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Por Luci Rennella
Jimena Barón promocionó su nuevo tema del mismo modo que las redes de trata a las mujeres que prostituyen: imitó los famosos papelitos prohibidos por ley por ser una de las vías en las que los explotadores consiguen a los mal llamados “clientes”, a los puteros. Pero La Cobra tuvo excusa: “Fue un método con el que intentamos hacerlos replantearse cosas y debatir”. Sucede que la explotación sexual no se debate, con el proxenetismo no se negocia, y a las pibas no se las entrega.
Jimenas hay pocas
La mujer con dinero jamás tiene que preocuparse por tener que chupar 30 pijas en un día para poder comer. La mujer con dinero jamás tendrá que preocuparse por un embarazo no deseado: aborta y vive. Jimena levanta la bandera de las “trabajadoras sexuales” desde un lugar de privilegio. No tiene idea y jamás tendrá que hacerse una. Nunca va a cruzársele por la cabeza la prostitución, porque si Jimena quiere dejar de cantar puede seguir siendo modelo, actriz. Ella se las puede arreglar. El 99% no. El 99% no es Jimena. La mujer en situación de prostitución no está allí siguiendo su “deseo”, sino la necesidad material. ¿Jimenas? Jimenas hay pocas.
Las de AMMAR representan el 1%. Y se atreven a llamarse feministas, cuando como bien dice Rosana López Rodríguez: “La idea básica de este “feminismo” que reivindica que con nuestros deseos y nuestros cuerpos tenemos derecho a hacer lo que queramos, es la negación del carácter social de la vida”. Es la negación misma del patriarcado. Pero se las aplaude. Lograron que miles de pibas les hagan la segunda y usen la remera de “puta feminista” creyéndose revolucionarias. No saben o no quieren ver que es el capitalismo queriendo mercantilizar nuestros cuerpos. No saben o no quieren ver que AMMAR es la cara del Lobby Proxeneta argentino. Que las dirigentes que tanto dicen amar a las mujeres, a las putas, tienen causas y condenas por proxenetismo. No por nada te lo dicen en la tv que saben dónde están las pibas.
Volviendo: AMMAR y quién se nombre trabajadora sexual es y será el 1%. Son el deseo individual, son las chetas aprovechando el silencio de las marginalizadas para levantar banderas que sólo las beneficiarían a ellas, a los proxenetas, y a los puteros. Son el 1% y basta con dejarlas hablar: Eva, amiga de Georgina Orellano -Sec. Gral. de AMMAR-, contó en Revista Anfibia: “Mucha gente que no conoce el trabajo sexual cree que chupamos 30 pijas por día. No es cierto. ¡Seríamos millonarias! Por eso los viejos son mis favoritos, cogen poco y pagan mucho”. Esa no es la realidad de ninguna mujer ni travesti en situación de prostitución. Ellas no pueden decidir ni cuándo, ni dónde, ni con cuántos. Hablan por las 5 mujeres que lo hacen por amor al arte en un mundo donde el 99% lo hace porque fue secuestrada y obligada o porque no tienen comida en la plato.
En AMMAR hay también mujeres de bajos recursos levantando la misma causa y acá hay que hacer un paréntesis. AMMAR funciona como una iglesia: se aprovecha de los marginalizados para darles la ilusión de comunidad porque sin esas voces el poder y el alcance no sería el mismo. AMMAR se aprovecha de las mujeres en situación de prostitución, las invita al cuento de hadas y les piden que pasen a llamarse “trabajadoras sexuales” cuando su situación puertas adentro no cambia. Utilizan a esas mujeres para levantar banderas mucho más siniestras. ¿Y qué mujer en esa situación de marginalización no va a querer encontrar cierta idea de comunidad? Pero no se confundan, llamarse Trabajadora Sexual y ponerse la remera y tomar mates con Orellano una vez por semana no las saca de su situación de violencia y abuso. El lenguaje no cambia la realidad. Sólo a AMMAR le sirve que se hagan llamar así.
Por ejemplo, Claudia Brizuela está acusada de otorgar mediante Ammar-Capital una pantalla de legalidad a una red dedicada a la trata y explotación sexual. En algunos casos la afiliación habría sido requisito expreso de sus mismos explotadores al momento de ingresar al prostíbulo.
Otro ejemplo, referente de AMMAR, María López Villagra, fue condenada a prisión por los delitos de trata de personas con fines de explotación sexual bajo la la modalidad de captación y acogimiento: les prometía que contarían con un abogado para que las representase si se unían Ammar.
