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Por Viviana Nigro y Cristian Rodríguez
Renacer
En el Evangelio según San Mateo de Pier Paolo Pasolini (1964), se narra la historia de Jesús desde su nacimiento hasta su resurrección. Allí vemos también un Cristo revolucionario y revulsivo, un auténtico interpelador de su época y del status quo del poder canónico.
Ese Cristo es el de una cristiandad que sesgó y prospera más allá del Catolicismo, con un empuje más amplio y abarcador que también incluye referencias católicas como los curas de la opción por los pobres o los curas tercermundistas. En este sentido, no es estrictamente lo mismo Catolicismo que Cristiandad. El catolicismo propone un acto de fe que culmina en la crucificción y para el cual la resurrección es apenas una concesión a la liturgia de la compasión y la resignación.
La Cristiandad, por el contrario, más abarcativa y fundacional por cierto, es ante todo subversión de los órdenes y sentidos canónicos establecidos, es revolución, y supone la división subjetiva porque fundamentalmente se sostiene en el renacer. La Cristiandad, tanto como movimiento, como en su posición de interpelación al dogma de la religión judía de referencia, es un nacer de nuevo, un procurarse un nuevo nombre, un propio nombre. Eso se parece bastante a un recorrido de análisis y por supuesto dista de cualquier teología. Se parece más a una posición para la liberación que a una iglesia y a una religión.
La de la Argentina abunda en esta cultura de la desmentida y la crucificción, y estrictamente es el gesto que le piden a Cristina cuando en el acto de asunción en el Congreso de la Nación, se impacientaron y se indignaron con ella porque no saludó al verdugo -investido en presidente durante cuatro años- y a su profuso andamiaje de control represivo, entre la doctrina de la seguridad interior y el Law fare –guerra judicial-, que la vio danzar en la chapa de zinc caliente, de juicio en juicio, de operación mediática en operación de la justicia.
La asunción con una Plaza desmesurada y vital el 10 de diciembre del 2019 se ofreció en cambio como un estuario político deseante que inauguró la época, después de la peor época, respecto de las garantías para la ciudadanía, y esto probablemente desde que volvió la democracia en 1983.
A la par tendremos que lidiar con varias derechas, la derecha pacata del medio pelo argentino y la derecha golpista, junto con los sectores potenciales que también tienen antecedentes de haber operado los gobiernos del mismo signo político. Un país de intenciones fascistas y de pugna de modelos de producción. Entre el país industrializado y socialmente activado y el modelo oligarca clásico, feudal y adormilado.
Sísifo
El mito de la piedra de Sísifo es el que en estos últimos cuatro años se dio por sentado como natural, allí donde propusieron que fuéramos demasiado católicos pero no demasiado cristianos. Cristiandad sería que alguna vez podamos renacer. En esa promesa hay también posición, porque no se llega sin más hasta ahí. Y es precisamente allí donde está faltando una operatoria lógica de la cual no estamos haciendo lectura. Sólo poniéndonos la piedra sobre la espalda para que nos crezca la joroba no iremos lejos. Renacer supone un trabajo, una construcción y también un desmontaje, y no sólo una liturgia
Mientras tanto, Eva se encendió otra vez, como en sus incendiarios discursos contra la oligarquía. Su escultura de hierro fulgurante ilumina una vez más el emblemático Ministerio de Acción y Desarrollo Social de la Nación. Hermoso símbolo que retrotrae a la Santa Eva fundacional de la historia contemporánea argentina. Los descamisados: echados del paraíso, pero nacidos. La Eva de “la incesante publicística” (folletos del primer peronismo 1945-1955), que erigida a la estatura de Santa y de ícono religioso, sin embargo es cristiandad y no catolicismo.
Santa Eva, la del Evangelio peronista, a su su vez la repercusión amplificada de un clamor que no puede ser otro que el de un efecto de lazo en la comunidad, imaginario de una Eva inmortal, también naciente, madre de la nación, nación que nos precede y nos habita desde 1952, año de su muerte. Creamos o no en ello, forma parte de un lazo que no es la religión sino la política desplegada en el imaginario social. Esta cuestión excede cualquier ideología, se ha vuelto un elemento de la realidad.
Su paso a la “inmortalidad” ha ofrecido, curiosamente, la mejor versión de un líder vivo en la multiplicación. ¿Y qué otra cosa es el peronismo, que ese fenómeno político que produce movimiento y multiplicación? Aquí es donde incluso cualquier lectura evangelizadora encuentra su límite de posibilidad por el efecto aún más precioso de lo referente al acto creador.
Cristina, a la par de esa Eva, aconteció en estos cuatro años de espera hasta su tercer mandato en el Ejecutivo Nacional, esta vez como Vicepresidenta, como aquella figura que toma la vía facilitada de esa fundación, y multiplica tanto como crea, tanto como hace nacer su dimensión de líder en la representación común de un sector descomunal y ferviente de nuestra población. Su figura se proyecta más allá de los signos y de la época, alcanza una estatura mitológica, como la impronta del Che y de Eva se vuelve estampa, bandera, lienzo que habla diferentes lenguas.
El esfuerzo de los sicarios de turno por matarla y desaparecerla sólo la agiganta, como en los buenos mitos que a cada paso construyen un nuevo nacimiento, un efecto naciente a partir de la causa perdida, del “objeto a” situado por Lacan.
En la Plaza del 10 de diciembre, verdadero Cabildo Abierto, esta vez Eva se redime y toma la investidura que le fuera negada en el otro cabildo: el del 22 de agosto de 1951. Y esta Eva es quien le toma juramento público al flamante presidente, Alberto Fernández.
