Blog
Por Giovanny Jaramillo Rojas
20 de octubre
No sé si vaya a ser capaz de entregar la carta que redacté en los últimos días a mis compañeras. Es muy bonita, pero hay cosas que incluso a mí me cuesta trabajo pasar como ciertas o verdaderas. Me siento triste. No hay energía positiva que valga. A veces tanto optimismo me sumerge en un pantano sombrío, terrorífico, imposible de contar. La vida no se vuelve color rosa por pensar bien. La vida es azar. Caos. Sufrimiento. Eso debería decir en la carta. Que estar acá es una porquería y que esperar desespera. No dejo de pensar en el abrazo de mis hijos. Quisiera consentir los rulitos de Cami y acariciar los cachetes de Dani. Daría la vida por un solo beso a cada uno. Por verlos dormir. Buenas noches, hijos.
31 de octubre
Cami se disfrazó de Batman y Dani de Spiderman. Tan lindos. Por teléfono me dijeron que a media noche vendrían a sacarme de aquí. Utilizarán sus superpoderes para cruzar todas las fronteras y llegar a este país. Son las once de la noche. Falta una hora para la cita. Tengo ansiedad, pero estoy preparada: bien vestida y maquillada. Los amo.
13 de noviembre
Esta historia comienza el 1 de septiembre de 2016. Ese día me detienen en San José, el pueblo fronterizo ubicado al noroccidente de este vasto país. La policía me para, un par de horas después de haber cruzado la dichosa línea, mientras me refrescaba en una fuente de soda. Recuerdo que sonaba, durísimo, Costumbres de Rocío Durcal. Había pedido una cerveza helada y me disponía a prender un Marlboro. Estaba muy contenta, creía que había logrado pasar sin despertar sospechas de nada. Pero ellos ya me venían persiguiendo. Seguro alguien me sopló. Sea como sea, cuando una anda en caminos equivocados hasta el caminado se tuerce y cualquiera puede notarlo. Solo es cuestión de saber mirar. Pues bien, con esta detención, sucedida a las 15:36, se inaugura mi desgracia. Fui encontrada con varios kilos de sustancias que nunca debí transportar. Me tuvieron en una estación de policía como hasta las 5 de la madrugada. De ahí me trasladaron a una seccional de la fiscalía nacional, ubicada en la gran ciudad del norte y me depositaron en una habitación muy pequeña donde sólo me dieron una manta y un vaso con agua. Allí permanecí unas 48 horas y después me llevaron a un supuesto lugar mejor. Si hubiera sabido cómo era ese lugar habría preferido quedarme en esa pequeña habitación oscura y fría. Fui llevada a la unidad penitenciaria número V de la gran ciudad del norte. Allí me obligaron a desnudarme y me recibieron arrojándome un balde de agua helada. Me dejaron 36 horas en “observación” sin colchón, sin comer y sin nada, sólo agua que me pasaban algunas compañeras a escondidas o a veces algunas guardias que se compadecían de mi desconsuelo. Al salir del aislamiento me llevaron a un pabellón que era tranquilo. Allí conocí mucha gente buena. Por ejemplo, una compañera de extraño acento me prestó una tarjeta para llamar a mi casa e informar a mi familia sobre mi paradero. Los primeros días y noches eran una eternidad. Parecía que el tiempo estaba como congelado. Congelado por lo rígido y gélido. Allí pasé las peores cosas de mi vida. Creo que el servicio penitenciario en ese lugar era o es una inmundicia. Nos trataban como si fuéramos basuras. Con un odio que jamás llegué a comprender. No teníamos derecho a nada. Ahí sólo mandaban ellos y se hacía lo que ellos querían. Nos levantaban a las 5:15 de la mañana todos los días. Formábamos contra la pared con las manos atrás y empezábamos a enumerarnos. Esto se repetía seis o siete veces por día con una duración de más o menos media hora, ahí, paradas, transgredidas, mientras revisaban todas nuestras cosas. A veces nos manoseaban. Ni hablar de todo lo que respecta a salud. Nunca hubo un médico fijo. Tenías que estar muriéndote para que te acercaran un doctor. Y cuando digo muriéndote no exagero. Es la triste realidad. Una madrugada me descompuse. Mal. Mi presión se subió terriblemente y ellos esperaron a que mi cuerpo estuviera al borde de la convulsión para llevarme el médico. Ni hablar de la medicación. Cuando estábamos enfermas había veces que dejaban pasar varias semanas sin alcanzárnosla. Y se reían. O nos la cambiaban. Una vez a una