Blog

30-09-2019 Notas

Facebook Twitter

Por Julián Ferreyra y Sofía Rutenberg | Ilustración: Florencia Capella / LGTB Presentes

Y procura no hablar de mí
De esa manera despiadada
Con que desprecias a los trans
(Con que desprecias a los trans)
¿No ves que soy uno de tantos
Que anda buscando?

(…)
Trans, trans-cool
Trans-mi
Trans-algo…

Fragmento de la letra de Trans-algo
(Babasónicos, Discutible, 2019)

I. ¿Transexualismo?

La categoría “transexualismo” es equivocada. Es y ha sido oportunamente resistida por las personas trans. Conduce necesariamente a la ontologización por lo inevitable del sufijo “-ismo”, aun cuando se la quiera positivizar. Creemos que una forma de evitar el esencialismo sobre lo trans es refiriéndonos a un campo más amplio: lo queer como un más allá del destino biologicista, evitando que lo trans sea una suerte de “tercer sexo” despolitizado.

Lo queer, o la diversidad, son categorías también útiles para un psicoanálisis con personas cis/heterosexuales, por permitir alojar identidades que resisten a la normalización/universalización. Paul B. Preciado discute la idea de identidad, prefiriendo hablar en términos de diferencia o margen. Concibe al sujeto -agente político- no como centro autónomo de soberanía y conocimiento, sino como una posición inestable, “efecto de constantes re-negociaciones estratégicas de la identidad”. Una concepción de sujeto compatible con la freudiana, que introduce la dimensión política del conflicto.

II. Tecnocuerpos, biopolítica, pulsión

Biología no equivale a biologicismo. Ir más allá del biologicismo, del reduccionismo, de ningún modo niega al cuerpo, a la biología, ni a posibles intervenciones tecnológicas. No toda intervención en el cuerpo adolece de biologicista. Preciado considera que ya no estamos frente a una contraposición organismo vs. máquina, sino al cuerpo como un tecnocuerpo. En este sentido, el cuerpo es un espacio de construcción biopolítica, lugar de opresión, pero también centro de resistencia. Para el autor, que haya tecnologías precisas de producción de cuerpos «normales» o de normalización de los géneros no conlleva necesariamente un determinismo ni una imposibilidad de acción política. El cuerpo es el espacio político más intenso donde se lleva a cabo también una contra-producción de placer. El autor se aleja de una visión nostálgica y a la vez ficticia del cuerpo, su homologación a una naturaleza. Todos estamos ya más o menos operados/as por tecnologías (sociales) bien precisas. Todos seríamos de una u otra forma post-op.

¿No es acaso el concepto de pulsión testimonio de lo que para Foucault sería una tecnología del yo operando sobre el cuerpo? Si lo humano sepulta lo instintivo y erige lo pulsional, esto último es producto de una tecnología humana, por ende social. Nada que ver con una esencia. Más aún, el real lacaniano verifica algo en el cuerpo que no es ni simbólico ni anatómico. Afirmar, por ejemplo, que una intervención quirúrgica -la cual no necesariamente será irreversible- es una intervención en lo real implica una confusión entre real y anatómico, confirmando a la anatomía como destino. En el mismo sentido, es profundamente incorrecto homologar castración, acto simbólico que recae sobre un objeto imaginario, con lo propio de una mera mutilación: una de las características de esta última es la inexistencia de un consentimiento, tal como en el caso de los bebés intersex donde sus padres y/o médicos deciden mutilar algún genital.

III. Envidia del dildo

Preciado cita a Wittig, quien describe a la heterosexualidad no sólo como una práctica sexual sino como un régimen político que forma parte de la administración de los cuerpos y de la gestión calculada de la vida: una biopolítica. La teoría psicoanalítica, fatalmente y a pesar de su potencia, se concibió en función de ello. El Edipo freudiano, en tanto instancia normativizante, describe una realidad, más no por ello lo natural. El Complejo de Edipo es lo que produce cuerpos-hetero, ya que el mismo no es ni natural, ni biológico, ni psicológico, sino biopolítico: por ello es un complejo.

No obstante, el psicoanálisis como ética frente al malestar puede, si determinada/o analista lo desea, torcer este instituido y evitar subsumir nuestra praxis al ejercicio de un poder.

Según Preciado el cuerpo hetero (straight) es producto de una división del trabajo de la carne según la cual cada órgano es definido por su función. Esta indicación es particularmente afín a Freud, quien justamente postula que el órgano se inscribe o desde el dolor o desde el placer. Toda sexualidad implica siempre una territorialización precisa de la boca, de la vagina, del ano. El pensamiento heterocentrado asegura el vínculo estructural entre la producción de la identidad de género y la de ciertos órganos como órganos sexuales y reproductivos, siendo unos “de varón” y otros “de mujer”.

Para el autor, el dildo sería lo que desbarata esto último, ya que nadie podría decir que el mismo es de uno o de otra. Fálico-castrado, como oposición, también sería implosionada. El dildo no es un pene de silicona sino al revés: un pene es un dildo de carne. El falo no es el pene sino el dildo. Habría, en todo caso, envidia del dildo. Nos limitamos a enunciar estas ideas, que rebosan de originalidad y provocación, con el único fin de abrir una discusión a posteriori sobre algunos cimientos de la teoría psicoanalítica.

