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13-04-2020 Notas

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Por Florencia García Alegre | Ilustraciones: Memo Ghiraldo

“La nueva estética es como una nebulosa
que dará a luz un nuevo mundo.
No somos el alfa de la nueva generación,
sino el omega de la anterior”.

Oswald de Andrade
Manifesto antropófogo (1 de mayo de 1928)

Tenemos internet, agua calma de megabits encriptados y asepsia perfecta en tiempos de pandemia. Sobre ella, navegamos con lo que se aparece en la punta de nuestros remos, versos que se respiran y resplandecen, para aplacar la crisis y la paranoia.

Hijas y nietas del post-modernismo y regionalismo brasileños, definidos por el experimentalismo en el lenguaje y la conciencia social, de la osadía y la sensualidad de Hilda Hilst y el no estilo de Clarice Lispector, estas mujeres escriben versos sobre lino o tela arpillera más que sobre papel y terciopelo. Repudian el silencio, hablan alto mientras se emborrachan y se olvidan de Dios. Celebran la lluvia, los juegos de la infancia y la infancia pobre, la memoria de los vencidos que desde arriba puja para ser olvidada, al amor por otras mujeres, la danza interminable y al color de la piel como una bandera a defender hasta la muerte. 

Hicieron hechizos con el crepúsculo que se da más temprano que tarde en aquel lado del trópico, brujería con las palabras y la música que genera el idioma perfecto para la poesía: porque xícara es taza, vagalume bichito de luz y cafuné es el mimo que con las puntas de los dedos se hacen sobre una cabeza que no es la propia. 

No podemos navegar sobre el Tocantins hacia el Amazonas por razones obvias que van desde las tres cifras en nuestra cuenta sueldo hasta fronteras clausuradas quién sabe hasta cuándo. 

Esta no es una lista definitiva ni mucho menos completa y el orden es totalmente arbitrario: es una notificación en nuestros smarts para despertar amoríos y curiosidades y poder ir más allá gracias a google.com.

Angélica Freitas

Nació en Pelotas, Río Grande do Sul en 1973 y sus primeros poemas encontraron auditorio en un blog personal llamado Tome uma xícara de chá. Exalta, con sorna, a las “mujeres limpias” como las únicas buenas y las únicas merecedoras de paz en un mundo con códigos que no dejan de avergonzarnos y apuñalarnos en los títulos de todos los días. 

La denuncia, una de las tantas, se expresa a lo largo de quince poemas que pueden tranquilamente componer uno solo para iniciar su compendio “Um útero é do tamanho de um punho” (2012).

[Una mujer gorda]

una mujer gorda
incomoda mucha gente
una mujer gorda y bebedora
incomoda mucho más
una mujer gorda

es una mujer sucia
una mujer sucia
incomoda incomoda
mucho más

una mujer limpia
rápido
una mujer limpia

[Dentadura perfecta, oíme bien]

Dentadura perfecta, oíme bien:
no llegarás a a ningún lugar
son tomates y cebollas que nos mantienen,
y arvejas y zanahorias, dentadura perfecta.
ah, sí, Shakespeare está muy bueno,
pero qué pasa con la remolacha, achicoria y los berros?
y arroz, repollo y porotos?
dientitos lindos, el buey que comés
ayer pastaba en el campo. Y te quejaste
de que la carne estaba demasiado dura.
demasiado dura es la vida, dentadura perfecta.
pero comé, comé todo lo que puedas,
y olvidate de esta charla
y clavame los cubiertos

(“Rilke Shake”, 2007) 

**

La palabra tiene su terrible límite. Más allá de ese límite está el caos orgánico. Después del final de la palabra empieza el gran alarido eterno.

Clarice Lispector.

