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13-02-2020 Notas

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Por Julián Ferreyra

I.

Wu Wei es uno de los principios taoístas más importantes para ceñir cómo actuar. Incluye al quehacer filosófico, artístico y político. Al traducirlo -más bien, al leerlo occidentalmente- encontramos un problema filosófico antes que semántico: Wu Wei significaría “no actuar”, acercándonos así a ideas de sentido común tales como la tibia “ley del menor esfuerzo”. O en términos freudianos, al principio de placer, y sus derivas inhibitorias, cínicas y de cobardía moral. Pero, no obstante, convendría distinguir entre “no actuar”, “no hacer nada” -lo que vulgarmente definiríamos como inacción, pereza o abulia-, y “hacer nada” -propio de la anorexia mental. El “no actuar” taoísta es entonces más parecido a un “no forzar”, a proceder y conducir(se) “sin forzamientos”.

Una analogía clásica son las plantas, que crecen vía Wu Wei, es decir, no hacen “forzamientos” para crecer, sino que simplemente lo hacen. Así, Wu Wei sería una forma natural de hacer las cosas, sin forzarlas con artificios que desvirtúen su armonía y principio. Pero sobre esto bien podemos imputar algunas críticas. Primero, que la idea de naturaleza es en sí misma una construcción social por demás engañosa. Segundo, de la analogía también ubicamos relativa la crítica a los artificios. ¿Es posible un hecho humano sin artificios? En todo caso, rectificaríamos el reparo hacia qué tipos de artificios, poniendo nuestro recelo sobre aquellos artificios inútiles, superfluos, insatisfactorios. Y tercero, ¿es siempre deseable la armonía? ¿No es la armonía, y su relación con un mítico principio o fundamento a priori, lo que efectivamente produce la ilusión de un destino? ¿Es conveniente que un destino se sostenga intocable, inexorable?

II.

La neurosis de transferencia es el artificio analítico. Conviene entonces vehiculizar una excepción, esto es, que resulta hartas veces conveniente producir artificios que rompan determinadas armonías. Ese artificio, sintomático por antonomasia, es la política.

Porque la política [del síntoma] es justamente el antídoto al destino. Ya lo dijo el Maestro Luke Skywalker, desde el más allá de la Fuerza, en la última película: «confrontar al miedo es el destino de un jedi». Ese sería quizás el único destino que no es neurosis. Promover una praxis en torno a la política del síntoma no puede quedar como mero slogan: muchos colegas proclaman a sus intervenciones como actos estelares y subversivos, al tiempo que rechazan toda politización, es decir, toda discusión en torno al poder ejercido. Una interpretación canallesca del “no forzar”, que sitúa como inmutable y natural al ejercicio autoritario, antidemocrático y antipopular del poder. Un síntoma despolitizado.

III.

El Wu Wei es un precepto político, políticamente incorrecto diremos aquí, ya que desmonta algunos grandes supuestos de nuestra época: la compulsión utilitarista del tiempo, incluyendo al llamado “tiempo libre”; el rendimiento como medida de nuestra subjetividad, que obliga a un hacer iterante, efectivo socialmente pero atolondrado, y reactivo a cualquier forma de lazo; y sobre todo, Wu Wei es exactamente el reverso de una de sus perversas derivaciones occidentales, la de un espiritualismo empresarial que produce flyers naif para Instagram tales como “que fluya”, “hay que soltar”, “no hay que forzar”, “si sucede conviene”, etc. Imperativos a los que se le puede poner “me gusta”. Estos son también artificios -neuróticos-, que impiden toda forma de estar-con-otros, de satisfacciones que incluyan al semejante. Ese modus operandi ingenuamente superyoico que intenta vigilar y castigar(se) voluntariamente, forzando y obstaculizando al amor, por ejemplo, o a la comunión política, también. De tan new age, newrótico.

Pero el tan malogrado deseo, hartas veces newróticamente romantizado con fines utilitaristas, puede llegar reflotar un horizonte estrictamente político. El deseo incluye un modo de concebir la acción política que no admite ninguna clase de individualismo.

IV.

La regla fundamental de un psicoanálisis, la asociación libre, es en este punto también políticamente incorrecta: no sirve para algo, ya que ni siquiera es medio-para. Por eso no es un vulgar “brainstorming”. El “seguí hablando” de la regla fundamental no es un “decir más”, al estilo de un pedido de profundización, de complejización, etc. No se busca una idea “que sirva”. Tampoco hay un plus en juego, ni un suplemento. Esta es también una diferencia sustancial entre el acto analítico y el perverso, pregonando este último un “¡que sea dicho!” a cualquier costo. Hay igualmente una confusión frecuente, comprobada cuando al invitar a que alguien siga [simplemente] hablando se nos responde desde la impotencia: “no puedo decir más”. Se tiene una certeza demasiado obvia, se teme a la puesta en acto de un fantasma también muy neurótico, ese que supone que el analista está gozando sádicamente de dicha impotencia.

Muchas veces quienes se analizan nos lo recuerdan: asociar es justamente “decir menos”, es el decir llevado a su máxima potencia, a su mínima expresión de imposibilidad. Un ejemplo:

—¿Es válido también decir cosas sencillas, no…? —preguntó.
—¡¿Válido?! ¡Es exactamente lo más interesante que podés hacer!