compañera le dieron antidiarreicos en vez de sus ansiolíticos. Era increíble. No sé cómo pude vivir así. Nos hacían limpiar todo a cada rato y no nos daban ni escurridera ni escoba ni lavandina ni detergente. No nos daban nada, sólo agua turbia y mugrienta. Creo que a los perros del penal los trataban mejor que a nosotras en ese lugar. Cuando eras nueva y terminabas de limpiar, te arrojaban más agua para que volvieras a limpiar lo que en teoría ya estaba limpio. La comida era repugnante. Como los cocineros tenían que preparar el alimento para toda la población, que era mucha, a veces no alcanzaba. Varias veces por semana sólo comíamos pan duro y agua con azúcar y los miércoles y los domingos generalmente comíamos un poco mejor porque las compañeras que tenían visita compartían lo que sus familias llevaban. Sin embargo, compartir no siempre era posible, porque cuando había alguna guardia mala onda no permitía a las compañeras llevar comida a las celdas y tiraba toda la comida a la cesta de la basura. También trabajábamos de 10 a 11 horas diarias. Te hacían firmar un recibo de trabajo del cual no veías ni un peso porque ellos se quedaban con todo lo que ganabas por trabajar. Yo, por ejemplo, primero trabajé en la panadería algo así como cuatro meses y después casi un año lavando los trastos en la cocina. Ahora debería tener algunos pesos ahorrados de mi tiempo en ese lugar, pero no, se los robaron todos. También intervenían nuestras conversaciones telefónicas. No podíamos hablar con derechos humanos ni con trabajo social porque tomaban fuertes represalias contra nosotras y cuando alguien externo al penal visitaba la unidad y una les contaba lo que estaba sucediendo, la realidad de todo, los visitantes tomaban nota de cada cosa para mostrarle a la directora de la unidad para que ella lo negara todo y dijera que nosotras estábamos locas. Después nos maltrataban física y psicológicamente. Si algo aprendí fue que el daño físico se va, pero el psicológico perdura para siempre. Después de todos los reclamos que yo realicé con derechos humanos y cansada de que tomaran represalias contra mí, empecé a molestar para que me condenaran de una vez por todas y poder ser trasladada al complejo penitenciario de la capital, ubicado a más de dos mil kilómetros de distancia.
Tengo sueño. Mañana continuaré con la historia. Escuché a uno de los profes de ebanistería asegurar que contarse a una misma las cosas pasadas ayuda a entenderlas mejor y, lo más importante, a que una misma se perdone por las malas decisiones tomadas.
14 de noviembre
Hoy estoy muy cansada. Además, no comí bien. La comida olía mal y me entraron unas náuseas terribles. También tengo cólicos menstruales. Espero retomar mi historia mañana.
15 de noviembre
Bueno, había quedado en que quería que me trasladaran a un penal de la capital. Mi estancia en el norte era insoportable. Denigrante. Igual, descubrí que no podía hacer nada mientras no estuviera condenada. El abogado que me delegaron me dio una idea: hazte echar, me dijo. Desde ese momento, hasta que se me ocurrió hacer algo concreto, supieron pasar siete meses. Mi decisión estaba tomada. No soportaba un minuto más: una mañana robé un cuchillo del área de comidas y me hice varias cortadas en brazos y piernas y, básicamente, me hice la loca. Así pasaron diecisiete días con sus respectivas noches y yo gritaba y decía incoherencias y arrojaba babas y me hacía del cuerpo en las ropas. En una ocasión, como al séptimo u octavo día me fui contra una pared y me abrí la cabeza. Quedé inconsciente. Un día simplemente se hartaron de mí y, como en ese penal no había unidad psiquiátrica, llamaron a la central nacional y, al primer atardecer, ya estaba montada en una camioneta rumbo a la capital. Lamento no haber podido abrazar a mis compañeras y decirles lo mucho que las quería. Sobre todo, a Ortiz Carmenza y a Portela Lorena. Mujeres excepcionales que cumplían cadenas perpetuas, la primera por romper de un solo tajo la cadena de violencia y amargura que le dio su marido durante veintidós años, con una puñalada bien puesta en el pecho del agresor y la segunda por haber cortado los genitales y dejado desangrar a un tío que en repetidas ocasiones había abusado de ella durante su infancia.