Teresa Godoy, titular de la sección neuquina de AMMAR, imputada por el cargo de “facilitación de la prostitución” en calidad de autora. Según el fiscal de la causa, “la Tere” explotó económicamente su ejercicio de la prostitución mediante la retención de un porcentaje, a veces superior al 50 por ciento de lo recaudado, de 13 mujeres argentinas y dominicanas.
No te separo nada
“Cuando rápidamente salen a sostener que la prostitución no es trata,
para qué se las trata a las mujeres? Para la prostitución.
¿Cómo hacemos para correr rápidamente
a las sujetas de la situación?”
Lohana Berkins
Las que pedimos derechos para las putas son y fuimos siempre las abolicionistas. Fuimos nosotras las que hicimos que no sean perseguidas y metidas en cana porque las vemos como víctimas y no como mercancía. “Separen el trabajo sexual de la trata”, suele escucharse, pero incluso en un país que legalice la prostitución, el “cliente” siempre será el mismo: un varón que cree que a cambio de un billete la mujer o niña le pertenece. Y no nos confundamos, cuando se legaliza la prostitución la trata de personas no desaparece: aumenta. Porque al decir que es trabajo, la demanda crece y así el tráfico de personas, porque ahora incluso estaría siendo avalado por el Estado. Entonces, ¿cómo vamos a dejar a las pibas en manos de los puteros? ¿Creemos que estos van a preguntar antes de bajarse el pantalón si es mayor de edad? ¿O si son “trabajadoras sexuales” o están siendo explotadas? No. El putero va a saciarse y nada más.
«Separen el trabajo sexual de la trata», dicen, pero no entienden que lo que AMMAR pide es justamente lo contrario; ellas quieren darle un marco legal a la explotación; que las mujeres prostituidas pasen a estar sindicalizadas, reglamentadas, así se vuelve más difícil probar que están siendo explotadas (osea, se le facilita el negocio al proxeneta). Si justamente según la ley argentina la prostitución es una actividad lícita, siempre y cuando no haya trata ni explotación de personas y se ejerza voluntariamente: ¿qué es lo que busca legalizar AMMAR? La figura del proxeneta. Que un hombre (o mujer) pueda tener 4 mujeres en un departamento, explotarlas y quedarse con la mitad de lo que el putero «paga por ellas». Para AMMAR eso pasaría a llamarse “trabajar en relación de dependencia”. Lo mismo con el argumento de que si se legalizara se formalizarían “60 mil puestos de trabajo”. Traducción: hay 60 mil mujeres pobres que caen en la prostitución por falta de alternativas. Estamos hablando de un problema estructural, no individual.
“Trabajo sexual” a la prostitución, «intermediarios” al proxeneta, “trabajadoras sexuales con malas condiciones de trabajo” y “mujeres que trabajan en relación de dependencia” a las víctimas de trata. Las palabras importan y el feminismo lo sabe. ¿Qué pasa con el modo del capitalismo de endulzar el lenguaje para hacernos creer que así la situación de explotación cambia? ¿No conocíamos ya esa estrategia?
Bajo la lupa feminista
“La recuperación del cuerpo es uno
de los actos más fuertes de libertad.”
Lohana Berkins
¿Como pasar por alto que este es un negocio para varones? ¿Cómo pasar por alto que la demanda son ellos? La legalización jamás va a significar algo bueno para nosotras. Porque una sociedad igualitaria no compra mujeres. Porque este sistema se creó desde un principio para el placer del putero y no de las putas. Allí adentro, en la habitación, tu cuerpo no te pertenece. Allí adentro, en las palabras de Sonia Sánchez: “la identidad de la puta desaparece y tu cuerpo se vuelve un objeto de uso y abuso”.
Las feministas analizamos el detrás de todo lo que la sociedad dice debemos aceptar. Maquillaje, depilación, matrimonio, heterosexualidad obligatoria. Todo lo metemos bajo la lupa para pensar si realmente estamos eligiendo tales cosas o si no se trata más bien de un sistema que quiere hacernos creer que somos libres, que todo lo decidimos, cuando no es así. ¿Por qué habría que hacer una excepción con la prostitución? ¿Por qué se pasa por alto que estamos hablando de la explotación más antigua hacia las mujeres? ¿Y que se origina a partir de la idea de que el hombre tiene derecho a comprar mujeres?
Incluso para quien se haga llamar trabajadora sexual allí adentro en la habitación, sobre la cama, una vez entregado el billete; ¿quién garantiza que el tipo se va a poner el forro? ¿Quién garantiza que no te va a coger analmente incluso cuando le avisaste que solo das “servicios vaginales”? Ahí dentro nadie garantiza nada. Enfermedades sexuales, golpizas, escupitajos. El hombre que paga por sexo paga por poder. Y las feministas sabemos que en el poder las reglas del juego se anulan, más cuando el sujeto somos nosotras.
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