Blog
Por Viviana Nigro y Cristian Rodríguez
Un testimonio contra los totalitarismos
¿Qué parece reunir a June de “El cuento de la Criada” de Margaret Atwood y las palabras de Greta Thunberg en la ONU? Si no es por aquel relevo que permite decir de una vida violentada y arrasada.
Greta es una joven sueca que dice en la flamante Cumbre de Acción por el Clima: “¿Cómo se atreven? Ustedes se robaron mis sueños, mi infancia, con sus palabras vacías. Y aun así yo soy una de las afortunadas. Hay gente sufriendo, gente muriendo, ecosistemas completos están colapsando. Estamos al inicio de una extinción masiva. Y ustedes sólo pueden hablan de dinero, de cuentos de hadas y de eternas promesas de crecimiento económico. ¿Cómo se atreven?»
¿Acaso no son las mismas cuestiones que dirime la protagonista de la novela de Atwood acerca de ese extraño paraje distópico llamado Gilead, donde las mujeres atrapadas y esclavizadas son sometidas a una reducción por su función de vientre procreador, en una escena sexual tanto obscena como bíblica, ya que de allí surge la referencia a una procreación de la mujer fértil en las rodillas de la esposa estéril?
La cita del Génesis, también referida al comienzo de la novela, reza así: “y viendo Raquel que no daba hijos a Jacob, tuvo envidia de su hermana, y dijo a Jacob: “dame hijos o me moriré” / …”¿Soy yo, en lugar de Dios, quien te niega el fruto de tu vientre?/ Y ella dijo: “he aquí a mi sierva Bilhá, únete a ella y parirá sobre mis rodillas, y yo también tendré hijos de ella” Génesis, 30-1-3
La trampa está tendida desde los inicios y concierne a la lengua. Pero bien, ¿cuál es la atroz novedad que instala el capitalismo en el discurso contemporáneo? Que hace de eso, precisamente de la expropiación de la vida, una promesa póstuma. Una variante de una posverdad avasallante, que como también señala Greta en su discurso genial: “Dicen que nos escuchan y entienden la urgencia… no quiero creer eso porque si realmente comprenden la situación y aun así siguen fallando en actuar, entonces ustedes serían malvados.”
La Amazonia se cocina a escala global tanto como la distopía futurista de Atwood -para quien ya hay, más de treinta años después de establecida esta novela, una secuela llamada “Los testamentos”- encarna los horrores por venir en el contexto globalizado de la gran carnicería occidental que significó la Segunda Guerra Mundial. “Como nací en 1939 y mi conciencia se formó durante la Segunda Guerra Mundial, sabía que el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana” -esto escribe Atwood en el esclarecedor prefacio a la novela “El cuento de la criada.”
Allí resuenan los significantes posibles: criatura, inteligencia artificial, Babel, espíritu soterrado, computadores y Código Enigma, campos de concentración silenciados y fisión nuclear. Lo creado se transforma en un indecible horror que impulsa al sojuzgamiento de la lógica concentracionaria y el campo de exterminio globalizado. Criados y criadas en ese contexto, las generaciones sólo verán arder la dimensión ligada al apoderamiento de las vidas. La otra significación que propone la expresión “criada” es la de quedar reducidas a la pretensión de su servidumbre, sirvientes y de puertas para adentro.