Pues bien, esta fue la única manera que encontré para salir de esa pesadilla: hacerme la loca y llevarlo todo hasta el delirio, tanto que durante ese largo viaje a la capital llegué a dudar un montón de mi cordura. Finalmente, haber permanecido en el norte no era otra cosa diferente a una condena dentro de la condena que nunca se formalizó. Cuando me informaron que me iba era la persona más feliz del mundo. Pocas veces en mi vida me sentí así, aunque sabía que estaría mucho más lejos de mi país, lo cual se traducía en las lejanías que más me duelen: mis hijos y mi padre. Era una sensación extraña. Una vez en la capital pude empezar a estar más tranquila. No era como estar en libertad, desde luego, pero sabía que peor de lo que estaba no iba a estar. No me importaba la condena a la que me tuviera que enfrentar, sólo quería estar mejor y poderme dedicar a cumplir con todo para salir más rápido. Aun así, algo en mí se desvanecía constantemente. Estar en este contexto de encierro y lejos de tu familia es lo peor que te puede pasar. Nunca olvidaré el viaje a la capital. Por las rendijas de la camioneta penitenciaria podía ver el despliegue de la libertad. Venía muy contenta porque sabía que todo iba a estar mejor, pero también estaba muy triste por mis compañeras que debían seguir soportando ese desquiciado abuso de autoridad. Después de 24 horas de viaje llegamos. Yo fui alojada unas cuantas horas en un juzgado en el centro de la ciudad. Confieso que cuando llegué y vi ese encierro pensé que este nuevo lugar iba a ser peor que el lugar del que venía, pero con el pasar de las horas me trajeron a este complejo desde donde tengo la suerte de escribir todo esto que me pasó. Cuando llegué al pabellón de ingreso, todo era completamente distinto. Había camas lindas, colchones gruesos y otras comodidades. Comparado con mi anterior lugar de reclusión parecía que había llegado a un hotel. Puede ser que lo que voy a decir suene loco, pero si alguien hubiera pasado por lo que yo pasé, seguramente me daría la razón. En un momento empecé a pensar que era preferible más tiempo encerrada, pero en mejores condiciones. Este lugar no es el paraíso, pero mal que bien hay comida pasable, tenemos atención médica y psicológica todos los días, hay muchos cursos, tenemos nuestros trabajos y sueldos que, poco o mucho, nos permiten ayudar a nuestros seres queridos. Yo por lo menos ahorro todo lo que puedo y, cada tres meses, envío el dinero a mi país. Al principio, lo único difícil fue que me medicaron y andaba como zombi por ahí, con desordenes hormonales e incluso imaginando cosas y medio deprimida, pero un día corté con eso y me propuse volver a ser yo. Desde que llegué a este lugar parece que el tiempo pasa más rápido y yo sigo esperando ansiosa el momento de mi condena.
1 de diciembre
Me inscribí en un taller de escritura con la profe Daniela Rodríguez. Dura 21 días seguidos y la idea es escribir una cosa por día, ininterrumpidamente, sobre lo que sea. La profe dice que vamos a experimentar la escritura automática.
Oración:
Señor, concédeme voluntad, para servirte / y corazón y serenidad y coraje / según las circunstancias. / Palabra amable que reconforte / y una cuota de humor / con sonrisas siempre prontas. / Te pido diligencia y espontaneidad / para buscar las mejores soluciones / y sentido común / para evaluar las situaciones. / Valor para enfrentar los problemas / que nunca me aparte de ti / y que en el prójimo te vea reflejado. / Señor, instrúyeme, soy tu voluntaria.
2 de diciembre
Elección de vida: la virtud.
