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09-06-2020 Notas

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Por Marina Esborraz, Carlos Quiroga y Luciano Lutereau

1.

El análisis es una experiencia tan extraña (como toda experiencia) que requiere dos principios muy difíciles para quien quiere intentarla: por un lado, renunciar a la cómoda posición de “yo sé lo que me pasa, yo sé cuáles son mis problemas” (como un modo diferido de decir: no voy a aceptar la palabra de otro); por otro lado, suspender el juicio valorativo acerca de esa experiencia, en la que (como en toda experiencia) no se sabe qué está pasando ni si es bueno o malo. El paciente que juzga su análisis como bueno o malo (funciona o no, cualquier binarismo de este estilo) ya interrumpió su análisis, juzgar es la manera más habitual de interrumpirlo. Mientras que lo más común es que quien se analiza se dé cuenta de que su análisis transcurre muchas veces cuando está haciendo otra cosa y piensa en algo que le contaría a su analista, cuando se despierta en la madrugada y piensa en recordar un sueño, en fin, advierte que el análisis es eso que pasa entre sesiones, un modo diferente de vivir; por eso el juicio valorativo respecto del análisis, del tipo “mi análisis no funciona” es un modo de resistencia que encubre un reproche al analista, quizá porque funciona demasiado y su persona empieza a aparecer en pensamientos en la vida cotidiana, mientras que en la sesión no dice nada ingenioso. La desacreditación de una forma de vida, no hace más que mostrar cuánto se le teme. Ese temor es un síntoma de transferencia muy común.

2.

Si tuviéramos que resumir en una encrucijada simple cuál es la operación psíquica que muchas personas deben hacer en los inicios de sus tratamientos hoy en día, diríamos que es: dejar de vivir la ausencia del otro como equivalente a que el otro no esté. La ausencia es un modo de estar (estar-ausente); por lo tanto, lo contrario de la presencia no es la ausencia, sino la distancia. En los casos más diversos (desde un duelo por muerte de un ser querido hasta los celos amorosos basados en que no se pueda soportar que el otro esté en otra parte sin sentirse abandonado/a) se trata de esta simbolización primera, de inscribir la ausencia del otro como una forma de su presencia, para no vivir la distancia como angustiante ni enloquecedora. La relación con el analista es para muchos la primera ocasión de hacer este movimiento de subjetivación del desvalimiento.

3.

El análisis es para “estar”. Es un tiempo, un modo de vida, estar de cierta manera. Muchas personas no pueden vivir sin “hacer” y se la pasan haciendo cosas, a veces sin estar en ninguna. Es el devenir máquina productiva. Pero también existe el devenir pánico, porque el pánico es un modo de ser (no de vivir), como también lo es la locura. Es también la ansiedad, cuando se dice “soy ansioso”. Pero no puede decirse «soy angustiado»; para angustiarse hay que aprender a estar, devenir situación y tiempo. Para estar hay que devenir cuerpo y no ser. Muchos análisis pasan del hacer al ser y del ser al estar. “Estar” es lo más difícil. Porque nadie elige cómo estar. Es la pasividad radical. Lo insoportable. En cualquier situación, tener que estar.

4.

Se usa mucho la expresión “cambio de posición subjetiva”, pero ¿qué es eso? La expresión no está en Freud ni en Lacan, pero no sólo existe lo que Freud o Lacan dijeron. Lo importante es sí nombra algo o no. Creo que sí, pero no en el sentido en que a veces se espera que alguien se reconozca haciendo algo distinto –como si el análisis fuera para cambiar; esta es una versión yoica, ni buena ni mala, sí poco interesante. En todo caso, nos parece que es apropiada cuando nombra el sujeto que se desprende de una interpretación, cuando ésta introduce una lectura en otros términos. Por ejemplo, alguien duda (síntoma obsesivo) si seguir con su pareja o separarse, se inventa mundos posibles (fantasías más o menos conscientes) con otras personas y, cada vez que piensa en irse, termina por volver. Una interpretación nunca le diría que se decida, que actúe, sino que ubicaría que no se trata de la alternativa, porque ésta es para distraerse de lo fundamental: que no puede pensar en seguir sin pensar en separarse, pero la cuestión es ¿no tendrá que separarse de algo de la relación para que ésta siga? Antes que una cosa u otra, ¿no se trata del modo en que una cosa necesita otra y la incluye, al punto de que su exterioridad se revela como interior? En última instancia, el cambio de posición no es otra posición, sino su inversión dialéctica, como en la absolución hegeliana.

