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Por Giovanny Jaramillo Rojas
30 de julio
El pasado 26 de julio, Escanlar Natalia pasó por la biblioteca. Me pidió un libro y antes de irse me dijo que estaba muy bonita. Le agarré la mano y le pedí que esperara. Cerré la puerta de la biblioteca y le exigí que me explicara su sentimiento hacia mí. Ella temblaba. Creía que le iba a hacer algo. Me gustas, solo eso. Me dijo. Nos quedamos en silencio durante casi un minuto, hasta que yo la invité a salir. Ella caminó hacia la puerta que yo contenía con mi espalda. Permiso, me dijo. La agarré del cuello y la besé. Su tersa lengua me pasó el dulce de menta que masticaba. Nuestra respiración se agilizó de una manera indecible. Ella tocó mis senos y yo rocié con mi mano derecha su entrepierna. Paré abruptamente, no fui capaz de mirarla a los ojos y le abrí la puerta: adiós, le dije. Ella salió. Volví a cerrar la puerta, me recompuse y salí en busca del baño. Cuando entré al baño Escanlar Natalia estaba ahí, echándose agua en el rostro. No aguantamos más: nos metimos en uno de los cubículos del baño e hicimos el amor desenfrenadamente. Nos devoramos, sin una sola palabra. Una guardia entró y escuchó nuestros gemidos. Nos obligó a abrir la puerta, nos dio un par de golpes para separarnos y nos llevó ante la comisionada de orden y seguridad penal: nos encerraron 72 horas en calabozos aledaños. Solo nos dieron agua y pan. El maldito pan de la obediencia.
11 de agosto
No soy lesbiana. Lo que pasa con ella es simple sugestión.
17 de agosto
No pude dejar de pensar en la escena del baño. He permanecido todo el día húmeda, con mis pezones erectos. Ya me duelen del roce con el sostén. La lascivia me consume el estómago. No logré concentrarme ni un solo segundo en la biblioteca.
18 de agosto
No soy capaz de hablarle a Escanlar Natalia. Por momentos quisiera no volver a verla nunca más, pero al rato quiero acariciarla toda y ser poseída, una vez más, por sus pequeñas y suaves manos.
28 de agosto
Siento culpa. Me repelen las monjas y los sacerdotes que vienen al penal. Odio pasar frente a la capilla y no quiero escuchar a nadie hablar de dioses ni de vírgenes ni de nada que tenga que ver con cosas religiosas. Me parece que todo eso no es más que un vacío sin fondo.
3 de septiembre
Llamo a Cami por su cumpleaños número 13. Lo siento extraño. Le subo el ánimo por algo que sé que le pasa y no me quiere contar. Le canto su canción preferida y no reacciona. Le hablo cariñosamente. Mamá: ya estoy grande, me dice, no me trates como a un bebé. Oculto mi desconsuelo. Dani pasa al teléfono y me cuenta que Cami tenía una noviecita que justo le terminó el día anterior. Que por eso está triste y no quiere celebrar nada. Le digo a Dani que le haga chistes, que lo abrace. Me dice que no, que ya lo intentó y recibió un empujón. Me quiebro. Pregunto por el abuelo: no ha dicho ni una sola palabra ni ha pasado bocado desde ayer. Doblemente, triplemente, totalmente quebrada.
11 de septiembre
Algunas compañeras se enteraron de lo que pasó con Escanlar Natalia y lo están regando por todo el penal. Muchas se burlan de nosotras y otras nos miran con sorna. Me dicen “la torta encubierta” y “la tijeras”. Zapata Inés intentó manosearme en una de las duchas.
Este tipo de relaciones o contactos “lésbicos” no están permitidos y, por tanto, me abrieron una causa disciplinaria. Por suerte sigo conservando mi trabajo. Yo sigo sin hablarle a Escanlar Natalia, pero percibo en su mirada la inmensa soledad en la que yo también estoy sumida.
20 de septiembre
Me llaman de trabajo social.
Urgente.
Mi padre murió.
21 de septiembre
Llanto.
22 de septiembre
Llanto.
23 de septiembre
Llanto.
24 de septiembre
Llanto.
25 de septiembre
Llanto.
