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Por Luciano Sáliche
Impunidad
Cuando la impunidad ya estaba instalada en Argentina, efectivizada con la ley de Punto Final de 1986, la de Obediencia Debida en 1987 y los diez indultos de 1989 y 1990, aparece Krmpotic. Es un hecho maldito en el devenir de la impunidad de la dictadura genocida, una mancha que aún hoy desacomoda a cualquier desprevenido que se cruce con esta historia. Adrián Krmpotic pertenecía a la Organización Revolucionaria del Pueblo en un momento en que la lucha armada había caducado como método de transformación política de la realidad. En ese panorama desbordado de pasividad, la ORP decide secuestrar a Jorge Antonio Bergés —el Mengele argentino—, un médico de la policía bonaerense en funciones involucrado en la apropiación de bebés durante la última dictadura militar. El plan original era retenerlo hasta que el tipo dé la información que el Estado ya no le pedía: dónde están todos esos bebés apropiados que aún hoy, en 2019, la sociedad sigue buscando.
Todo está narrado en el libro de Carlos Mackevicius, publicado hace unos meses atrás por Ediciones Paco, bajo el liso y llano título de Krmpotic. Se trata de una entrevista a Adrián Krmpotic realizada en dos partes: una en octubre de 2013 y otra en mayo de 2018. Son cuatro capítulos, digamos: una introducción más que interesante donde el autor se propone dejar boyando una serie de preguntas para que el libro responda con la tenacidad del testimonio, las dos entrevistas y, sobre el final, el alegato de Krmpotic, pronunciado en 2007. El hecho ocurre el 4 de abril de 1996. Hay una camioneta esperando en la esquina y dos militantes armados que van a buscar a Bergés a la salida de su casa en Quilmes. Todo está calculado desde hace meses. pero algo sale mal: Bergés se escuda detrás de su mujer, corre y un disparo que intenta guiarlo hacia la camioneta lo hiere. Por cuestiones operativos —ya no es lo mismo retener a alguien que necesita atención médica—, deciden dejarlo.
La renguera de la democracia
“Algunas crónicas periodísticas contarán, luego, que en varios hospitales de la zona a los que fue trasladado el comisario se negaron a recibirlo al enterarse de quién se trataba”, escribe Mackevicius, y agrega: “De izquierda a derecha, la prensa —en muchos casos estimulada económicamente por el Ministerio del Interior a cargo del hábil Carlos Vladimiro Corach, en otros por idiotez, tibieza o mero ruinismo— se encargó de generar confusión reproduciendo las versiones de contrainteligencia elaboradas por el gobierno”. Krmpotic asume ser el autor de los disparos en el intento de secuestro, entonces cae preso para cumplir condena hasta 2006, cuando recuperó su libertad. Pero lo interesante del libro de Mackevicius no es la historia en sí —desde luego, tiene su épica, su tragedia y es un prisma para ver la historia reciente argentina—, sino que lo que se destaca en las 162 páginas es que el foco está puesto en el contexto, ya no en la bajada de línea ideológica —de la que es imposible escapar—, sino en el interés por ahondar en un barro complejo y delicado.

Miguel Etchecolatz y Jorge Bergés
Basta con comprender que, para ese entonces, las leyes de impunidad “habían clausurado por parte del poder ejecutivo, del legislativo y del judicial la vía institucional a la búsqueda de la verdad y de la justicia. En este contexto, ¿qué habría pasado si la operación sobre Bergés hubiera sido exitosa? ¿Cuál hubiese sido la vida política de ORP y de Krmpotic si hubieran logrado la confesión del apropiador, la posibilidad de acceder a documentos o información sobre el paradero e identidad de algunos de los hijos de desaparecidos robados por la represión? Estas preguntas que nadie se hizo y nadie se hará deberían, sin embargo, tener derecho a existir”, escribe el autor en la introducción. Esa son las preguntas que todavía hoy, 33 años después —casi la misma edad de Krmpotic cuando intenta secuestrar a Bergés, tenía 30—, vale la pena seguir formulando. Sobre todo en estos tiempos, donde la democracia parece volver a renguear en toda América Latina.
Encuadre ético
¿Quién es Adrián Krmpotic? Nacido en 1966 en Buenos Aires, es hijo de un oficial de la marina croata emigrado a la Argentina después de la Segunda Guerra Mundial —hay una interesante historia aquí también que se aborda en el libro— del que aprende algunas cuestiones ligadas al honor y a la política internacional. El ingreso a la militancia lo tiene en 1982, con Abuelas de Plaza de Mayo, a los 16. “La lucha reivindicativa no tiene bandera política”, dice en el libro, así como también que “en ese contexto era un absurdo plantearse la participación en procesos electorales”. La política es, entonces, una forma de vivir, ya no sólo de observar. Para 1987, cuenta, los militantes se debatían entre partir a combatir a Nicaragua, donde tenía lugar la Revolución Sandinista, o desarrollar una experiencia armada acá. “El hecho de decidir emprender una acción armada no implica un acto fundacional, sino la continuidad de algo que vos ya venís haciendo, que tu tradición política venía haciendo”, explica.
Desde el copamiento del cuartel de La Tablada en enero de 1989 por el MTP, el método político de la izquierda dejó de ser la lucha armada y todas las organizaciones —a excepción de la ORP, claro— se volvieron electoralistas. Y en eso estamos hoy. Ante la obstinación de la ORP, Mackevicius cede su respeto. Porque Adrián Krmpotic es un hombre con una perspectiva diferente, es decir, su ética tiene otro encuadre. Pero sigamos la cronología. Llega, entonces, la cárcel. Un primer googleo y hay poco sobre Krmpotic. Aparece, sí, una nota de septiembre de 2002 en Página/12: es una entrevista desde la cárcel. En la foto usa camisa, barba candado bien afeitada y rejas de fondo. Repasa la causa, desmiente versiones, aclara objetivos y dice, sobre el final, que “ahora hay que celebrar que los 20 millones de personas que no saben qué van a cenar esta noche estén pensando en cómo procurar comida y no limpiando ningún fusil”. Al mes siguiente, octubre de 2002, la Argentina alcanzó su pico máximo de pobreza desde el regreso a la democracia. Según el INDEC, 54,3%.