Un yo metastásico
«Una falta de esa falta estructurante», como estrategia arrasadora y avasallante de instalar un nuevo yo, no ya psicoanalítico ni siquiera adaptativo, sino un «yo metastásico» sin superficie psíquica, sin cuerpo simbólico, sin abrochaduras en los tres registros, sin trenza, finalmente sin cuerpo, por lo menos tal como el psicoanálisis lo propone. Este «yo metastásico» no dialoga ya con ninguno de los niveles simbólicos del «yo píenso» cartesiano, ni tampoco con sus destituciones, y mucho menos con el yo freudiano ligado metapsicológicamente a lo inconsciente. Ya no es ni siquiera Borges imaginando en «Las ruinas circulares»: un hombre que sueña un hombre, y que este a su vez ha sido soñado por el reflejo de otro hombre anterior, como anterioridad lógica y no sólo pretérita. Y esa es la cuestión de fondo en las patologías de lo contemporáneo, no sólo la evidente falta de la falta -perfectamente situada posición imposible, como aniquilamiento-, propia de cierta enajenación al significante en la relación al discurso Amo, sino que incluso se ha producido un colapso, un colapso contemporáneo, posiblemente inédito, una devastación de eso que conocemos por cuerpo y nombramos cuerpo en relación con la división subjetiva. Tal vez se trate de una nueva dimensión que proponga un colapso de la relación del cuerpo al significante, que de constatarse por su condición de «no nacido» o más precisamente de limbo, se encuentre ya en un punto de «no retorno psicopatológico», y requiera por lo tanto de una nueva clínica psicoanalítica y de una nueva mirada psicopatológica. Este «yo metastásico» tiene la estructura de un desaparecido. Y es también el yo que Dick imaginó para sus “replicantes” en Blade Runner.
Una vez más -y esta sea tal vez una puerta de entrada a la cuestión clínica- nos preguntamos qué hacer con la emoción, perfectamente articulada por Freud a la pulsión, y que, a pesar de su condición desaparecida, persiste en los pacientes, aún bajo la tutela y la lógica de la anestesia simbólica y de la «eternidad imaginaria.»
Estado Paralelo
Dice Atwood: “En 1984, la premisa principal parecía más bien excesiva. ¿Iba a ser capaz de convencer a los lectores de que en estados Unidos se había producido un golpe de estado que había transformado la democracia… en una dictadura teocrática…? En el libro, la Constitución y el Congreso ya no existen; la República de Gilead se alza sobre los fundamentos de las raíces del puritanismo del Siglo XVII, que siempre han permanecido bajo la América -EEUU- moderna que creíamos conocer.”
Estas cuestiones éticas se encuentran hoy día en el meollo del debate por la ciencia y por lo que entendemos por ciencia. Lo interesante es el descentramiento, respecto de las prácticas contemporáneas de eso que se ha instalado históricamente como método científico y como centralización de los saberes proclamados. Es decir, de la instauración del saber totalitario. La revuelta se viene produciendo, ¿hacia dónde? Precisamente en la dirección que el psicoanálisis postuló.
Si aceptamos que este nuevo estatuto de la ciencia también retoma la propuesta lacaniana de una ciencia no sólo conjetural sino de lo real, una práctica de lo real, entendemos entonces de qué modo estamos intentando promover la discusión científica respecto del psicoanálisis -entre otras prácticas científicas- como ese nuevo lazo y estatuto de la ciencia contemporánea, que ya no podrá sostenerse ni en la idea -devenida de un cierto platonismo- de una epistemología científica gobernada por el paradigma, ni en la experimentación positivista del experimento objetivo.
A partir de aquí lo que ponemos en cuestión, al proponer una ciencia de la realidad, es precisamente: 1- la noción de realidad -no como «solamente» realidad psíquica, ya que la prueba de realidad concierne a una división que se produce en la metapsicología, un escenario en el nudo mismo de lo que entendemos por humano- y 2. el relevo de la noción de ciencia natural historicista por el devenir de una serie de ciencias de la naturaleza, donde la atribución -«de la naturaleza»- se hace corresponder con el retorno de una nueva ciencia, un nuevo lazo de la ciencia a partir de lo humano -la presencia del observador en el interior del «experimento»- y su devenir sobre los objetos así abordados.
«De la naturaleza», retoma también la cuestión freudiana sobre lo real del órgano y las representaciones inconscientes -o cargas- no asequibles a la conciencia, abordadas también por Lacan en la dimensión de la letra real– Esa cuestión por la cual el significante «cava lo real», y asimismo queda en la práctica psicoanalítica -transferencial, ligada a «los campos», también los campos gravitatorios- que no sólo hace con el órgano real sino que transforma el status quo de lo que entendemos por real, real del órgano, orgánico.