**

Ana Cristina César

Poesía y modernidad, ficción y autobiografía, se conjugan de manera notable en la figura de esta poeta y traductora carioca, representante insigne de uno de los períodos más ricos en sensibilidad artística (no política) de la región. Con una lírica cargada tanto de exilio como de extrañamiento, publicó por primera vez a sus 6 años. Es la voz que, arrancada de raíz, danza entre el placer, la nostalgia y el derrumbe. Su marca atemporal, transgresora y marginal superó a su mismísima muerte: en el ’83, antes de arrojarse por la ventana de un octavo piso a sus treinta años, le dejó a Armando Freitas Filho, su mejor amigo, la obligación de cuidar sus publicaciones póstumas. 

miro mucho tiempo el cuerpo de un poema
hasta perder de vista lo que no sea cuerpo
y sentir separado entre los dientes
un hilo de sangre
en las encías

(“Cenas de abril”, 1979)

Fisonomía

No es mentira
es otro
el dolor que duele
en mí
es un proyecto
de paseo
en círculo
un malogro
del objeto
en foco
la intensidad
de la luz
de la tarde
en el jardín
es otro
otro el dolor que duele

(“Inéditos e Dispersos”, 1985)

Ana Cristina César

Noche carioca

Diálogo de sordos, no: amigable en el frío.
Cruzo a contramano. Suspiros en el
contraflujo. Te presento a la mujer más discreta
del mundo: esa que no tiene ningún secreto.

(“A teus pés”, 1998)

Pareciera un dilema de traducción e interpretación, pero sus poemas inician y se consumen in medias res, sin resolver la tensión que presentan. Como si lo que importara fuera únicamente dinamitar el sentido, una victoria desde el plano más convencional: lo que da sentido es la saturación de escritura. 

Ana Martins Marques

Poeta minera, categoría ’77. Es autora de los libros A Vida Submarina (2009), Da Arte das Armadilhas (2011) y O Livro das Semelhanças (2015), donde nace y se erige sobre la metafísica de objetos comunes, aunque indispensables y llenos de encanto para encarar la vida.

Ana teje a la secuencia del romance entre brújulas caducas y mapas de cualquier lado porque es, quizás, en la distancia en donde iza bandera el amor de los poetas. También entre ventanas, como superficies en las que puede proyectarse el mundo en días de distanciamiento social. 

Los objetos cotidianos son los dueños de las sorpresas, una ventana es la pantalla a lo que nos rodea y que, aún a metros, nos resulta más desconocido que los genitales de nuestros amantes virtuales. 

Jardín

Si el jardinero abandonara a medias la tarea
y cansado se sentara en una silla
y gastara toda la tarde
sobre rosas gordas que son apenas rosas
y lo ciegan de alegría
mientras el jardín
ahí mismo
se retuerce
sacando de dentro de sí
el sexo intrincado de las camelias
y la muerte y la locura de los lirios
y el tedio suburbano de las guayabas
sobre conmociones antiguas

Tal vez se sentiría un poeta
mirando el poema
que no sabe terminar

(“A vida submarina”, 2009)

Poemas reunidos

Siempre me gustaron los libros
llamados poemas reunidos
por la idea de fiesta o de quermese
como si los poemas se encontraran
como parientes distantes
un poco aburridos
alrededor de una mesa
como ex compañeros de colegio
como amigas antiguas para jugar a las cartas
como combatientes
en una arena
gallos de pelea
caballos de carrera o
boxeadores en un ring
como ministros de Estado
en una cúpula
o alumnos en excursión
como amantes secretos
en un cuarto de hotel
a las seis de la tarde
mientras sin alegría se apagan las flores del papel de pared

 (“O livro das semelhanzas”, 2015)

**

Diez llamados a un amigo

Si te parezco noctámbula e imperfecta
mirame de nuevo. Esta noche
mirame a mí, como si me miraras

y fuera como si el agua
deseara
escapar de su casa que es el río
y deslizándose apenas, sin tocar el margen. 

Te miré. Y hace tanto tiempo
entiendo que soy tierra. Hace tanto tiempo
espero

que tu cuerpo de agua más fraterno
se extienda sobre el mío. Pastor y navegante
mirame de nuevo. Con menos altivez. 

Y más atento. 

Hilda Hilst (Júbilo, memória, noviciado da paixão”, 1974)

**

Ana Elisa Ribeiro

Poeta, cronista e investigadora belorizontina, categoría ‘75. Interpelada por Leminski, su historia en la poesía empezó hace más de 20 años con la publicación de sus versos en fanzines, pero al placer siempre lo buscó en manada: habiendo participado de bienales y encuentros de mujeres en todo el mundo, hoy es editora y curadora de la colección Leve um livro, donde se ocupó de buscar y compartir la poesía contemporánea de más de 70 autores brasileños. 