IV. Todo cuerpo es cuerpo-operado

No necesariamente la intervención sobre el cuerpo (cosmética, quirúrgica, hormonal, etc.) puede tornarse contraproducente para la emergencia de eso que llamamos sujeto. Una intervención clínica cuidadosa es la que implica una ética. No todo acto quirúrgico es clínico, eso lo sabemos. Es una discusión similar a la del uso de psicofármacos: hay por supuesto un uso clínico y adecuado, así como otro medicalizante que dopa, obtura y aplasta.

Cuerpo es cuerpo-erógeno, y esto último torna al primero humano. Que alguien exprese su intención de operarse implica un deseo. Desde Lacan, el deseo es paradójico, desviado, errático, excentrado, incluso escandaloso. No se trata de romantizar el deseo, ya que el mismo es también deseo del Otro y por ello un psicoanálisis podría distinguir un anhelo de un imperativo.

Situar a una intervención quirúrgica, que implique una modificación genital u hormonal, como “irreversible” es un mito, tal como la creencia de haber nacido en un “cuerpo equivocado”. No hace más que confirmar el prejuicio y sobre todo la creencia de que es algo momentáneo, que “ya se le va a pasar”, o directamente algo que “hay que curar”. Nadie le dice a una mujer embarazada “eso es irreversible”, porque se lo considera parte de la naturaleza de la mujer.

Si nos centráramos únicamente en lo genital sería el colmo: justamente el psicoanálisis no homologa sexualidad a genitalidad, y ésta última sí es reversible. Por ello, no olvidemos lo quirúrgico en personas no-trans, que implica muchas veces también la adecuación del sexo al género: cinturón gástrico, siliconas en las mamas, cirugías plásticas en la nariz o rostro, engrosamiento de los músculos con pesas y suplementos proteicos, como también las adecuaciones más naturalizadas, es decir, cortarse o dejarle el pelo largo, depilación definitiva, entre otras. Las anteriores no se presentan como amenazas a la emergencia de las fallas del lenguaje que el cuerpo intenta significar. Entonces, ¿por qué únicamente en el plano de la “identidad sexual” esto es enfatizado?

Como el film Girl (2018) nos muestra, las situaciones de riesgo o los pasajes al acto suelen producirse justamente cuando se prohíbe, relega u obstaculiza el acceso -y el derecho- a tal o cual intervención, a la anhelada transición. O sin abusar de la estadística: a nivel mundial menos del 0,5% de las personas se arrepiente y, en nuestro país, en 20 años se tiene registro de solamente 1 suicidio a causa de los “efectos” de una intervención. De esto último hay un sesgo, en tanto nunca un suicidio es por una sola causa.

V. Destino o síntoma

¿Hasta qué punto es posible o no un abordaje interdisciplinario en el cual por ejemplo un/a psicoanalista contribuya a subjetivar dicha transición? He aquí la discusión con la biomedicina. Porque de hecho muchas veces es justamente en función, no-sin, una intervención hormonal y/o quirúrgica, cuidadosa y coordinada, en que puede advenir la formulación de un síntoma. Introducir un tiempo de demora, tiempo de comprender, no equivale a demorar al otro. Lo segundo es más parecido a ser demorado por las fuerzas de seguridad. Esta clase de demora significa en verdad el intento por apaciguar la angustia del propio analista frente a lo no-binario.

El mito de lo irreversible se constituye como amenaza, y suele enlazarse a Otra escena, tal como sucede con cualquier amenaza. Va de suyo la equivalencia amenaza de irreversibilidad = de castración. Cuando dicho mito se revela como lo que es, resulta posible una elección menos forzada. Una intervención sobre el cuerpo cuidadosa puede permitir que alguien venga a hablar, y que ya no sea sólo un cuerpo, pasaje necesario de lo que llamamos histerización del discurso.

Es pueril asumir que alguien luego de operarse o transicionar dejará de hablar de su cuerpo. Seguirá molestando el cuerpo, pero será un poco más propio, y la dialéctica ser/tener un cuerpo nos sirve para pensar ello. El cuerpo no se obtura ni se forcluye si la intervención fue clínica. Esto quizás se deba al inconveniente del furor diagnosticandis que hace de lo trans un transexualismo, de éste un homónimo de psicosis y de ésta un déficit. Porque a su vez, ¿alguien dentro del campo de la psicosis no podría ser trans? Abrimos así la posibilidad de otra relectura del célebre historial de Schreber.

El psicoanálisis implica una despasivización del cuerpo, una despacificación. No somos promotores de cirugías, pero sí quizás de transiciones. Causamos el deseo, que es transición.

Llama la atención que se focalice y moralice en torno a una clase de transición, la que implica al sexo y al cuerpo. En otra época lo mismo ocurría cuando alguien transicionaba del clóset a la vida erótica, del matrimonio hacia el divorcio, etc.

No suele pensarse que previo a una transición hormonal, cosmética y/o quirúrgica lo que hay es la inhibición, es decir, un cuerpo puesto en un museo. En un psicoanálisis promovemos una transición hacia el síntoma.

Etiquetas: , , , , , , ,

Facebook Twitter

Comentarios

Comments are closed.