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16-06-2020 Notas

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Por Carmin Aisen

Ya habiendo entrado en la fase de asimilación del aislamiento, puede decirse que nunca dejamos de preguntarnos: “¿y ahora qué sigue?”. Fueron muchos lxs pensadores que salieron enérgicamente a expresar su visión del mundo dentro de este marco. Varios de ellxs escriben sobre la posibilidad del “fin del capitalismo”: ese tan anhelado movimiento tectónico que nos haga saltar de la cama y modifique el estado de las cosas.

El capitalismo, a diferencia de muchas de las ideologías, dejó de considerarse una forma de pensar para convertirse en un sistema. En palabras de Jameson, “ha proclamado un fin de las ideologías –excepto de la reinante, a la que muchos ven tan sólo como una no-ideología anclada en su realización natural e irremisible”. El mecanismo que sostiene al monstruo del capitalismo se resume a hacer propio todo lo que apunte a rebelarse. Todo lo que se le escape al sistema, que sea subversivo, termina siendo consumido y tragado. Como señala Mark Fisher, antes la relación político-cultural entre el capitalismo y lo que fuera que tuviera delante se daba en forma dialéctica. En el choque, el capitalismo siempre salía ganando y se alimentaba.

La pregunta es: ¿estamos viviendo una revolución? ¿Somos protagonistas de un verdadero cambio?

Una de las características principales de la época posmoderna en la que vivimos son las redes sociales -amigas y enemigas-, que en el marco de la pandemia tiran para ambos equipos.

Nos acercamos cada vez más a la despersonalización de todos y todas. Tal vez sí estamos más informados ahora que todo lo podemos googlear; presente y pasado se puede tener abierto en dos pestañas diferentes del mismo Google Chrome. Tal vez sí, desde ya, tenemos más acceso a datos que podemos usar para atacar como si fueran armas. Pero también tenemos menos escudos para protegernos.

Las protestas en Estados Unidos generaron una empatía masiva -al menos en nuestro país- de personas que nunca se hubieran preocupado por ninguna desigualdad local. Ahora bien, ¿el hecho de compartir un fondo negro en el feed de Instagram nos convierte en luchadorxs revolucionarixs?

Está de más preguntarse cuánta repercusión puede tener el hecho de que cien nombres de usuarios -porque ni siquiera podemos considerarnos personas- de un país tercermundista como Argentina compartan fotos en sus redes sociales en apoyo a Estados Unidos -país de los universales-. Pero dejando de lado si es apoyo o no es apoyo, pareciera que sirve para liberar culpas. Ayudé. Apoyé la lucha. Empaticé.

Volvamos a la gran pregunta que salta en la pandemia: ¿está cambiando el mundo?

Se da un fenómeno, también, del que no nos hacemos cargo. Al no salir de nuestras casas, vemos todo a través de pantallas y -no hace falta aclarar- tenemos mucho más tiempo para dedicarnos a ser parte de esos hechos. Es sabido que atrás de cada cámara que filma, cada párrafo de cada nota, hay alguien pensando y expresando su propia visión de las cosas. Y eso es lo que nos llega a nosotrxs. Una suerte de información masticada para que, desde ahí, podamos reaccionar. Entonces, lo que pasa a miles de kilómetros de nuestras sillas nos conmociona con una intensidad que nunca sentimos con respecto a lo que vive nuestrx vecinx. ¿Será que los medios de comunicación (redes sociales incluidas) potencian y aumentan el efecto de las emociones adrede?

Las desigualdades y las injusticias no son algo nuevo. No llegaron con la pandemia, y las luchas contra ellas menos todavía. ¿Será que ahora que desde la comodidad de nuestras casas estamos “luchando” contra un virus nos sentimos hambrientos de lucha? ¿O será tal vez que atrás de un nombre de usuario somos todos enormes?

No sé qué va a pasar en el futuro, pero creo que el sistema capitalista está más cerca de empezar a producir merchandising con la frase “yo superé una pandemia mundialque de desaparecer.

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