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13-01-2020 Notas

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Por Sofía Rutenberg y Julián Ferreyra

Según Jorge Lanata, Alberto es “el Rivotril de Cristina”. Así lo afirmó luego de criticar de manera soez al Gobernador Axel Kicillof, en una entrevista en vivo que le dio a Nicolás Wiñazki desde el sanatorio donde se encuentra internado: “Ahora lo que estamos viendo es que [el Presidente] Alberto [Fernández] funciona como un rivotril de [la Vicepresidenta] Cristina [Fernández de Kirchner], nadie sabe por cuánto tiempo lo va a tomar, pero si fuera por ella tendríamos más relaciones de las que hay con Maduro y veríamos otro tipo de gobierno».

Ética freudiana

Psicopatología de la vida cotidiana (1901) es la obra freudiana que tuvo el gesto ético y político de hacer de la fenomenología común -sueños, lapsus, actos fallidos, y sus respectivos mecanismos- la piedra angular de una teoría del psiquismo; una concepción de sujeto que ciñó los fenómenos y procesos anímicos comunes a los enfermos, neuróticos, y a los “normales”. Este movimiento en el interior de la psicopatología de la época puede leerse como una politización de la vida cotidiana; o lo mismo, una discusión de las categorías de normal y patológico, así como fundamentalmente de considerar las mismas como antitéticas.

Vigilar y empastillar

Muy por el contrario, la psicopatologización de la vida pública, de los actos políticos, del poder, de dirigentes o personalidades destacadas, es al mismo tiempo una banalización de la crueldad, así como lo propio de la biomedicalización de las relaciones; y también el efecto del rechazo a lo político. ¿Qué es lo político sino conflicto? ¿Qué es un Rivotril sino una de las tantas tecnologías para sepultarlo?

En los dichos del periodista una vez más se comprueba que la psicopatologización de la política no sólo es profundamente estigmatizante y machista -el varón “tranquilizando” a la mujer- sino que también, y sobre todo, encubre una pueril y berreta lectura de sentido común de la política y del poder.

Loca con poder

La ecuación psiquiátricamente perfecta es traducir el poder político de una mujer en locura. Si está loca tienen el permiso de empastillarla: ¡qué mejor que sea un hombre el que realiza el acto medicamentoso, el que frene y acote la locura con su mera presencia! El hipnotizador, el que viene a poner orden, el palito en la boca del cocodrilo. Basta con ver las imágenes de Charcot presentando a la histérica semi desmayada ante los discípulos hombres.

Todas las mujeres que ejercieron o ejercen poder son caracterizadas negativamente: soberbia, desquiciada, gritona, mandona, enojosa, histérica, bipolar. El poder en las mujeres es obsceno, y es necesario rebajarlo con un Rivotril.

«Maníaca. Depresiva. Psicótica. Caractericemos. Encuadremos. Traguemos la pastilla», dice un poema de Marisa Wagner.

Las mismas características en un hombre son signo de autoridad y seriedad. Una mujer que quiere agradar, gustar y entrar en la categoría de estar-cuerda tiene que borrar todo lo referente al poder: calladita, prolijita, una yegua mansa. Si el intelecto es un obstáculo para ser «verdaderamente femenina», hay que quitarlo del medio, y el modo sigue siendo la psicopatologización de cualquier capacidad de conducción política. Se las quemaba en una hoguera, ¡ahora se las empastilla!

Encontramos una actualización de un fantasma ya conocido: “el doble comando” ella y Néstor Kirchner.

La amistad varón-mujer

La amistad entre un varón y una mujer, la que en este caso mantienen Presidente y Vice, es una amistad no idealizada: estuvieron muy peleados, y para colmo no son exactamente iguales ni piensan en todo idéntico. Por eso esta clase de amistad suele ser fuertemente rechazada, al punto de ignorarla, omitirla. El Presidente lo ha dicho en más de una ocasión ante la insistencia, descrédito y desconfianza de periodistas: “no me puedo hacer cargo de sus inseguridades, Cristina es mi amiga, ella cumplirá funciones de Vice, yo de Presidente, y no va a haber fracturas porque somos muy amigos y no nos vamos a volver a distanciar”. Se trata de una amistad interesante ya que no hubo una mera y neurótica compensación. No pareciera, aunque es especulativo, que uno u otra “cedió”; no pareciera una mera alianza, sino lo propio de una relación [de amistad]: esa que implica conflicto, que une y mejora a causa del conflicto. Una amistad en el mejor de los sentidos sintomática.

Por eso es necesario ir más allá de todo psicologismo o psicoanalismo, esto es, o bien que ella lo feminiza o bien que él la morigera.

Democratización de la vida cotidiana

Es probable que la impotencia de Lanata por no decir desde hace rato algo inteligente, genuinamente provocador, antihegemónico, original, subversivo, lo lleve al ejercicio de una poderosa burrada.

Como trabajadores del campo de la salud mental, pero ante todo como ciudadanos, urge repudiar este y cualquier acto de psicopatologización/psicologización de la política y la vida pública: democratizar la política y vida cotidiana.

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