Tal como en “El cuento de la criada”, el paradigma se astilla por asfixiante que éste se proponga. Metáfora -como señala la autora- de una interpelación al Estado parapolicial, en un devenir que conocimos bien en estos últimos años en Argentina, enfrentados los grupos internos de la inteligencia de las fuerzas de seguridad, la Embajada de los EEUU por detrás, y en la pulverización de la división de poderes, empezando por el Judicial y la conformación de un Estado Paralelo.
La chispa de la vida
Como en la famosa publicidad de Coca Cola que rezaba: “la chispa de la vida, Coca Cola”, hay en este influjo alineado de una humanidad al servicio de la producción utilitaria, la propuesta de una chispa que no sea más que una ignición para el emplazamiento de la vida maquínica, del consumo ciego y de la vida como servicio pleno. La dimensión cercana al dogma totalitario del capitalismo y a la equiparación pauperizante de una religión por sumisión al Amo de la iglesia de turno, eso que Lacan señaló perfectamente respecto de una moral pasivizante por efecto del sentimiento de culpabilidad, así relanza Atwood esta cuestión espinosa en el modo en que la criada, protagonista de la novela, establecida como vientre dador, es nombrada en la novela. Dice la autora:
“Cuando empecé, El cuento de la criada se llamaba Offred, el nombre de su personaje principal. Está compuesto por el nombre de pila de un hombre, Fred, y el prefijo que denota posesión: es como el “de” en francés… El nombre insinuaba también otra posible interpretación: offered, “ofrecida”, que aludía a una ofrenda religiosa, o una víctima ofrecida en sacrificio.
El psicoanálisis, en su relación dialéctica y también clínica entre teoría y praxis, propone el método hipotético deductivo en la configuración de su cuerpo teórico y en los desarrollos permanentes que en el interior de éste se producen, y la inducción experimental en el abordaje clínico especifico de la intervención -en el dispositivo llamado transferencia- sobre los emergentes clínicos psicopatológicos y metapsicológicos de lo inconsciente.
El psicoanálisis, de fundamentación científica y experimental, ligado a la experiencia clínica directa en la relación con los pacientes, y en particular con el lenguaje allí puesto en situación, sienta las bases de esta serie de ciencias de la realidad y de la naturaleza, y en su ética del deseo desguaza la consistencia de los objetos radicalizados a los que son aferradas y sacrificadas las vidas humanas.
Tanto como Greta, que proclama en ese mismo discurso hace pocos días en la ONU: “El mundo está esperando. Y el cambio viene, les guste o no», o como Atwood en el cierre de su introducción “¿quedarán ocultos y reprimidos sus mensajes? -el de las criadas cautivas-… Mantengamos la esperanza de que no lleguemos a eso. Yo confío en que no ocurra.”. Ambas parecen bañarse en el río de la memoria de la militancia de Luther King y sus famosas palabras pronunciadas en su discurso en Washington, en el ojo del poder mundial, durante 1963: “Tengo un sueño”, antipredicción sobre los horrores siempre agazapados que terminarían con su vida de un modo violento y anticiparían -de algún modo- Vietnam y su propia muerte.
“Pero 100 años después debemos enfrentar el hecho trágico de que el negro aún no es libre. Cien años después, la vida del negro es todavía minada por los grilletes de la discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra.” -de la misma “Introducción” de Margaret Atwood-.
Nosotros, los negros, los invisibles, los soterrados, los esclavizados, los nombrados por el Discurso Amo. Al decir nosotros, los que en ciernes escribimos nuestro propio nombre.
Si la desenajenación es imposible salvo a condición de su experiencia parcial -así como lo señala la relación de objeto en psicoanálisis-, del mismo modo, el amarre del individuo contemporáneo a esta serie residual de imposiciones y arrasamientos del vínculo social, están por discutirse. Los alcances del psicoanálisis no sólo como práctica clínica del lazo social sino como teoría política del hacer lazo comunitario y como teoría del acto, propone un extramuros, una invención subjetiva y un nuevo lazo social. Tanto como Margaret y Greta, parece reescribirse y fundarse en un neologismo poderoso y vital, anagramas más allá de los sinuosos y aplastantes dominios de Gilead.
Etiquetas: Cristian Rodríguez, Greta Thunberg, Margaret Atwood, Psicoanálisis, Vectorclínico, Viviana Nigro