Eva Cristina interpela y señala a Alberto:
“Presidente, tiene una tarea muy dura, le dejaron un país devastado”
“Sé que tiene la fuerza y la convicción para cambiar esta realidad tan fea que hoy están viviendo los argentinos.”
“Tenga fe en el pueblo y en la historia. La historia la terminan escribiendo, más tarde o más temprano, los pueblos. Sepa que este pueblo maravillo nunca abandona a los que se juegan por él. Convóquelo cada vez que se sienta solo o que sienta que los necesita. Ellos siempre van a estar cuando los llamen por causas justas”
Una vez más el pueblo como medida y tope al principio de realidad y a la prueba de realidad, proponiendo una versión transversal de la democracia como no teníamos hacía años, en tiempo directo, emancipado, abierto.
Eva Cristina
Eva vuelve a iluminarse simultáneamente con el ingreso del gobierno que cobija no sólo esperanza, sino un hacer en acto de refundación.
Como la misma Cristina señaló en ese mismo 10 de diciembre:
“Fueron 4 años duros para quienes fuimos objeto de persecución, a quienes se nos buscó hacernos desaparecer literalmente. A través de la humillación y de la persecución. Sin embargo, y pese a todo, estamos aquí”.
“Nosotros le hemos puesto la voluntad política de cambio a la memoria del pueblo y a la historia”.
“Los dirigentes deben entender de una buena vez que no todo termina y empieza en uno. Uno es más grande cuando es parte de un todo.”
Ese 10 de diciembres se produjo un nuevo milagro, un efecto posiblemente de cristiandad emancipatoria: Eva le habla a su pueblo desde su partida en 1952, le habla a su época porque habla en el futuro, aquél mismo que se gesta en el futuro anterior: habré sido.
Esta santa no es inmaculada, ni pura, ni siquiera se pretende devota. Esta dimensión de santidad se inscribe dentro de la posición del testigo, aquél que en la soledad de su determinación ofrece una versión a ser leída y transforma su época. Esta santa se define por su condición de vacío: Eva Cristina.
Al fin de cuentas, esto es renacer, como en un análisis, y como señala Gérard Haddad en el libro, El día que Lacan me adoptó, sobre la experiencia de su análisis con Lacan: “con los destrozos hice una vida”.
“El 2 de agosto, la CGT lanza la fórmula Perón- Eva Perón y anuncia un Cabildo Abierto a realizarse el día 22. Sobre la Avenida 9 de julio, de espaldas al Ministerio de Obras Públicas, se levanta un palco y dos millones de personas con banderas, carteles e imágenes de Perón y Evita estallan de júbilo al comienzo del acto. En el palco se ubicaron las autoridades: Juan Domingo Perón, Tessaire, que presidía el Consejo Superior partidario, pocos funcionarios, representantes de la CGT encabezados por José Espejo y Evita cuya llegada fue saludada por una ovación. En ese momento, Espejo les solicita a Perón y a Evita que acepten la candidatura para Presidente y Vicepresidente para las próximas elecciones. Evita no podía aceptar el ofrecimiento a “sus muchachos” en ese momento: su enfermedad y la oposición de las Fuerzas Armadas eran dos de los motivos fundamentales para la duda. El 28 de agosto la CGT y las autoridades del Partido Peronista, proclaman la candidatura de Evita a la vicepresidencia de la Nación” (Cabildo abierto del Justicialismo, 22 de agosto de 1951).
Conocemos el epílogo, la renuncia de Eva Perón a dicho cargo el 31 de agosto de ese mismo año. ¿Qué hubiera acontecido con la historia contemporánea argentina, si en cambio se sostenía tal candidatura, como efecto de un acontecimiento en el que el lazo social marca los bordes de la experiencia política argentina, en el que la voz de esa proclamación era la de una transparencia en los efectos de verdad de una época? ¿Qué efectos hubiera tenido sobre la subjetividad de nuestra nación? ¿Qué efectos políticos y sociales, de haberse sostenido esa voluntad como un acuerdo transversal entre el líder y su comunidad? Sin dudas, una reescritura de la posición señalada por Freud en Psicología de las masas y análisis del yo, ya que supondría una reversión de la fórmula por la cual la identificación histérica se produce como efecto de un lazo con la hipnósis hacia la figura del líder. Aquí, por el contrario, es el lazo el que define y enmarca al líder. La interpelación de Cristina a Alberto Fernández el 10 de diciembre se parece a este tipo de invocación que surge del efecto de la época y del lazo sobre la letra, es decir allí donde efectivamente la voz del líder funciona como efecto de una lectura y como testimonio. El pueblo es letra. Allí Cristina es el testigo de lo por decir, el testigo de lo porvenir. Una nueva psicología de las masas, esa que probablemente se fundara con los festejos florecientes del Bicentenario de la Argentina, durante 2010.
El lugar del testigo funciona a nivel de la operatoria del sujeto en relación con el discurso, en la posición de la interpelación, es el efecto de una dialéctica. Esta santidad, como lo señala Lacan respecto de la faz vacía del analista en la transferencia, propone una santidad efecto del discurso y no una santidad decimonónica. Santo testigo y no santo celestial, no atravesado por la castración.
Este 10 de diciembre de 2019, finalmente Eva alcanza la Vicepresidencia de la mano del pueblo que la unge en Cabildo Abierto proclamado el 22 de agosto de 1951, Eva Cristina y Alberto, inmortal, es decir viva, respirando una temporalidad que recién empiece a escribirse, una vez más. Precisa resignificación, Eva cura las enfermedades de las derechas patógenas y de los poderes consolidados dentro del propio gobierno, Eva cura su cáncer y proyecta, como en la escultura viviente que fue devuelta a la luz, la voz encendida de un discurso que está diciéndose, ahora mismo, aquí mismo, para quien quiera oír.
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