Madrugada fría. A lo lejos la música de Joaquín Sabina. Día de destreza emocional. Saco todo lo bueno. Los mejores besos, los de fraternidad, son los de los amores eternos. Camino por estos senderos de sacrificio y valor. Los mismos que caminaron mis abuelos con tanto espíritu de vida. Con ejemplo, enseñando al prójimo que con amor todo se debe hacer. Y se puede hacer.
3 de diciembre
Flores, Rosas, Jazmines.
(Esquelita a mi madre que murió para que yo pudiera nacer)
Fortaleza en este domingo. Domingo de fragancias y de flores, rosas y jazmines. Nada de esto llegará a ti, madre. Lo siento tanto. Serenidad, ruego a la vida en todo momento.
“Levántate, hija mía, levántate y da gracias por el día a día, por el pan, la salud y el amor. No desfallezcas”. Gracias, madre mía, por la vida y por tu sacrificio y por este día y por estas palabras que hoy me invento para mí.
4 de diciembre
Serenidad.
¡Ay, qué escandalosa esta mujer! ¡Qué ganas de hacerla cagar que tengo! ¡Gorda, gorda zorra! Risas y más risas. Maldita perra, ¿estás palabras te duelen? ¡Toma tu cachetada! Mami te manda. ¡Mira! ¿Cómo me mira? No me salen más palabras de desprecio. El culo de la botella, te lo meto, tonta, uno por acá, otro por allá. Sufre. Está bien. Gorda. Mierda, nada de compasión. ¿Tú qué sabes de mí? Risas… Soy yo, en las calles de esta cárcel, loca. Bueno, por el momento es lo que hay. Todo lo que tengo, lo guardo. Pero es re tonta esta mujer. Una zorra completa.
5 de diciembre
Una palabra amable que reconforte.
Me equivoqué. Discúlpame. Sí, ya sé. Ya me di cuenta. Fíjate la próxima. Me contuve porque están ellas. ¿Quiénes son ellas? ¿Qué valores tienen esas guardias? Unas ganas de llorar, de agarrar una bolsa de boxeo, de romperlo todo. Que nada ni nadie te quite tu sonrisa amiga. Un incendio no se debe apagar sólo con agua. El incendio también se apaga respetando a quiénes saben mostrar ejemplo. Gracias, amiga. Me equivoqué porque soy humana. Discúlpame. No eres una zorra.
6 de diciembre
La sonrisa siempre pronta.
Pajarito, pajarito. ¿No te diste cuenta de que era una sombra? Tanto me hiciste reír. / Sobre la pared, con los reflejos del sol, la sombra parecía apoyarse sobre ti. / Al fin y al cabo, pajarito, esa sombra tiene alas y quiere apoyarse sobre los restos de un árbol seco, lleno de astillas. / Tontín, estaba triste y me hiciste reír. Tonto. / Una paloma cagó sobre mi hombro / yo estaba en el taller de pintura. / Cosas de la naturaleza.
7 de diciembre
Visual y auditiva.
Ruidos y más ruidos. Chiflidos. Música. Sonido de una puerta que se abre. Ruidos y más ruidos llamando la atención. Los mapas se caen. Una en general fabrica todos los sonidos. Me sostengo. Lo ignoro. Hay un loro, también. Es gracioso, pero creo que está aquí para ayudar a expresarme. Es tan lindo, el loro, que me gustaría ser su centro de atención. Ver su mirada y que él vea la mía. Pero yo no puedo mirarlo, solo escucharlo. Es muy lindo. Se ríe conmigo. No se da cuenta que estamos cara a cara, dejando todo, para escucharnos sin vernos. Si yo pudiera mirarlo se callaría y su presencia perdería todo el sentido. Nos damos nuestro tiempo. Tiempo completo. Se me cae toda mi ropa al suelo, no me importa, solo quiero seguir escuchando los sonidos que emite, que son tan lindos para mí. Él es diferente y especial, es armónico y sabe reírse. Destapa mis antenas auditivas y nubla las visuales. Cada sonido es raro pero único, delicado, celoso. Somos los dos, estamos los dos, nos queremos, curiosos. Decido mirarlo y enseguida se va. Yo sabía que ese loro era un pájaro de mirada que no miente. Me hubiera gustado que no se enojara y que se quedara.
