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26-09-2019 Notas

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Por Mariano Cervini

En su Genealogía de la Moral, Nietzsche entiende la dinámica del mundo como algo cruel. Una fuerza contradictoria —que nunca se detiene— independiente de la voluntad de las personas a las que excede pero también incluye. De vidas ajenas de Emmanuel Carrere asume esta paradoja.

Helene y Emmanuel son una pareja de cuarentones parisinos en crisis que deciden ir a pasar la navidad del 2004 a unos bungalows en Sri Lanka. El destino paradisíaco no termina de ayudarlos. Emmanuel está convencido: después de las fiestas le dirá ahí mismo a su esposa que quiere separarse. Cuando está a punto de hacerlo, se interpone la crueldad de la vida: un terremoto submarino en las costas del Océano Índico provoca uno de los tsunamis más terribles de la historia.

De vidas ajenas es una metáfora de lo arrasado. Recuerda la fragilidad de la vida y ese orden ridículo de prioridades que manejamos los seres humanos que desaparece frente a lo excesivo, lo inminente. Esta crueldad inmanejable es un espejo que cuestiona las relaciones humanas, las decisiones y al hombre mismo en su propia formación como tal.

Parafraseando a Julia Kristeva, la única posibilidad del individuo de convertirse en algo diferente es aniquilarse. Algunos no pueden. La ola es demasiado grande y los tapa. Otros conviven con la desgracia, sufren, se reinterpretan y vuelven como hombres nuevos. Frente a lo desesperanzador del relato, en el fondo, el humanismo de Carrere permanece intacto. Se trata de seguir adelante a pesar de lo arrasado.

«De vidas ajenas» de Emmanuel Carrere

La novela, que en principio parece el relato de un acontecimiento en particular, gira de manera poderosa. Envuelve al lector en esas vidas ajenas que solo quieren eso: continuar existiendo. Carrere escribe con su propia sangre. El personaje principal es él mismo inmerso en esa metaficción poderosa. Resuelve con frases breves pero tremendas. Esa lucidez dolorosa que define en su novela El Adversario como algo mejor que la ilusión aplacadora. La enfermedad, el dolor, la soledad, el padecimiento y la muerte. Nada se aplaca en Carrere.

Lo interesante es que el miedo no es una opción. Los personajes principales sufren para renacer o permanecer. Expuestos en su propia soledad, vulnerables. Hombres y mujeres que no olvidan, y experimentan “una solidaridad incondicional con la congoja insondable que extraña la condición humana”, en una de las citas al médico francés Pierre Cazenave que tiene el libro. Un lazo necesario que parece decir: a pesar la crueldad del azar y de la vida, acá estamos para ayudarnos. 

De vidas ajenas
Emmanuel Carrere
Anagrama, 2009
264 páginas

(Imagen de portada:
“La gran ola de Kanagawa” (1833)
de Katsushika Hokusai)

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