26 de septiembre
Hasta hoy tengo fuerzas para sentarme a escribir: ¿Por qué te fuiste, viejito hermoso? ¿Por qué? Más llanto.
27 de septiembre
Rosalba me dice que mis hijos están al cuidado de una vecina. No he podido hablar con ellos. No escucharlos me pone muy mal. ¿Cómo están hijos míos? No. No. No. No los abandono. Los amo. No están solos. En serio: no están solos. Yo estoy acá, doy mi vida por ustedes. Ustedes son mi vida. Estén tranquilos. Por favor. Cuídense mutuamente. Estas cuatro paredes no pueden soportar el amor que les tengo. Nada puede separarnos. La lejanía es una ilusión. Sépanlo, mis bebés. Los amo tanto que me arde el pecho. No estoy triste. Ustedes son mi única motivación para salir de aquí.
28 de septiembre
Empiezo a creer que el dolor es mi condena. Te extraño padrecito lindo. Desde donde estés te pido fortaleza para mí y para tus nietos. No nos abandones más, ilumínanos. Por favor. Ayúdanos a sobrellevar tu partida. Te llevo siempre en mi alma. Y lo sabes.
29 de septiembre
Jamás había sentido tantas ganas de morirme como las que sentí hoy durante todo el día. Fortaleza, por favor. Un gramo de fortaleza es lo que pido.
30 de septiembre
La noticia, inevitable, me llegó: Cami y Dani, por ser menores de edad, irán a un hogar de paso infantil. Rosalba promete ayudarme con todo para que eso no suceda. Todo es muy difícil, nadie irá a mi país a solucionar algo que solo me importa a mí. Ya no sé qué más escribir. Es más, no sé si quiero seguir escribiendo. Todo esto es más inútil que mi propia existencia.
2 de octubre
Aceptación, aceptación, aceptación me repite la psicóloga.
3 de octubre
Escanlar Natalia me buscó para abrazarme. Lloramos juntas. No nos dijimos nada. Me siento un poco más tranquila.
23 de octubre
Este cuaderno vuelve a mí gracias a Rosalba. El día 5 de octubre en el consultorio de la psicóloga perdí el juicio y me transformé en una irreflexiva bestia. La agarré y la empujé varias veces y en uno de los arrojos ella cayó y se golpeó la cabeza. Fatalidad. Recuerdo verla en el suelo con un hilito de sangre salirle de la sien. Entré en pánico y comencé a gritar. No quería sepárame de ella, quería darle mi vida, toda, para que se levantara. Tuvieron que sedarme. Tengo entendido que lleva inconsciente todo este tiempo. Yo no he salido de este calabozo oscuro y mugriento y he firmado un montón de documentos que me incriminan por intento de homicidio. Solo deseo escuchar las voces de mis hijos. Nada más me importa. Estoy seca de tanto llorar. Ojalá se recupere la psicóloga. Eso también lo deseo profundamente. Yo no soy una asesina. Yo soy buena persona, aunque mis actos digan lo contrario.
28 de octubre
Nunca he querido hacer daño a nadie. Ni siquiera en este momento puedo creer en la aceptación. No soy una vencida, lucho por mí. Antes de cualquier cosa quiero que la psicóloga se levante para abrazarla y pedirle disculpas y ponerme a su disposición. No quería nada más allá que gritar toda esta desgracia. Solo perdí la cabeza.
30 de octubre
La psicóloga murió. La noticia me la dio Rosalba. La palabra devastación se queda pequeña. Me enteré ayer, a la mañana. El frío del día se multiplicó en mi cuerpo y quedé pasmada. Desde entonces no he podido comer nada y siento mis ojos puntillosos y pesados, como dos piedras que quieren venirse abajo y perderse para siempre en mi tristeza. Me siento descuartizada. Creo que realmente ya no sé si siento. Arrancarme los ojos es una opción, pero después, algún día, cuando pueda ser, no podría ver a mis hijos.
3 de noviembre
Escanlar Natalia me envía una carta por medio de Rosalba. La carta lleva escrita la palabra FUERZA 79 veces y al final un corazón y una N.
Deseo tu abrazo N.