Así empezó a hacer cumplir la regla fundamental este muchacho, pescando, Wu Wei mediante, que el obrar sencillo suele ser sinónimo de complejidad. Otro ejemplo:

Qué falopa esto del psicoanálisis, eh… ¡Pero falopa de la buena! —dice, y continúa— ¡¿Cómo iba a saberlo si todavía no lo dije?!

Hete aquí, por un lado, los efectos de esa droga llamada asociación libre; y por otro lado, un excelente ejemplo de que si alguien en análisis dice ello implica siempre un des-cubrimiento, ya que el decir es más interesante y anterior al saber.

V.

La filosofía Wu Wei sí resulta altamente metafórica para ceñir la dificultad radical que implica hacer del oír una escucha, de un verbo un acto en sí mismo. La atención parejamente flotante implica un trabajoso dejarse llevar, una ausencia calculada. Trabajoso porque no hay nada más fácil que oír sentido, que es lo contrario a la introducción artificial del sentir en la escucha. Eso que allí apuntaría a mantener el equilibrio, el Tao, en nuestro modesto oficio sería más bien la propensión, no al equilibrio, pero sí a cierta tensión que no suele ser dialéctica, entre apertura y cierre de lo inconciente. Hacer cumplir, por parte del analizante, la asociación libre es la tarea analítica primordial. Es una intervención desinteresada por la forma, y muchos menos por su transformación directa, sin que por desinterés entendamos indiferencia o liviandad.

No habría peor analista que aquel/la que se concentra en escuchar. La atención flotante freudiana es lo contrario, y por ello no puede perderse o tornarse deficitaria. En todo caso buscaríamos los problemas en función al propio deseo, su resistencia, antes que en el derrotero de la “atención” como función psicológica superior. Es un hecho bien sabido por cualquier psicoanalista que, paradójicamente, se escucha mejor cuando se está cansado. Y quienes se analizan también asocian mejor cansados, distraídos, despreocupados.

Una actitud Wu Wei es la de Freud mirando por la ventanilla de un tren en movimiento.

Pero hay también lo new age analítico, con caballitos de batalla insulsos e irrisorios tales como “hay que acotar el goce”, que irresponsablemente producen la newrosis de contratransferencia. Una escucha-Wu Wei es lo que nos permite asumir la complejidad, más bien, la exuberancia y lo exultante de un síntoma cualquiera, y evitar así desinflarlo maliciosamente queriendo y creyendo estar haciendo el bien. La posición taoísta, en este punto, permite que seamos tomados por esa trama sintomática.

Lo “parejamente” flotante no es un guiño hacia una inexistente paridad, no implica reciprocidad. Por ello es que la escucha analítica no interviene sobre una conversación convencional. Quien haya logrado o intentado “hacer la plancha” en el agua verá que no es tarea sencilla: uno no suele tener perfectamente distribuido el peso de su cuerpo o extremidades, y por ende debe hacer algunos ajustes para lograr, si no flotar perfectamente, al menos no caer sumergido para así poder disfrutar de esa sensación aparente de ausencia de peso, de liviandad trabajosamente lograda. Ajustes, sí, pero sin llegar al extremo, al exceso de movimiento, cuestión o medio que desvirtuaría el fin buscado. Pero claro, “hacer la plancha” sin relación a un medio acuoso es en general tematizado como una acción vaga, como la mortífera quietud con la que el Wu Wei nada tiene que ver.

Asocio: quizás “parejamente” remita a la pareja analítica, que es un “entre”. Un flotar calculado, más no por ello exento de sorpresas o contratiempos -justamente los contratiempos suelen ser siempre provechosos, si es que uno los asume, así como son las sorpresas los pequeños grandes hitos valorados en un análisis-, que a la par se relaciona, indirectamente, con el Otro en función de ese otro allí sentado/acostado.

VI.

El control de los otros, del mundo y de los objetos, propios del erotismo anal, es una especie de sobreactuación banalmente sádica que suele concluir mal: con incomprensión, inmanencia y sufrimiento. La resistencia como resistencia al Wu Wei. Pero tampoco deberíamos leer esto como un simple “vivir el presente”: en la asociación libre hacemos del decir una acción verdadera para justamente evitarnos lo seductor del presente, y por añadidura lo siniestro de lo actual-presentificado. Se efectúa un enorme esfuerzo, que en nada es artificial ya que conmueve el aparato pulsional, para historizar -histerizar- el presente. Por ello aquí inevitablemente encontramos otro matiz con el aparato conceptual y filosófico del Wu Wei: la asociación libre conduce hacia el éxtasis o al nirvana…pero se abstiene de llegar allí justo en el momento indicado, precisamente a través de una acción totalmente peculiar, de un acto desinteresado, en nada forzado, pero por demás conmocionante: la interpretación.

En Un apartamento en Urano (2019), Virginie Despentes le escribió a Paul B. Preciado una hermosa dedicatoria que a nuestro entender resulta muy interesante para pensar más acá y más allá del Wu Wei. Le dice que su mayor virtud es “…contarle a los demás historias que eran incapaces de imaginarse y convencerlos de que es razonable querer que lo inimaginable suceda”. Pienso que eso es lo que intenta causar el “deseo del analista”: la razón en lo inimaginable, cuestión mucho más seria y sofisticada que, por ejemplo, un “seamos realistas, hagamos lo imposible”, o la publicidad de Adidas “imposible is nothing”, o la de Nike, “Just do it”.

*Adelanto de “#PsicoanálisisEnVillaCrespo y otros ensayos” (editorial La Docta Ignorancia).

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