Moraleja: llamar la atención o estar a la defensiva son cosas naturales. Todos somos especiales: visual, auditiva o espiritualmente, todos somos especiales.
8 de diciembre
Alguien me contó que hubo una guerra llamada Malvinas.
Realmente, ¿quién quería morir en Malvinas?
Así como solemos ir y venir de diferentes lugares y nos plantamos en terrenos que a veces no nos pertenecen, ¿por qué no nos tomamos Malvinas? No necesitamos la guerra. Tenemos mucha riqueza natural que nos ha sido otorgada por no sé quién para que la cuidemos y valoremos. ¿Quién tendrá las agallas de imponerse en Malvinas en representación de todas las mujeres y sus familias que perdieron a sus hombres en la guerra? Nadie quiere irse a morir a ningún lado, y menos a Malvinas, lo digo yo que no sé dónde queda ese lugar de nombre tan bonito, lo digo yo, con repugnancia, porque nunca me enseñaron bien la historia de ningún lado.
¿Cómo luchar por Malvinas?
Solo podremos trazar clara y sabiamente nuestro futuro si sabemos el camino que nos ha conducido hasta el presente.
¿Por qué? No me explico cómo se van las personas a la guerra. ¿Para qué si es obvio que van a morir? Nunca hay tiempo para las explicaciones verdaderas.
Ningún territorio es propio hasta que no hay un muerto enterrado en él. ¿Acaso alguna guerra es necesaria? Si algo sabemos los seres humanos es destruirnos solos.
9 de diciembre
De la cárcel te voy a sacar mujer.
Que linda frase, amor / eres un encanto de hombre / y al mismo tiempo un soberbio / porque eres tan especial / te amo tanto, mi indio.
De la cárcel te voy a sacar mujer / si tú eres mi cárcel y mi condena / amor / mi cruz y todo / encanto del amanecer / encanto del mediodía / encanto del atardecer / de la noche / y las trasnoches / cruzar el tiempo / para llegar a ti / mi cárcel.
Mi amor / sin ti no soy nada / y tu sin mí no eres nada / soy mucho / aunque no lo veas / mi indio amado.
Cierro mis ojos y me contacto contigo / la sensación de sentirte es inmensa / en lo profundo de mí te siento / tus manos me acarician el pecho / tus brazos me sostienen / tus palabras me salvan / me dicen: de la cárcel te voy a sacar mujer.
Moraleja de un machista: para él siempre su mujer es puta, prostituta, mujer de todos, amor de nadie. Pero ella, tonta, está enamorada de ese pedazo de inútil. De ese reproche hecho hombre.
10 de diciembre
Esta se las manda y después tiene cara de vaca / pobre la vaca / está acá pero no sabe por qué está acá / por eso hace cara de vaca.
Odio la rejilla con olor a grasa / lavo la grasa con odio / la locura / la locura / la locura / nadie debe limpiar / nadie tiene que hacerlo.
¿Está desocupado el teléfono del baño? / Sí, pasa, que da cagar / no estúpida el que está desocupado es el baño / bueno / para hablar conmigo misma, cualquier cosa da / hasta cagar. / Peor es nada.
Nerviosa, te delatan tus manos / tu forma de hablar / estás nerviosa, tranquila / no mato, no lastimo / ¿Qué deseas? ¿Qué sientes? / cierra tus ojos / crucemos fronteras / susúrrame algo / alcánzame en la tarde / con tus palabras / vamos a soñar.
Extraño tus manos / sí, tus manotas / tus dedos, tus caricias / sé lo que a ti te gusta / lo siento, lo huelo, lo espero / quiero paz en tu interior y mucha satisfacción.
Se me hace agua la boca / comeré, sí, comeré caramelos / agrios o mentolados, no importa / morderé todos los caramelos / que rico, que rico, que rico / agrios o mentolados / los caramelos tienen corazón viajero.
Gallina yo / me pisan / pongo huevos / no tengo pa´ comer / escarbo la tierra.