7 de noviembre
El 4 de noviembre me descompensé. Hasta hoy vuelvo de la hospitalización. He bajado 11 kilos y tengo una anemia severa y serias complicaciones digestivas. Un psiquiatra me recetó pastillas para combatir la “esquizofrenia paranoide” que, según él, me acomete. Estoy muy debilitada. Antes de escribir esto estuve mirando el techo de mi celda por varias horas. Me duele agarrar la lapicera, estar sentada, acostada. Todo es malestar. No sé nada de mis hijos. Espero estén bien. Los llevo muy adentro de mí, en un lugar al que solo yo puedo entrar y darles todo mi amor.
8 de noviembre
Me dicen que el 10 de diciembre se celebrará un juicio en mi contra por la muerte de la psicóloga. No me importa nada. Si la maté, ya sé que tendré que pagar. Solo quiero hablar con mis hijos.
9 de noviembre
Soñé con la psicóloga. Me abalancé sobre ella, me disculpé y la abracé. Ella me clavó un cuchillo en el cuello mientras me gritaba que aceptara, que aceptara que yo era una asesina. En mi funeral yo podía verla solo a ella, caminaba alrededor de mi ataúd, estaba esperando que llegaran mis hijos para matarlos. Yo merezco cualquier cosa, pero mis hijos no, ellos no merecen nada malo.
Angustia.
11 de noviembre
Otra vez mal. Me desmayé. La enfermera me dijo algo que se ha convertido en mi fuerza para seguir adelante: tiene que comer y cuidarse si quiere volver a ver a sus hijos, si sigue así ellos se quedarán huérfanos. ¿Eso es lo que busca? No lo haga por usted, hágalo por ellos si es que en verdad los quiere.
13 de noviembre
Vuelvo a soñar con mi funeral. La psicóloga estaba arrodillada frente a un crucifijo y de un momento a otro llegó N a despedirme. La psicóloga esperó que N estuviera viéndome para agarrarla a puñaladas por la espalda. Cuando ya estaba muerta la metió conmigo al ataúd, limpió toda la sangre y dijo: ahora solo faltan tus hijos, perra: acéptalo. El cuerpo de N, recién muerto sobre el mío, aún permanecía caliente. Nuestros labios quedaron situados muy cerca. Muy cerca para toda la eternidad.
15 de noviembre
Volví a sentir el sol. Hoy salí a dar un paseo por el patio de inimputables. Estoy medicada por ansiedad y depresión. La droga esa de la supuesta “esquizofrenia paranoide” me ha propinado algunos episodios de ofuscación y demencia. Soy una zombi. Huelo mal. El sol fue amable y me acarició el rostro placenteramente. Por un momento pensé que eran las manos de N las que cabalgaban por mis pómulos y mejillas.
19 de noviembre
Rosalba me acerca otra carta de N. Es un dibujo bellísimo: un limonero en medio de un campo y un atardecer. Recordé que el día de la mujer, cuando nos reunimos con otras chicas a celebrar nuestro día con literatura, yo leí un poema que describía el viejo limonero de mi casa. Me conmueve que haya grabado eso en su pensamiento. Me haces bien N. Gracias por estar.
28 de noviembre
Feliz cumple Dani. Te amo mucho hijo. Salúdame a tu hermano. Espero estén bien y me recuerden. Yo los pienso a cada instante y sueño con abrazarlos. Sé que podrás sentir este mensaje, solo cuando pienses en mí.
6 de diciembre
Un nuevo abogado viene a que le cuente todo lo sucedido con la psicóloga y, según él, a entrenarme para el juicio. La idea es rebajar la pena lo máximo posible. En dos horas de reunión no digo nada. Al final le pido un minuto para llamar a una persona que me puede dar razón de mis hijos y el señor abogado me dice que las llamadas internacionales son muy costosas y que hablará con el juez para ver si es posible que me den ese privilegio. ¡Privilegio! El señor utilizó esa palabra y yo no entiendo muy bien su significado. La verdad que no.
7 de diciembre
Privilegio
Pedir sus voces es un trámite / algo como un papel que se firma / un permiso que se pide / se implora / algo que se paga / y puede ser negado / a la madre rota / asesina sin derechos / lo tengo claro / no me he ganado nada / solo sus ausencias / y esa palabra / tan seca y cruel / privilegio.
