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Por Bárbara Pistoia
“Seguimos apostando al álbum, es como hacer películas”, responde Maxi Prietto a una de las preguntas que vía mail fuimos charlando para esta entrevista en Polvo. Líder de Los Espíritus y uno de los músicos más talentosos y universalistas que tenemos por estas tierras del sur, sus palabras no están sueltas ni son casuales. Desde el 30 de agosto está disponible en todas las plataformas digitales Caldero, el muy buen cuarto disco de la banda, que será presentado el próximo viernes 4 de octubre en el Teatro Flores a las 22 horas. El concierto tendrá como invitados a dos viejos conocidos, los hermanos Gali y Mohamed Camara, percusionistas africanos, nacidos en Conakri, que participaron del show en el Estadio Malvinas, allá por diciembre de 2017.
Es prácticamente imposible hablar de Caldero sin antes no pasar por la antesala. Hace unos meses, mientras encaraban los recitales veraniegos en Niceto, tres testimonios anónimos en un blog bastaron para empujar al cantante a un banquillo donde se lo acusa de abuso sexual y sacudir, así, la estabilidad de la agrupación. “Como es de esperarse, fueron tiempos cargados de emociones. Estábamos muy revolucionados, recibiendo un trato en las redes al que no estábamos acostumbrados”, cuenta Maxi, “la grabación de Caldero se volvió un espacio en donde estar unidos pese a todo, una especie de refugio. Por un lado, estaba el afuera, ese lugar en el que nos condenaban con mucha violencia y mucha desinformación, esas facilidades que brindan las redes y que desgraciadamente replican algunos medios. Pero, por otro lado, queríamos hacer música y que sea luminosa, no desviar la intención de nuestro propósito”.
Aunque, puertas adentro, también tuvieron que reorganizarse a partir de las desvinculaciones de Santiago Moraes y Fer Barrey, y de la decisión de no tocar más con la banda que tomó Francisco Paz, percusionista invitado. “Que algunos compañeros hayan decidido irse en ese momento y lo hayan hecho a través de las redes fue algo que no entendimos, pero de por sí todo era confuso”, admite Prietto, y agrega que, si bien esto fue una dificultad, nunca fue un impedimento, “de pronto éramos los que estábamos y todo fue un vamos para adelante”.
Los que estaban junto a Maxi eran, y son, los de siempre: Migue Mactas, Martín Ferbat y Pipe Correa, que además de tomar la composición del ensamble percutivo se convirtió en el chico de la tapa de Caldero, la primera en tener a uno de ellos, aunque más no sea de niño, en pleno despertar musical con su tambora. A Los Espíritus históricos se les sumó Santiago Córdoba en congas, incorporación que consolidó la misión de renovar la energía. “Estábamos en estado de alerta, pero no teníamos miedo, sino excesivas ganas de crear”, recuerda el cantante que, en su momento, también escribió unas líneas responsables en su cuenta personal de Instagram, en las cuales pidió perdón y reflexionó sobre los desdobles discursivos de la época.
Desdobles que caen, cada vez con más frecuencia y ligereza, en las definiciones más sombrías y punitivistas, “es que se confunde el derecho a manifestarse con el derecho a la censura, y eso no puede legitimarse. La censura dentro de la cultura es un retroceso. Pero, además, no sólo se trata de estar prohibiéndole al artista el derecho a trabajar y al público su derecho a ver el show que quiere, sino que detrás de un recital hay otro montón de laburo, de empleados de transporte, empleados del local, plomos, stages, un montón de personas que cuentan con ese trabajo y esa paga de fin de semana”. El problema acá es que no se puede decir “que se encargue la justicia” porque no hay denuncias en la justicia.
Metiéndonos de lleno en Caldero, a este nuevo álbum llegamos siguiendo el fuego, o al menos algunas llamas. Y no solamente desde las que flameaban en la tapa de su antecesor Agua Ardiente (2017) y de las que se replicaban en aquellas letras catárticas, políticas en su sentido más territorial. La manifestación de las creencias y el respeto al acto creativo, la oda al encuentro y a la unión de fuerzas son gestos musicales perceptibles desde que surgieron. Luego de escuchar las canciones nuevas y repasar los últimos meses, es casi imposible no tomar como un signo el nombre del flamante álbum: toda esa esencia ritualista ahora tiene su elemento central como gran denominador, y tal como el caldero shakesperiano, uno de los más famosos de la literatura, esta obra cumple una función casi oracular, renacentista y reafirmante.
