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19-12-2019 Entrevistas

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Por Rocío Cortina

En su novela Cuaderno de V (Mansalva, 2019), Virginia Ducler narra la historia de Vica, una mujer que recuerda haber sufrido abusos por parte de su padre durante la infancia. Uno de sus hermanos es aliado en el abandono de la amnesia, el enfrentamiento al padre y la denuncia. La novela está dividida en tres partes o sueños —como la autora eligió titularlas— y, aunque es la historia de Vica, es también la de Ducler: se trata de una ficción basada en hechos reales que hasta incluyó un proceso judicial. 

“Cuando mi padre supo que se publicaría la novela, me demandó por calumnias e injurias y usó este libro como prueba. Y mi hermano, que fue mi abogado y mi testigo, lo usó como prueba de los abusos. Mi padre lo leyó buscando elementos para sostener su demanda. En la querella el libro ocupó un lugar protagónico”, explica la autora rosarina. 

Esta entrevista telefónica con Ducler comienza con una equivocación. Cuando le pregunto a la narradora por su nueva novela, en lugar de llamarla Cuaderno de V, la confundo y digo Diario de V. Ella  me corrige con amabilidad y yo sonrío, sin embargo, a partir de ahí la conversación cobra otro sentido. Algo del diario como género literario flota y se suspende. 

Cuaderno de V es una novela. A partir de este furcio con el título, surge la pregunta: ¿Crees que podría haber sido un diario de tus recuerdos, al estar basada en elementos autobiográficos? 

Podría ser un diario porque es un registro de lo vivido, aunque está ficcionado por autoprotección, para tomar distancia. Hay intimidad entre la escritura y el narrador y entre lo narrado y el lector. Una periodista incluso la definió como precuela, porque hace unos diez años escribí una novela donde el eje es un diario íntimo de la protagonista. En aquella historia usé mi vida como materia prima para escribir: hay dos familias enfrentadas por temas de dinero en una quinta en las afueras de Rosario y ese diario es sustraído por una amiga que se lo muestra a todo el mundo. Y hoy pienso, qué loco, es lo que pasa en esta novela, me estoy desnudando completamente y la reparto a todo el mundo. 

¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela? 

La escribí a medida que recordaba abusos en la infancia. Están vinculados el devenir del recuerdo y la escritura. Primero uno de mis hermanos —yo soy la más grande, tengo tres hermanos varones más chicos— recordó un abuso. Era octubre de 2016. Empezamos a hablar mucho, ahí recordé yo y escribí, porque escribir es mi manera de habitar ese recuerdo tan doloroso, de pensarme, de sentir y estar en el mundo. Empecé con fragmentos de algo que yo no sabía que sería una novela. En un punto es como si se hubiera escrito sola, había una novela adentro mío esperando el momento para salir, como si toda la vida me hubiese preparado para esto. La razón estaba como suspendida, acomodando las cosas. Fue un proceso muy visceral, esta novela fue escrita con el cuerpo. Llevó unos seis meses este proceso tan doloroso, y después un año en total el trabajo de pulir, corregir, reescribir y darle forma de novela. Luego le mandé el libro a Francisco Garamona, editor de Mansalva, pensando que no lo iba a leer porque son editoriales que tienen mucha demanda. A la semana me respondió: son las tres de la mañana acabo de leer tu libro y estoy llorando, lo quiero editar.

¿Cómo construiste el pasaje de la no ficción a la ficción?

Desde hace años uso mi vida para construir ficción, no me resulta difícil. Pero la vida es desprolija, tiene hilachas, y si la transcribo tal cual es, no sirve para una novela. El pasaje de no ficción a ficción en principio incluyó el cambio de todos los nombres de los personajes. El impulso me lo dio el primer sueño. Lo que sucede en la infancia es no ficción y el modo en que recordé, también. Luego hay grandes metáforas que sostienen ese decir tan difícil, que son la muerte de la madre al comienzo y el padre que es juez. Con mi madre viva no podía escribir la ficción: es una metáfora fuerte porque desde noviembre de 2016 no vi más a mi madre. La historia pidió que aparecieran esos hechos. También hay pasajes con mi hermano que son ficcionales, pero que podrían ser reales: son muy verosímiles. Creo que toda ficción es autobiográfica y toda autobiografía es ficción. Es un tema de debate. ¿Dónde está el límite, ese borde? 

¿Cuánto influyeron las acciones del colectivo Ni una Menos en este libro? ¿Existe un vínculo?

Yo no milito, pero no se puede negar el apoyo de esta red de mujeres que contuvieron y escucharon durante la querella de mi padre. Entre ellas un grupo de escritoras de Rosario, La Palabra Colectiva, que hicieron un comunicado brindándome su apoyo. Sin esta escucha social no hubiera podido hablar ni recordar. Es muy importante lo que pasa ahora con este tema. Significa saber que te van a escuchar y te van a creer. No estoy aislada de la sociedad, aunque por mucho tiempo pensé que sí. Para mí la escritura es una tarea solitaria. Puede sonar soberbio, pero nunca fui a talleres literarios, porque no se me ocurrió. 

¿Qué significó escribir esta novela? Muchas veces se habla de la literatura autobiográfica en términos de sanación o de curación. ¿Qué pensás de eso?

El arte es alquimia. Cuaderno de V significa poder transformar lo atroz en algo que está fuera de mí. Yo podría haber elegido la vía judicial para denunciar a mi padre, pero esto era revictimizarme. En cambio decidí  hacerlo con una novela y crear un objeto que está fuera de mí. Yo tengo el poder y me salvó, porque salgo de víctima. Esta novela de algún modo me sanó, antes de escribirla era otra persona. Siento que me dediqué a la literatura para escribir esto. A los ocho años, ante el fracaso de contarle a mi mamá que yo había descubierto que era mi padre quien venía a hacerme cosas, y que ella me retara y me dijera que era mi imaginación, me prometí que cuando fuera grande se lo diría a todo el mundo. Y pensé: ¿cómo voy a hacer? Lo voy a escribir y lo voy a repartir. Con este libro cumplí aquella promesa de los ocho años. Y lo que más me sana hoy es saber que puede ayudar a otras mujeres que sufrieron abusos, por todas las devoluciones que estoy teniendo. Todos tenemos una herramienta para sanarnos. Hay que buscar adentro de uno qué tenemos para curarnos. Yo tengo a la literatura. 

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