Muy a tono con los últimos acontecimientos del mundo de las mujeres, la vida cotidiana inspira su arte y a través de éste ve y comprende lo que sucede en la propia. Las fotos son para Ana el documento en blanco de Word para expresarse, como el screenshot de lo conseguido, de lo cambiado y también del futuro perdido. 

La Antigüedad de la cual venimos

Pericles dijo
que la mayor virtud
de una mujer
era quedarse callada.

Pericles se jodió.

Pericles, hoy,
se llevaría una trompada
de mil mujeres
como yo.

(“Fresta por donde olhar”, 2008)

Embarazo

ya estuve embarazada
en aquella foto
el hijo
no llegó a nacer

la foto
me mantiene
a su espera. 

(“Álbum”, 2018)

Conceição Evaristo

Clásica de clásicas: cuentista y poeta belorizontina, militante del movimiento negro que plasma en versos (lo que ella llama escrevivência), muchas veces de forma cruda, la situación de los afrodescendientes en Brasil y principalmente el lugar de las mujeres en ese circo de violencia y expulsión. 

Habiendo nacido en el ‘46, el reconocimiento del mundo de las letras le llegó a los 70 años y a Conceiçao, entre tragos largos de cerveza negra, no le tembló el habla al plantear que la demora se debió a su color y tampoco para decretar que eso no la hace menos inmortal que a los blancos. Le creo. 

En “media lágrima” el yo lírico habla de la resistencia con “mis ojos secos” porque “basta con medio hipo para decir el llanto entero”. 

Media lágrima

No,
el agua no se me filtra
entre los dedos,
tengo las manos ahuecadas
y en lo cóncavo de mis palmas
media gota me alcanza

de lágrimas en mis ojos secos,
basta con medio hipo
para decir el llanto entero. 

Sé aún ver con un solo ojo,
en cuanto al otro,
la ceniza rodea
la visión que me queda
vacía lo invisible
y veo las inolvidables sombras
de los que ya se fueron. 

De la lengua cortada,
digo todo,
mezclo el silencio
y el susurro del sonido
suelto el grito del grito
y encuentro la palabra anterior,

aquella que silenciada,
conservó la voz y los sentidos
en el laberinto del recuerdo.

(“Poemas da recordação e outros movimentos”, 2008). 

Conceiçao Evaristo

Para la menina

Para todas las meninas y meninos de cabellos trenzados o sin trenzas.

Desarmo las trenzas de la menina
y me tiemblan los dedos
de miedo en los caminos
repartidos de sus cabellos.

Lavo el cuerpo de la menina
y mis manos tropiezan
con los dolores en las marcas-recuerdos
de un látigo traicionero. 

Visto a la menina
y en mis ojos
el color de su vestido
insiste y se confunde
con la sangre que gotea
del cuerpo-suelo de un pueblo. 

Sueño los días de la menina
y la vida aparece agradecida
desarmando las trenzas
y el vestido aparece harto
justo y definido
y la sangre se detiene
paseando tranquila
en las venas de nuevos caminos,
esperanza. 

(“Poemas da recordação e outros movimentos”, 2008)

La “nueva” generación de poetas brasileñas crea, en un país donde la oposición se reúne unida por el espanto, tanto nuevas respuestas a la pregunta esnob de qué es la poesía como nuevas condiciones y posibilidades de existencia para lo femenino y lo disidente. La poesía aparece en sus carteras, en sus bolsillos o en sus bolsas de los mandados como la llave para explicar y también entender cómo, misterios y magia mediante, se vive, se viaja, se trabaja, se cría y se ama siendo mujer en un mundo confuso y sombrío que perdió muy pocas reglas desde el principio del siglo pasado a este presente. 

La lucha es diaria: nos dejaron en archivo pociones y mensajes oraculares que al menos nos den alguna esperanza que se lea al galope. 

Mujeres, como ángeles caídos y ángeles negros que se plantaron para hacer contrapeso en sistemas que nos siguen expulsando, que dejaron razones y fuerza que nos penetran, donde el significado siempre está en movimiento, como el vuelo de las gaviotas y en su ruta las palabras que hicieron posible el nacimiento de cada uno de sus textos, de su resistencia y de su memoria. 


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