Cholo, cholo, cholo / poniendo por ti / mientras la mamá hace pan / cara de momia / algo que no tiene / y nadie sabe de dónde salió / era judío-mexicano-chileno / ¿de dónde mierda era? / un olor horrible a cebolla / un juguete es como el amor sobre una lápida / está enferma la mona / suelta tu escote mona / pela una teta / haz lo que yo hago mona / no sabe que soy tremenda / pronto volverá la fe a mi vida.
11 de diciembre
Abrazo fraternal. Por ahora no me he visto por aquí. ¿Qué será? ¿Por qué dejó de existir el abrazo fraternal entre las personas? ¿Será la falta de afecto? ¿Será que no lo tienen a Dios en su corazón? ¿Será que los que lo tienen adentro no lo aprovechan? Dios: por favor haz que vuelva el abrazo fraternal. Estemos donde estemos. ¿Qué culpa tengo yo de tus desdichas, Dios? Eres violento y ciego y sordo. ¿Existes? Yo sigo siendo un abrazo fraternal, aunque sepa que es muy feo ser persona, así, sin afecto, porque como que si no brindas algo a los demás no eres nada. ¿Qué nos brindas tú, Dios? Todo es culpa de la necesidad. De la ambición. Qué feo. Pero es tan linda la vida a pesar de todo.
Ustedes, sin ganas de vivir / les digo: vivan los abuelos, viva el folklore / siéntanse orgullosos de ustedes mismos / que todos juntos somos la historia.
Sacan del vientre, de la panza, un cartón. Ojalá hubiera un niño. Yo pido vida para un inocente. Hoy saben operar tumores, pero no operar mamás porque ellas dan su vida. Con fuerza. Luchar por lo que se ama, con la ciencia, con la fe y sobre todo con la naturaleza. ¡Qué hipócritas son entre todos ustedes, montones de hombres! Si no se vive por amor, si no se ama la vida, nada tiene sentido.
12 de diciembre
Llegó el mediodía, las gallinas tienen hambre, los chanchos también. Los animales no me saben hablar. No es hora para mí. ¿Algún animal estará pidiendo auxilio? ¿Qué nos querrán decir?
Está celoso mi gordo, sus hermanos están trabajando todos juntos. Mi gordo ya está grande de cuerpo y de huevos. Tiene un pene grande y trota y su mente no para de crecer emocionalmente. Tienes siete mujeres a tu cargo: tu madre, tu mujer, tu amante, tu hermana, tus hijas y tu amiga confidencial. Todas ellas son tus mujeres y a todas debes dar un lugar y no olvidarte de ellas ni de la familia que te ama. Cuando no estés bien, encomiéndate al cielo y no te olvides que tus sacrificios nunca son para ti.
Yo soy la primera mujer Martínez en una cárcel. Es la vida. Un poco de sol y otro poco de sal. Yo no quiero otro hermano preso, ni muerto. No quiero perder, pero si la vida así lo quiere, así tendrá que ser. Que se haga la voluntad de la vida. Te amo hermano mío, y no te olvides esa pelea que tuvimos en el baile, si me metí es porque ustedes los hombres no miden el peligro o lo que puede pasar, son brutos. No me dolió meterme, me dolió ver a mis hermanos peleando en exceso y sin sentido y toda esa sangre regada. Aunque a veces haya razones para la violencia recordemos lo que nos enseñó papá de que todo se soluciona con palabras. Yo no soportaría otro hermano, otro tío, otra pareja mía ni muerta ni en un penal. Los hombres tienen que aprender a escuchar a las mujeres. Igual te entiendo, hermano mío, entiendo por lo que estás pasando y no te olvides que eres mi hermano y que te apoyo. Ahora aprende a escucharte y a escuchar.
