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Por Luciano Sáliche
Una línea es un efecto óptico: una sucesión de puntos que marchan juntos, agolpados, en hilera, hacia adelante. Basta una lupa para ver que ese grafito que traza el lápiz sobre el papel no es perfecto, que sus bordes tienen curvas y que esos puntos no están tan pegados como se creía.
Hay libros de cuentos a los que les cabe esta metáfora. Tal vez parezca obvia pero no lo es: un buen libro de cuentos es mucho más que un rejunte de textos. De forma consciente o inconsciente, cada uno de estos puntos funciona porque está pegado a otro, y a otro, y a otro, y todos juntos forman esa línea —imperfecta pero consistente— que da lugar a un artefacto denso, complejo y polifónico como un crisantemo.
Los efectos de Sergio Frugoni es una flor de siete pétalos. Algunos pétalos son breves, otros brevísimos, pero emergen del mismo tallo. A Los efectos lo caracteriza una atmósfera intensa, de esas que se respiran cuando el cielo está a pocos metros de nuestras cabezas. La primera línea de este libro editado por Qeja hace apenas unos meses lo deja en claro: “El resplandor pálido del hielo hace que las aguas heladas del sur parezcan todavía más inhóspitas”.
El narrador es un meteorólogo algo mentiroso — “ yo no sé leer el cielo nocturno”, confiesa— a bordo de un buque de investigación. En medio de ese clima gélido, un ruso borracho, tatuado y melómano comienza a llamarle la atención. ¿Por qué algo humano, insignificantemente humano, llamaría su atención en medio de una naturaleza preponderante, acechante y protagónica?

El segundo cuento es el que da título al libro. Fue publicado en Polvo en 2017 bajo el nombre de Tranquera abierta. Una abuela y su nieta viajan en sulky por la calle de tierra. El campo es inmenso y la niebla —una niebla que parece expandirse hacia todos los cuentos de Frugoni— disipa cualquier tipo lucidez. Cabalga el pardo mientras los perros del gitano, escondidos entre los pajonales, acechan. Mientras tanto, la abuela reza en latín. Todo cabe en una postal.
Julio Cortázar decía que un cuento es como una fotografía, mientras que una novela es la película completa. Hablaba de la economía de recursos. Aunque lo que aquí hace Frugoni tiene que ver menos con un fotógrafo que con un escenógrafo: prepara la escena, pone algunos personajes a jugar y luego hace su retrato.
Los cuentos siguientes mantienen una tensión similar: en Pájaro muerto sobre el capot, un padre enseña cómo asesinar un ave dolorida; en De la part de César —tal vez el más “soleado” de los siete climas—, una mujer imagina algunas posibilidades libertarias; en El perro que reza, un discapacitado sueña con un beso y un dios; en Combustión, una cortejo fúnebre se convierte en un dejaboo; y en Sólo nos quedarán las piedras, un hombre de apellido Báez escapa de su propia muerte.

Sergio Frugoni sabe de climas, de atmósferas, de tempestades: da talleres literarios y espacios de formación en contextos de encierro. Cree en la potencia imaginaria de la literatura. Se formó como Profesor de Letras y Magister de Escritura Creativa y enseña e investiga en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Nacional de San Martín. Escribió el libro pedagógico Imaginación y escritura: la enseñanza de la escuela pública. Nació en Tandil, clase ‘73. Escribió cuentos en diversos medios, pero podría decirse que este libro, Los efectos, es una suerte de gran debut: el inicio de su obra literaria.
¿Qué tienen en común los siete cuentos de Los efectos? En cada uno descolla un evento meteorológico que siempre intensifica el clima predominante. Como el granizo en medio del frío helado en la intemperie, Frugoni siempre pone frente al lector un elemento que retuerce la trama para acelerarla y ensordecer las posibilidades de redención. No hay chances de libertad. A lo sumo, rebeldía enojada, furia levemente aliviadora, un grito desesperado, un golpe final para entregarse a la muerte con las botas puestas.
Vista desde cerca, una línea es una sucesión de puntos. Cada punto ocupa un lugar clave: el de permanecer allí y mirar hacia adelante, siempre adelante, para generar el efecto óptico de la unión y la homogeneidad. La vida es eso: una ilusión. Lo interesante —lo mismo ocurre con la literatura— está en comprender ese efecto y, en lo posible, disfrutarlo.
Los efectos
Sergio Frugoni
Qeja, 2019
61 páginas
Etiquetas: Julio Cortázar, Literatura, Los efectos, Sergio Frugoni