ficción basada en un caso real, que servirá para reflexionar respecto de la temática del artículo). Logramos ubicar un horario para esa misma tarde. Pocos días atrás ocurrió un episodio de gravedad en el cual su hija de 15 años se fue de su casa sin avisar y no pudieron localizarla por varias horas. Cuando finalmente la ubican en la casa de una amiga que a los padres “no les cae bien”, la encuentran en estado de ebriedad y con mal aspecto. En ese momento se alteran los ánimos y se dirigen inmediatamente a una guardia hospitalaria. Llegaron en estado de crisis, tanto la chica como los padres y recuerda que sólo atinó a abrazar a su hija y decirle: “¡Shh, tranquila! Vos dejá que yo hable”. Él sintió que no fue escuchado por los profesionales. Le dijeron que la hija estaba bien clínicamente y le sugirieron hacer una consulta psicológica.

Luego de escuchar su historia: “¿Qué es lo que te preocupa?” “Pero, es obvio…”; “es que me gustaría conocer tu impresión”; “… que ni siquiera le hicieron estudios”; “¿estudios de qué? No entiendo”; “ginecológicos, de sangre… para ver si le pusieron alguna droga. Con la cantidad de cosas que están pasando… Vos ponete en mi lugar ¿Qué más puedo pensar?”

¿Tenemos algo de lo que podamos ocuparnos en este caso? ¿Vamos a desconocer esa realidad de la que nos habla?

El médico, el juez y el psicoanalista

Cuando aparece alguna urgencia o emergencia con adolescentes, vale observar que se juegan distintos tipos de problemáticas. Podemos decir que no es tan raro que los y las adolescentes –amén de haber tenido la mejor educación al respecto- lleguen a excesos con respecto al consumo alcohol, por ejemplo, e incluso finalicen la noche en la guardia, por alguna eventual intoxicación. Nombro al alcohol por estar entre las drogas aceptadas socialmente, pero pueden ser otras dentro de las llamadas “de uso recreativo”. En estos casos, confluyen gran variedad de problemáticas de distinta naturaleza como ser: la violencia entre los adolescentes, la lógica de mercado y la incitación al consumo, los problemas de salud que acarrea el inicio temprano de la ingesta de alcohol y otras.

Ahora bien, ante la situación donde una adolescente joven ha consumido alcohol, y/o ha sido intoxicada, y luego tal vez violentada, es correcto, y necesario, que la familia se acerque a los servicios de salud que atiendan traumas físicos. Eventualmente, también a la justicia en el caso de que se hubiera cometido un ilícito. Pero en este caso, la consulta se ha centrado en un pedido de pruebas materiales y en la intervención sobre la joven para obtenerlas –el cuerpo, primero, y ahora su “psiquis”-. Es aquí que surgen interrogantes que, sin desconocer lo anterior, se estarían dejando de lado ya que la joven afirmaba recordar todo lo sucedido y negó estas hipótesis que el padre esgrimía. Entonces, aunque no podamos afirmar ni negar nada aún: ¿es el momento de orientar hacia una intervención de ese tipo? ¿Y, al margen de que puede plantearse una cierta violencia ya que la joven no es quien solicita esta suerte de “pericia”, en psicoanálisis, se trata de orientar? En principio: no, ni estrategias terapéuticas ni de crianza. No es el objetivo. Pero, entonces: ¿qué podemos responder a su inquietud?

Una respuesta posible

La respuesta en ese momento fue: “confiemos en su palabra”. Me mira sorprendido, pero algo en su desesperación se ha sosegado. Reflexiona unos instantes en voz alta, para concluir: “Claro, es verdad, no lo había pensado”. Conversamos algo más y acordamos un nuevo encuentro.

Primera cuestión. Subrayo que fue su desesperación, y no él –como persona-, la que cedió. No es, necesariamente, el objetivo, que se vaya “más tranquilo”.

Segunda cuestión. Algo le dijo, esta respuesta, sobre lo que a él lo estaba inquietando y desesperando. Como se dice “una cuestión de piel”, pero en relación a esa frase que quedó resonando.

Eventualmente fue retrabajada, repensada, pero en principio abrió la puerta del consultorio a las cosas que se decían en su casa y las que no –algunos secretos a voces que discurrían lenta, pero insidiosamente en el hogar. La frase que en un principio estaba tan clara –hay que confiar en la palabra de la hija, sin confianza no se la puede ayudar, en un segundo momento se harán denuncias si corresponde, etc.- se fue tornando opaca, exigiendo nuevas lecturas.

Finalmente. Donde es pertinente pedir al médico intervenir para curar el cuerpo y al juez solicitar cierta corroboración de que eso que se dice es verdad, diremos que en la consulta psicoanalítica nos ocupamos del hecho de que hay cierta verdad en lo que se dice en análisis –es decir, que algo de esto le concierne en lo más íntimo y una vez que se dijo, ya no puede desentenderse- y que no depende de los hechos externos al consultorio. En eso que se dice se juegan inquietudes, desesperaciones, pero también la posibilidad de que el vínculo con la hija adolescente -¿y su propia adolescencia?- acontezca de otra manera.

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