Adrián Krmpotic
Temporada en la cárcel
Las dos entrevistas reproducidas en el libro no hablaban sólo del secuestro, también las palabras se aflojan en cuestiones que componen la estructura de pensamiento de Krmpotic: lucha armada, dictadura, menemismo, kirchnerismo, trotskismo, revolución, derecho y pena. También, por ejemplo, se dialoga sobre su estadía en la cárcel, donde su estatus de preso político descolló. Sin embargo, pese a ese “acomodo” lógico dentro de la población carcelaria —organizó multitudinarias asambleas en la cárcel—, no pierde la mirada crítica del sistema opresivo. “No te dan comida en la cárcel. No hay comida. ¿Qué comida, de qué me estás hablando? No hay comida, se come lo que trae la familia, se reparte algo de mercadería en los pabellones, pero no hay comida”, dice con cierto ímpetu, algo que no ocurre seguido dentro del recorrido del libro. También que “es muy frecuente que a la cárcel ingrese un ladrón y salga un asesino”. Krmpotic se recibió de abogado.
Un Kirchner cabeza
En su alegato, leído el 7 de julio de 2007 ante la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal, Krmpotic habla con un estoicismo brutal, menciona casos similares de la historia argentina —por ejemplo Simón Radowitzky, Kurt Gustav Wilckens, Severino Di Giovanni y América Scarfò, que saborearon en mayor o menor medida el bocado de la épica venganza popular— y dice cosas como estas: “¿Acaso las FFAA no reprimieron, torturaron, desaparecieron, robaron niños y acallaron al pueblo para imponer la política económica que reclamaba la burguesía y sus partidos? (…) ¿Si un gobierno dicta leyes injustas que privan al pueblo del trabajo, o de salarios dignos, o de vivienda, o de justicia, o de educación, no es el deber de las mujeres y hombres dignos que habitan esta hermosa tierra resistir la aplicación de esas leyes?”
También afirma con vehemencia “que mientras existiera un argentino digno de la tierra que habita, los genocidas no podrían andar tranquilos por las calles”, y cierra así: “Soy el último preso de una organización que ya no existe y, sin embargo, no me siento derrotado”. En las entrevistas del libro, ese calor de los hechos baja y se lo lee rodeado de un humo más pensante, más reflexivo, pero nunca arrepentido. “Nunca se recuesta en la cómoda posición de pensarse víctima”, apunta Mackevicius, y lo define como un “un Kirchner cabeza”. En una época plagada de sobreinterpretaciones, simplificaciones y descontextualizaciones, no es fácil abordar la mancha Krmpotic. El libro lo hace con mucha justicia: pone su voz por encima de cualquier sesgo. “Que digan lo que quieran. Nosotros no torturamos a nadie” es quizás una de las frases más firmes de Krmpotic en este libro. Un tajo incurable a la teoría de los dos demonios y a la brumosa imparcialidad.

«Krmpotic» de Carlos Mackevicius
Krmpotic
Carlos Mackevicius
Ediciones Paco, 2019
162 páginas
Etiquetas: Adrián Krmpotic, Carlos Mackevicius, Dictadura militar, Jorge Antonio Bergés, Literatura