Imposible no oír a las hechiceras de Macbeth bailando alrededor del propio y recitando “Redoblemos el trabajo y el afán, y arderá el fuego y hervirá el caldero”. Es a partir de esta escena que el alma de la historia cobra vuelo. Es a partir del primer segundo de Caldero que Los Espíritus nos invitan a danzar, porque, en definitiva, tal como suena en Motivos, el tema que inaugura el viaje, “motivos para llorar, tendrás siempre motivos”. Pero también nos lo reconfirma Maxi, “la música tradicionalmente cumple esa función, unir desde el cuerpo, desde el baile, generando ese espacio para el rito. Caldero propone esa unidad”.
Escuchando todos los discos seguidos, como un relato, se puede definir al primero como una concepción, a Gratitud como el embarazo, a Agua Ardiente el nacimiento y ahora, con Caldero, ya hay luz y pisada en tierra firme, las preguntas y reflexiones son otras. Lógicamente tiene que ver con la madurez de ustedes y de la banda, pero la mirada propia siempre es diferente a la que se ve de afuera.
Es interesante lo que decís. Coincido en que las preguntas son otras. No es lo mismo el nacimiento de un grupo, donde no hay antecedentes, donde no existen comparaciones con trabajos previos, que ahora que ya pasaron diez años. El peso que tiene un cuarto disco y nuestra búsqueda por la frescura nos llevan inevitablemente a lugares nuevos, músicas nuevas que creo que son más profundas que las iniciáticas. Cuando hicimos Agua Ardiente, mis letras estaban decididamente orientadas hacia el aguafuerte, la crítica social, un tinte más político que los dos anteriores no tuvieron. Y ahora ya no necesitamos insistir o remarcar lo que ahí dijimos, lo que sería forzar una identidad obstinadamente. Ahora tenemos estas canciones que ofrecen música para gozar, donde prima el ritmo, el trance, canciones que refrescan el rumbo.
Pero a su vez, y siguiendo la idea de cómo fueron moviéndose desde esa profundidad más oscura a una profundidad más luminosa, estas son las letras más existenciales, también las más directas, y con mucha generosidad para que se pueda disfrutar al máximo todo el telar sonoro que este trabajo ofrece. En la gacetilla hablan de “grabaciones nómades”, ¿hay también un proceso de composición nómade?
Desde lo musical es lo más parecido a un disco de género, si bien claramente no lo es, la comparación se puede dar por la intención de sostener un estado anímico. No queríamos que cambie de una canción a la otra, sino que funcione como una música mántrica. La composición comienza con una idea que llevo, por lo general indefinida, y después con la banda hacemos el trabajo fino. Algunas canciones surgen en el medio de los viajes. Cigarros y Tragos surgió en Medellín, caminando por la calle iba cantando el estribillo (se ve que estaba de buen humor). La primera frase de Motivos me apareció de noche durante un sueño en La Habana, me levanté y compuse el resto. Creo que los lugares inspiran, las canciones que surgen en momentos así, en los que estamos todos juntos yendo de un lado para el otro, parecen materializar algo de lo que estamos viviendo. Haber conocido La Habana fue algo impensado. Nuestro trabajo nos da la posibilidad de ir a esos lugares de donde viene la música que admiramos y, a su vez, en esos viajes, conocemos música nueva. Es una energía que se retroalimenta. Nos gustaría ir a África, poder conocer a la madre de todas las músicas.
Eso sería fantástico para todos. Está claro que el sonido crudo y originario de Los Espíritus se reafirma en el mixeado cultural, y Caldero parece amplificar aún más esta idea, porque también corre las fronteras del sonido más continental. Por momentos es hasta tentador jugar a qué paisajes o escenarios los fueron influenciando, y remarco paisajes y escenarios porque no se trata tanto de influencias musicales, aunque Motivos por momentos sí rememora a Los Rodríguez, el resultado general es más integral a los idearios que se pueden tener de las músicas regionales.
