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Por Patricio Vargas y Gerardo Quiess | Fotografía: Lissy Elle Laricchia
I.
Luis Alberto Spinetta grabó en 1982 uno de los discos más importantes de la historia de rock argentino: Kamikaze. La mayoría de los temas que compuso en esa obra se convertirían, con el paso del tiempo, en clásicos de su universo de armonías y poesía. Uno de los temas más sensibles es Quedándote o yéndote, una balada cantada en tono intimista, suave, acompañada por un piano tocado magistralmente.
Esa canción la tomamos, no para interpretar al autor o para hacerla objeto de una hermenéutica simple que revele un supuesto sentido verdadero de lo que intenta transmitir, sino para usarla como un operador de lectura, en su sucesión significante, del sujeto. El sujeto está en la deriva del lenguaje que lo representa para otras representaciones, es en ese movimiento vital, por la negatividad del deseo, por la falta que hace que no se petrifique imaginariamente en una representación, que se puede escribir una posición. Sin falta no hay deseo, sin deseo no hay posición subjetiva, sin posición subjetiva no hay lazo amoroso con otro; en todo caso habrá otras cosas.
II.
Esa «o» del título, que el sentido común podría leer como un ejemplo del vel lacaniano, una encrucijada frente a la cual el neurótico queda vacilando sin elegir, una oposición sobredeterminada para escaparse de lo que seguramente ya eligió, se trata de otra cosa: para que irse o quedarse sean verdaderos actos del sujeto es insustituible inscribir una posición.
La poesía de la canción es una sencilla y hermosa arenga positiva al «acto» como único modo de que sucedan cosas buenas en la vida de todos. Y si bien tiene un pátina amable no deja de hacer oír de fondo un eco que avisa que para todo acto es ineludible un costo, un apuesta, una espera, un pasaje por alguna herida y por la pérdida.
Habla del deber ético del hacer para esperar que pase algo. El deseo no es el simple anhelo. Canta Luis:Y deberás plantar/ y ver así la flor nacer/ y deberás crear/ si quieres ver tu tierra en paz./ De ti saldrá la luz/ tan solo así serás feliz/
y deberás luchar/ si quieres descubrir la fe./ Y deberás amar/ amar, amar hasta morir.//
Nada puede venir sin compromiso subjetivo, y agregamos subversivo, para que en un orden propio y colectivo irrumpa algo transformador: lo estético, el amor, la lucha, la fe.
III.
Lo más interesante aparece en la estrofa final: en ella se rompe la linealidad en la que venía funcionando el texto y aparece la madurez spinetteana para poner el asunto en el lugar que corresponde. Irrumpe lo que el camino de la sucesión poética venía preparando.
Pero antes de plantear eso demos una vuelta más por el psicoanálisis: hay posiciones subjetivas, lo que es un contrasentido llamarlas así pero usemos esa referencia igual, que no están «ni quedándose ni yéndose». Puro conflicto narcisista dirían Marina Esborraz y Luciano Louterau. Seductores e intensas que no pueden poner el acento en ningún acto que aloje a otro.
Alguien decidió a comenzar tratamiento porque no soportó más el hecho de que su seducción sin fin lo llevó a darse cuenta que, después de 20 años, no había estado ni de novio, ni de amante, ni soltero pero a su vez había hecho todo junto: una «novia oficial», una «amante oficial» y varias amantes ocasionales. La angustia frente a ello era imposible de atenuar. Nunca soportaba quedarse más de tres días con alguien, y si eso ocurría la molestia lo llevaba a inventar una historia para salirse de una escena y entrar en la otra. Su novia “oficial”, vivía en otro lugar y venía pocos días por año. La visita se volvía insoportable, aunque las promesas de casamiento e hijos siempre renovaban el ideal por el cual estar juntos. Vino a consultar con la necesidad imperiosa de desarmar todo: esa fachada en la que nunca podía estar: ni quedándose ni yéndose.
En cambio el síntoma neurótico podría describirse como un «quedándose y yéndose» a la vez. Dos actos contrarios, condicionándose. Histericamente anulándose, obsesivamente en dos tiempos; pero que permiten entrar en el lazo conflictivamente. Vivir el deseo del encuentro mediante el conflicto de la contradicción.
Y por último Luis, la madurez spinetteana sorteando toda duda : este agua lleva en sí/ la fuerza del fuego/ la voz que responde por ti/ por mí…/ y esto siempre será así/ quedándote o yéndote//. Es muy lindo encontrar el título en la última línea de la canción.
Nadie puede actuar a la altura de las circunstancias que genera sin una voz con la cual responder. Inscripción de una posición desde la cual actuar. El agua y el fuego, figuración de lo contrarios enlazados, están ahí mostrando que no se sortea lo disímil. Está en la base. Resonancia de la mezcla pulsional. Y finalmente, así, hay acto -irse o quedarse- pero subjetivado, con todo lo que eso conlleva.
IV.
¿Será que en la base de las pretensiones neuróticas funciona como superficie de asiento la fantasía del actuar libre? ¿del acto decidido y no interpelado por los cuervos de la contradicción, que como aves de rapiña van tironeando los pedazos de cualquier decisión al punto de reducirla a ese automatismo sufriente del que se quejan muchos pacientes cuando descubren angustiados que en sus vidas nunca pasa nada?
En esta línea, Lisandro Aristimuño nos dice así en su canción Para vestirte hoy: Puedo acercarme a vos y no/ ser tan terco, pisando la basura del puerto (…)/ Desde el mar no hay piedad si/ vos no te mojas, se cansó la ansiedad,/
la pena y el dolor (…)//
¿En qué punto del infortunio neurótico corriente la terquedad se presenta como la cristalización de un carácter que impide estar abierto a la receptividad que el deseo reclama? Del latín «terscum» (lugar agreste y desierto), terco será aquel en cuya vida nada pueda florecer.
No estamos hablando de un simple salto al acto como solución al conflicto, o de un movimiento casi impulsivo, como si de «tirarse a la pileta» se tratara, todo lo contrario: poder hacer de la contradicción una parte esperable e inevitable del paisaje puede tornar el camino en uno menos ansiógeno y pasible de ser vivido con una menor sensación de irreversibilidad.
Para terminar, seguimos escuchando a Lisandro y su canción nos lleva otra vez a la prosa de Luis, cuando dice: No parar de festejar cada fragmento/ y darme el gusto de que sea nuestro./ y contar cada luz que nos hace temblar/ desnudar la canción, para vestirte hoy.//
Es una muy linda forma está de pensar que una vida puede vestirse, que una relación puede vestirse con solo empezar a contar los temblores subjetivos, que uno puede estar sosteniendo ciertas cosas en un estado de desnudez. Reconocer que al fin, para vestir una cosa hay que desnudar otra. A veces, hay que desnudar canciones. El psicoanálisis se lleva bien con eso.
Etiquetas: Gerardo Quiess, Luis Alberto Spinetta, Patricio Vargas, Psicoanálisis, Rock nacional