13 de diciembre
Hola Amor, te extraño. ¿En serio? Mi amor enserio te digo. No me jodas. Amor, está lloviendo. Sí amor. Te extraño mucho. No sabía que a las patas se les extraña. ¿Estás enojado, mi amor? Sí, pero nadie tiene la culpa. Yo lo sé amor, ¿qué haces? Escucho rock. Qué bueno amor y ¿piensas en mí? Sí, todo el día y pido a la vida por ti. Basta, no te quiero escuchar así. Pero amor, entonces nunca me vas a ver. Yo también pido a la vida por todos nosotros. Es que estoy enojada, te quiero tener conmigo y eso me enoja. Y por eso, mi amor, hay que pedir a la vida. Pero amor no me hables así, no, no me cortes. Bueno, tranquilízate, yo siempre te voy a hablar de la vida. Amor, llueve, te acuerdas de… quiero dormir en tus brazos, amor, te extraño, te amo. Yo también te extraño y te amo.
Es tan lindo escucharlo así, tan excitante, hablando de la vida. Lo necesito, él es mi amor, mi único hombre, el verdadero amor, lo amo. Aunque se haya ido con otra.
14 de diciembre
Un día más, un hermoso día / quién diría, hasta yo misma me sorprendo / ¿quién te quita lo bailado? / sus pros y sus contras. / El limonero de casa. El mundo me escucha y me ama y yo me amo / extraño mi pueblo, mi país / la sopa de papas y maíz / pero estoy afuera de todo / sola conmigo / delicia y deleite y encierro en el extranjero / tristeza profunda / dejo cada cosa y a cada cual en su lugar / gracias, mil gracias, por haber conseguido tu calor / mi muñequita, mi esperanza, mi cielo aprisionado.
La música, la escuela, la lechuza, la paloma y sus pichones, los molinos y mi familia, más que nada Dani y Cami y mi padre fumador, el arte y la poesía, sí, la poesía. Mujer madre, nunca más me olvidaré de ti.
15 de diciembre
Al principio, al llegar al taller estaba como en shock, hasta pensé que estaba en estado vegetal. Que solo me funcionaba el sexto sentido, sí, el sexto, no el quinto. Ese que solo tenemos las mujeres. Sentía que el cerebro no me funcionaba y el corazón estaba asustado. Pensaba también que estaba con científicos que me examinaban mi inteligencia. Que me ponían voces y que hacían que me imaginara las personas. Pensé que cuando me examinaron llegaron a la conclusión de que a mí me gusta la literatura y la historia y las cosas de la naturaleza y con todos sus argumentos jugaban conmigo. Un día leí de un libro que duele mucho darse cuenta de las caretas que llevan puestas las personas. Yo seguía en estado vegetal. Estaba llorona, no sé en qué estado estaba, pero a mí se me hacía que me golpeaban la cabeza, el cerebro. La realidad era que tal vez mi estado emocional me hacía sentir todo eso. Pero bueno, aquí vamos, con las caretas de mis compañeras. Mis recuerdos son incomparables y noté que me juzgaban por mis pensamientos. Era gracioso. Yo me reía en la clase porque miraba las caretas de todas, porque todas jugamos con nuestras caras. Eran todas emocionales, muertas del miedo, qué se yo. Así me sentí. Pero ahora he podido ayudarme a concentrarme en mí, en el papel y en la lapicera. Muy feliz en mi subconsciente de esta expedición emocional, aunque solitaria.
16 de diciembre
Káiser perro celestial.
Qué lindo recordarte después de tanto tiempo, de tanto dolor. Dolor que tú me ayudaste a sanar. Dolor que tú te llevaste. Dolor que también me dejaste porque tu partida me dolió mucho. Cuando te fuiste sentí que nunca me quisiste. Tal vez si te hubiera hablado te habría tenido más tiempo, pero en ese momento me era imposible, yo sentía que ese lugar no era mi casa y no sabía que ese hombre iba a ser el padre de mis hijos. Recuerdo cuando Clarita me regaló un hermoso peluche blanco, como dijo Gabriel, mi hermano, me hice la tonta cuando te traje, a escondidas. No recuerdo bien si era en una mochila, creo que sí. A ver, a ver, ¿qué tienes ahí?, me dijo mi hermano Gabriel. Eras tan lindo y hermoso. Bien blanco. Te puse Káiser porque cuando yo era más chica en una casa a donde yo iba de visita había un perro “Lozi” y otro llamado “Rambo”. Rambo era muy celoso de ti, Káiser, y te lastimaba y yo te veía sufrir y no me gustaba. Rambo era muy celoso. En estos momentos de mi vida te entiendo sobre todo por los sacrificios y el amor que me tuviste. Pero Rambo era de una raza muy mal vista, pero yo siempre lo vi bueno y su raza Doberman me gustaba. Hoy me atormenta y me duele tu partida. Peluche blanco. Me daba susto que mi hermano dijera que no podía tenerte porque no era mi casa. Pero él ya no está. Yo creía en el amor hasta después de la muerte tuya, Káiser. El enojo por no entender la vida y la muerte me alejó más de 12 años del animal más puro de sentimientos. El perro callejero, el peregrino del amor. El pequeño que le dio el amor a mi primer hijo, el amor que yo no le di, por estar detrás de su padre ausente. Tú, presente, también supiste que yo soy la madre ausente por tiempo indefinido que solo el creador sabe hasta cuándo. Ruego al cielo el reencuentro del pequeño (Káiser) y Gabriel (mi hermano) y mis hijos (Dani y Cami) y yo (Juana Débora).