9 de diciembre
Mañana es el juicio. Rosalba me acompañará. Me trajo un vestido blanco, precioso, con bordados brillantes por todos lados. También unos aretes con formas de manzana. Me lo puse todo y me miré en el espejo. Hace mucho no me miraba a un espejo. Estoy irreconocible. No obstante, descubro un magnífico brillo en mis ojos. Una vez me preguntaron cuál era la parte de mi cuerpo que más me gustaba y dije que mis ojos. Hoy lo reafirmé. Me siento particularmente tranquila. Le pregunté por N. No sabía nada de ella.
10 de diciembre
No quise maquillarme. Muy temprano me trasladaron a los juzgados del centro de la capital. En el trayecto conocí esa nueva ciudad de la que todas mis compañeras hablaban y que yo de alguna manera venía habitando así fuera encerrada. Había olvidado cómo se siente ser extranjera. Llevo en este país varios años y lo único que conozco de él es lo lento y complicado que es su sistema penal. Y algunos pasillos y dormitorios infecundos. En la entrada del edificio judicial, los familiares de la psicóloga me gritaban asesina y puta y pedían justicia. ¿Puta? Creo que esa fue la palabra que más escuché. No entiendo por qué creen que eso es un insulto. Un joven me escupió la cara. Vi el dolor en sus ojos. Ya adentro, en un salón de madera, todos hablaban con palabras que yo desconocía totalmente. Cuando el juez me pidió para interrogarme yo simplemente conté todo tal cual como había sucedido. Mi abogado se agarraba la cabeza y me hacía caras todo el tiempo. Nadie nunca preguntó por mis hijos. Lloré. Al final, tras varias horas de preguntas y respuestas, de deliberaciones y monólogos, las tan ansiadas palabras, por fin: Juana Débora Martínez Romero, la condeno a 24 años de prisión por el delito de homicidio culposo. Me sentí fresca. Pensé en mis hijos. Ahora sí podía empezar a contar los días para volver a verlos.
24 de diciembre
Hoy es navidad. Rosalba me sorprende en mi celda con su teléfono celular y una tarjeta con treinta minutos para llamadas internacionales. Llamo a la vecina que los estuvo cuidando mientras se los llevaban para el hogar de paso infantil. Me pasa el número del hogar. Llamo. Pregunto por mis hijos. Me dicen que espere. Pasan varios minutos y de repente escucho la voz de Cami y me pongo a llorar. Me dice que me calme, porque si no sabía, el abuelo, antes de morir, le había prometido que un día nos íbamos a reencontrar los tres, pero que debíamos tener paciencia porque iban a pasar algunos buenos años. Cami dijo que debía ir a recibir un regalo que le habían traído unos señores de una empresa y que me amaba y que ahí me pasaba a Dani. Dani solo me dijo: te amo mamá, cuando cumpla 18 años sacaré el pasaporte para ir a visitarte, te extrañamos mucho y tenemos muchas cosas para contarte. Y ahí se cortó. El mejor regalo de mi vida son mis hijos. Creo que no era tan feliz desde que era niña y mi padre me contaba cuentos, fumando, al atardecer, debajo del limonero de la casa.
29 de diciembre
Me notifican que el juez pidió mi traslado para otra prisión. El 4 de enero se efectuará el movimiento.
2 de enero
Pedí visitar la biblioteca por última vez. Tuve la esperanza de encontrarme con N., pero no. Mezcla de emociones: me siento la protagonista de un relato de la señora Lucía Berlin. Siento nostalgia, mucha, pero esta despedida es un paso más en mi carrera por salir de aquí. No quiero decir salir de aquí, de esta cárcel, sino me refiero a salir del encierro. A ser libre.
3 de enero
Mañana me voy N. Lamento no haber podido volver a verte. Como tú saldrás primero, desde ya espero el día de tu visita. Todavía me faltan 8736 días en este, tu país. Este cuaderno es para ti, con toda la fuerza de mi amor. Nunca te olvidaré.
Diario cautivo: todas las entregas
Etiquetas: Diario cautivo, ficción, Giovanny Jaramillo Rojas