5.

Se suele decir que en un análisis lo que se espera –entre otras cosas– es un “cambio de posición subjetiva”, pero ¿qué queremos decir con esto? Un paciente cuenta una película que vio hace tiempo atrás. Se llama Vivir (Akira Kurosawa, 1952), y narra la historia de un hombre de unos 60 años a quien le diagnostican cáncer y pocas posibilidades de vida. Lo primero que hace es decidir “vivir” sus últimos días yendo al casino, contratando prostitutas y cosas por el estilo. Pero renuncia al poco tiempo porque nada de eso le produce mucha satisfacción. Vuelve a su trabajo en una oficina del Estado donde reciben diversos reclamos de los ciudadanos, a los cuales sólo ponen un sello y no le dan ningún trámite posterior. Es decir, su vida –si se podía llamar vida– había transcurrido de modo burocrático y rutinario. Pero al volver después del diagnóstico, cambia su posición y surge algo que lo llena de vida. No era el trabajo, no era la suerte, no era el destino. No hizo algo grandioso ni se ganó la lotería. Cambió su modo de actuar desde el mismo lugar donde había estado durante años. Es interesante ese modo neurótico en el que se actúa cuando está todo perdido, cuando no importan las garantías. Porque queremos actuar para ganar, y es una trampa porque el deseo siempre es a pérdida. Una de las mejores formas de ganar es jugar a perder. 

6.

Es frecuente que algunas personas, luego de un tiempo de analizarse, digan que están mejor pero que no podrían dar cuenta por qué de esta mejoría. Otras sin embargo afirman que han aprendido mucho acerca de “ellos mismos” pero que no han avanzado en nada. Las dos posiciones, muy frecuentes en la práctica del análisis, se deben a un modo de olvido. Se olvidan las interpretaciones, construcciones etc. que en forma polifónica han salido de la boca del analizante y/o del analista durante el tratamiento. O se olvida el estado en el que se llegó a la primera entrevista. El analista debe “soportar” formar parte de esos olvidos tanto como alguna vez “soportó” formar parte, como significante, del concepto de inconsciente de su analizante. El deseo del analista es refractario a cualquier reconocimiento que haga de su narcisismo una presencia eterna. Rehusar ese reconocimiento no quiere decir rechazar la gratitud que por su intermedio será al psicoanálisis mismo. Es por eso que muchas personas que han atravesado un análisis tienen el deseo de testimoniar sobre esa “experiencia”. 

7.

¿Cuándo termina un análisis? Cuando comienza. Allí se anticipa un fin. Se puede ensayar la respuesta de que eso sucede cuando alguien construye una pregunta que no es paranoica. Esto quiere decir que construye una pregunta de la que no tiene una respuesta. Es decir, se trata de una persona que quiere saber algo más de lo que ya sabe. No obstante, eso no basta. Es preciso que además de no saber la respuesta de la pregunta que se ha hecho tampoco se la suponga a su analista en cuestión. ¿Esta pregunta, tratándose del análisis, podría ser otra que aquella que concierne a la “verdad” sobre la posición sexual de cada uno? Como se trata de una pregunta por la “verdad”, es lógico que pueda surgir cuando ya no se le supone el saber al analista. Si el sujeto no renuncia allí al análisis y lo prosigue a pesar de la caída del sujeto supuesto saber entonces hay chances de que ese análisis vaya más allá de los fines terapéuticos que todo análisis tiene.

* Pintura: «El diván» o «Mujer en sofá» (1921) de Henri Mattise

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Comentarios

'One Response to “Para qué psicoanalizarse”'
  1. […] -Esborraz, M., Loutereau, L., Quiroga, C., “¿Para qué psicoanalizarse”?, Revista Polvo, Junio 2020. https://www.polvo.com.ar/2020/06/para-que-psicoanalizarse/ […]