17 de diciembre
¿A quién carajos se le ocurrió que los del campo debían ir a la ciudad?
¿Por qué tantas preguntas si no hay tantas respuestas? Los protagonistas ya no están, no existen. La gente se mueve. A veces solo un dedo, para acordarse de que están vivos.
18 de diciembre
Para Dani.
Tus sonrisas / mi esperanza / tus abrazos / mi fuerza / tus fuerzas / mi espíritu / y tu vida mi anhelo… / mi anhelo, tu felicidad / tu felicidad la mía… / la mía ya la tengo, tú y tú y tú y también tú.
Para Cami.
Tengo ganas de estar contigo / decirte cuánto te amo / que para el amor no hay fronteras, ni rejas / piensa en los chanchos / en los caballos / en las gallinas / ponte a pensar en las gallinas / las crías / las alimentas / las vendes / las matas / las comes / todo tiene que ver con todo / somos pena / y amor grandioso / dímelo tú / muéstramelo / soy tu madre.
Lo que mal hizo la sociedad con una lo refuerza cárcel. Al fin y al cabo, la cárcel también es una forma de familia.
19 de diciembre
¿Por qué lo hiciste? No sé. ¿Por qué te arriesgaste? No sé. ¿Por qué seguiste? No sé. ¿Para qué lo intentaste? Para mostrar que contra todo se puede.
20 de diciembre
Noches de sueños.
Llegan los besos lindos que una vez soñé. Una infamia que ya quedó atrás con algunas fantasías que cuesta recordar. ¿Será la edad que pasó como una avalancha? Quiero volver a la época de las travesuras que solíamos tener con mis hermanos los sueños. Me gusta recordar momentos felices. Pero aquí estoy, sentada en mi cama tratando de soñar y recordar esos momentos cada vez más lejanos. No poder recordar, olvidar, es una agonía. Estoy encerrada en mi soledad. Pienso en mi padre y en mis hijos, las tres personas que más amo y los veo desde esta distancia solitaria. Con el tiempo la soledad se ha convertido en mi única compañera, yo me siento de ella, me siento hija de la soledad. Es cuestión de dejar pasar el tiempo. Resignarme a él, soñando vagamente las maravillas del pasado remoto. ¿Será que la vida consiste en negarlo todo? ¿Será que la vida es silencio y no nos damos cuenta? Lucho por mis sueños por más lejanos que sean y aunque me acostumbré a la soledad ella me entristece y me hace perder la magia que alguna vez tuve a la hora de soñar. No pertenezco a ningún lado y sufro esta amnesia profunda en la que me encuentro. Me siento en el abismo de nunca jamás. No sé qué sea mejor, si olvidarme de los días felices o luchar contra todo y recordarlos, igual, sea como sea, al final siempre estará mi amiga soledad para desvanecerlo todo con su sigilosa voz.
21 de diciembre
Te perdono, Sarabia. Ojalá un día logres perdonarte tú también.
En el lugar en el que estés te deseo que todo ese sufrimiento contenido que te domina con tanta maldad se vuelva paz.
Diario cautivo: todas las entregas
Etiquetas: Diario cautivo, ficción, Giovanny Jaramillo Rojas