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Por Ramiro Guardia
El 2020 tiene la particularidad de ser un año bisiesto. Las cosas siempre son más calmas cuando las esperanzas están renovadas. Se respira un clima psicológico donde bajaron los niveles de estrés. El pos fiesta convierte a la sociedad más tolerante. Claramente, ese aire de tranquilidad es escurrido prontamente como agua entre los dedos. ¿Cómo estará el mundo de acelerado que hasta el Papa perdió la paciencia con un feligrés? En los conflictos globales persisten las fuerzas del bien y el mal que siguen luchando. Esperemos que prevalezca la luz por sobre la sombra
Durante esta semana, se cumplió un centenario del nacimiento de Isaac Asimov. Él mismo predijo en una conferencia desarrollada en el Instituto Humanista, realizada en enero de 1989, que cuando Brasil empiece a cortar los bosques del Amazonas “además de generar destrucción en la vida animal y vegetal en la naturaleza también estaríamos perdiendo información valiosa que producen esos recursos sin poder descubrir avances en medicina. Consigo también llevaría a recortar la absorción del dióxido de carbono, alterando el clima y la atmósfera». Manifestando que el bosque del amazonas le pertenece a la humanidad.
Contrariamente, en relación a los incendios ocurridos en agosto del 2019 en la selva amazónica, el líder ultraderechista Jair Bolsonaro manifestó justificándose y desligándose de cualquier tipo de responsabilidad que «es una falacia decir que es patrimonio de la humanidad y es un error, como atestiguan los científicos, decir que nuestros bosques son el pulmón del mundo». Los bosques son consumidores de dióxido de carbono, y claramente, el cambio climático es una problemática que trasciende a todos los habitantes del planeta.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hay un estimado de más de 7550 millones de personas en el planeta. Cada una de las personas colabora al calentamiento global a través de lo que produce y consume generando la liberación de gases, contaminación del agua y erosión de los suelos. Es una guerra invisible entre nosotros mismos. Detrás, hay unos pocos que dominan la tecnología y permiten que este experimento social suceda. Entre tanta información quien domina el flujo de la variable entre la vida y la muerte tiene el poder de establecer el sistema social.
En otras de las novedades ocurridas recientemente, un científico chino llamado He Jiankui fue condenado a prisión por haber editado el código genético de múltiples fetos. El padre de las gemelas es una persona con VIH. Su argumento estuvo basado, según informan los medios, que lo hizo con el fin de prevenir que los descendientes adquirieran la infección por el virus del sida. Los bebés ya nacieron. Sin dudas, mientras Julian Assange siga preso más lejos de la verdad, o lo que está sucediendo y no conocemos estaremos.
La impresora 3d, la nanotecnología y los androides ya son un hecho real y no de ficción. El evento ocurrido con las gemelas refleja la punta del iceberg. ¿Qué se oculta en el deep del conocimiento humano en el 2020? Transcurrieron ya muchos juegos olímpicos donde hombres y mujeres llevan el cuerpo al límite de lo natural superando record’s, buscando la perfección. La mayoría de los deportes proviene de prácticas de entrenamiento bélico. Paralelamente, en la disputa por mejorar el cuerpo humano, ¿qué tan lejos esta el ser humano en generar a un cuerpo resistente a enfermedades? Quizás el científico chino tenga la respuesta.
En otro ámbito, actualmente, el régimen impuesto por el lenguaje heteronormativo perdió legitimidad. La lucha en los nuevos discursos problematizan las identidades que desprenden del cuerpo y de la sexualidad. En libro “El Banquete”, en el monólogo de Aristófanes, Platón nos relata el mito del andrógino. Existía en aquel tiempo una clase particular de ser humano que reunía en sí a los dos sexos: el sexo femenino y el sexo masculino. Eran redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y, por supuesto dos órganos sexuales. Estaban unidos por el vientre y por medio de su vigor y fuerza creyeron posible atentar contra los dioses. Zeus los castigó partiéndolos por la mitad. Apolo los curó dándoles la forma actual que tienen ambos sexos. La diferencia nos hace débiles.
Muchos relatos operan ramificándose fuertemente en el inconsciente de las personas desde la Biblia hasta Netflix. El mundo actual está enjaulado entre pantallas, que generan nuevas adicciones en los hábitos gestuales. Constantemente, entrando y saliendo en la red que atrapa en la convergencia por saber la hora, la temperatura, las noticias, lo que hacen sus pares o lo que la curiosidad invita a buscar.
Automatizados, viajamos en transporte hacia un trabajo en el que permanecemos encerrados un lapso de tiempo, haciendo la fila para comprar comida en el supermercado o esperando a que lleguen los días no laborables en este eterno rutinario ciclo de la vida. “Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía” respondería el existencialista Albert Camus fallecido el 4 de enero de 1960 en un accidente de auto. Una muerte absurda en la parábola de la vida.
“Lo principal en el cielo y en la tierra es obedecer largo tiempo y en la misma dirección: a la larga resulta de ello algo por lo que vale. Queda en esta tierra, la virtud, el arte, la música, la danza, la razón, el espíritu, algo que transfigura, algo refinado, loco o divino, que valen la pena vivir” manifestó Nietzche.
Greta Thunberg cumplió 17 años el 3 de enero pasado. La revista Time la mencionó como personaje del año pasado. Mientras continúa los incendios en Australia, Bolsonaro se burla de su figura. Un presidente de un país con más de 200 millones de personas arremete a una joven activista que intenta mejorar el mundo. Todo apunta a que en la lucha entre el bien y el mal hay decidores que inclinan la balanza hacia el mal. Como es el caso de Siria donde tiene la tasa de mortalidad infantil más alta a nivel mundial. Seguramente, allí no lleguen los reyes.
Entre tanta hipocresía, la fe nunca se pierde y mantenemos la idea que las nuevas generaciones siguen siendo la esperanza. Que el futuro no sea de una visión apocalíptica. ¡Feliz año!
* Pintura de portada: «Adán y Eva en el paraíso terrenal» de Johann Wenzel Peter (Karlsbad 1745 – Roma 1829)
Etiquetas: Albert Camus, Greta Thunberg, Isaac Asimov, Jair Bolsonaro, Ramiro Guardia