Girar nos acerca a otras cotidianidades y nos gusta dejarnos influenciar por todo lo que nos cruzamos en el camino. Las comidas, los olores, la forma de hablar. Hay una parte que tiene que ver con eso, pero quizás la más directa es la que se da desde el grupo humano. Ir de gira también es visitar disquerías y volver con discos que acá no se consiguen o ver a Henry Fiol en vivo en Medellín, compartir más tiempo con los compañeros de grupo. Todo ese ambiente va creando un universo que después nos nutre a la hora de componer. Para este disco teníamos la intención de dar un paso más allá en la búsqueda de la música de raíz, escuchamos mucha música de África, también mucha música Latina del palo de la bomba y plena de Puerto Rico, la salsa, el bolero, nos salimos del rock que es lo que más incorporado tenemos y al que podemos recurrir más fácilmente. La percusión tomó un rol más protagónico y ensamblado, le dimos más importancia en la grabación y en la mezcla. Queríamos que Caldero sea el disco más latino de Los Espíritus y aprovechamos todo nuestro paso por México, Colombia, Cuba y Ecuador para embebernos de ese aire.
— Y específicamente de Cuba se trajeron, además, la colaboración del músico callejero René Díaz Blanco, una participación hermosa pero también misteriosa, de esas que quedan pocas porque no se resuelve googleando. ¿Cómo se dio el encuentro y la decisión de sumarlo?
Sí, no hay mucha información de él seguramente. Cuando llegamos a La Habana, la primera noche fuimos al Malecón, estábamos tomando una cerveza y vimos a un grupo de son callejero. El carisma de René nos conmovió a todos. El golpe de su bongó, su sonrisa y su calidez, imposible no admirarlo. Nos invitaron a tocar con ellos a pocas cuadras de ahí y nos quedamos toda la noche tocando en la calle juntos. Después lo invitamos al estudio y participó en varios temas, fue muy divertido. Al día siguiente de la grabación nos invitó a su casa, preparó carne para todos. Esa disposición hacia el bienestar del otro, por encima del propio, es una enseñanza inolvidable. Todos sabíamos lo que le había costado prepararnos eso.
“Caballero, ¿qué es esto? ¡Dios mío, ampárame!”, canta René al principio de Plegarias antes de darle paso a la voz de Maxi, “algún día este pueblo entero será el cielo”. La síntesis poética, generosa con el clímax musical, crean uno de los momentos más conmovedores del álbum. Grabado en La Habana, en los estudios de la EGREM, este tema antecede a Destino, la otra pieza que no se registró en Plasma y que eterniza el paso por el Estudio Naranja de Bogotá y la fraternidad con el percusionista local Mario Kaona. El vuelo lírico, el sonido vibrante y la voz profunda de Maxi evocan a Miguel Abuelo mientras provocan su propia epopeya. La lista de invitados se completa con Bombino, el guitarrista africano con el que compartieron escenario en los Niceto del verano de 2018. “Esos días los recordamos con mucha alegría. Durante las giras, antes de salir a tocar, lo escuchábamos a él, poníamos Tar Hani. De pronto, estar tocando juntos, fue, sin dudas, un sueño hecho realidad”, cuenta Maxi no sin antes sembrar aún más entusiasmo: de aquellas zapadas todavía queda un tema grabado sin mostrar.
Caldero ya superó ampliamente las escuchas que cosechó al momento de su lanzamiento Agua Ardiente, lo que consolida un presente por demás fértil: Los Espíritus está en su pico más alto de escuchas a nivel mundial. Y esto también se traduce en la gran gira que tienen por delante. Antes de fin de año visitarán Ecuador, México, Uruguay, Chile y Colombia. En tanto, en nuestro país, entre los puntos ya confirmados para lo que resta del 2019 están La Plata, Rosario, Santa Fe Capital y Córdoba.
Etiquetas: Barbara Pistoia, Caldero, Los Espíritus, Maxi Prietto, Música, rock