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Por Cristian Rodríguez
Cosmos
“Dos astronautas de la NASA y un cosmonauta ruso regresaron este viernes desde la Estación Espacial Internacional (EEI) a la Tierra, que se encuentra en plena pandemia por el nuevo coronavirus. La cápsula con Andrew Morgan, Jessica Meir y Oleg Skriposhka aterrizó en las estepas de Kazajistán.”
Al respecto, las recomendaciones del cosmonauta ruso de la Estación Espacial son precisas y alentadoras, sobre como alguien en aislamiento podría atravesar una pandemia o similar circunstancia en reclusión. Sin embargo, en el vasto espacio exterior, aunque en el interior de una cápsula, nos estaríamos moviendo y realizando uno de los sueños humanos en su relación con las estrellas, la aventura del viaje, ver la Tierra girar periódicamente en su conjunto armonioso que parece viajar junto con los sueños certeros del pequeño telescopio de Galileo y el movimiento relativo que retomaría Einstein.
Por el contrario, por la escotilla de nuestras casas sufrimos el encierro: allí no hay viaje ni movimiento, y no hay una acción que podamos nombrar acontecimiento, circunvalación de una experiencia, vuelta al mundo.
Por otra parte, no es lo mismo el encierro elegido por las circunstancias de un viaje o una experiencia, que el encierro impuesto. En este mismo orden de análisis, consideremos la profunda diferencia entre “estar solo”, a solas, habiéndolo elegido así, que estar aislado.
Vivir es tomar riesgos. No es el riesgo zonzo y autodestructivo, es el riesgo inefable que concierne a la condición humana. Ese riesgo define lo humano por excelencia y está en el embrión de sus extraordinarios logros. Eso que Freud nombró como “el avance de la espiritualidad”. Esa aventura es ineludible para la humanidad, para la condición humana, ya que es también una aventura que hace letra, y ese tipo de letra es lo que podemos ciertamente señalar como del orden de una poética. Si para el espíritu humano, y tal como señalaron los estructuralistas, no hay progreso -en el sentido positivo del término-, no hay dudas que en el plano metapsicológico lo humano asciende espiritualmente, o ese es su riesgo y su aventura. Eso o morir de inanición psíquica.
Eso o la inhumanidad ya señalada en las distopías futuristas de la literatura del Siglo XX: 1984, Un mundo feliz, La naranja mecánica, Fahrenheit 451, El hombre en el castillo, entre otras.
Total
En todas estas ficciones, podríamos incluso decir en esta serie de lecturas muy ajustadas a la realidad, se encuentra presente la prevalencia no sólo de un poder omnímodo y totalitario, sino de la persistencia de la dictadura como forma de vida y expresión de lo humano. Eso es lo cotidiano. Esa dictadura es fundamentalmente posible por la existencia de una serie de articulaciones con los desarrollos e implementos científicos, por la presencia de la ciencia como amo y señor del mundo. La ciencia adquiere así la dimensión de la megalomanía delirante en las psicosis, es decir, ocupa el lugar íntegro del mundo, calza perfectamente como un zapato signado en el pie de Cenicienta. Pero este no es muy precisamente un ensueño sino una pesadilla. Es decir, aquí, como en toda buena pesadilla que se precie como tal, no hay despertar, hay un tejido continuo, exasperado, una proliferación de eso que ya había aterrado a Freud en relación con los Estados Unidos y a Lacan con el psicoanálisis del yo a lo Hartmann.
En todas ellas, la ciencia ha ocupado el lugar de lo humano, sustituyéndolo pieza por pieza con la existencia del androide, la inteligencia artificial que se subleva y arrasa, el soma -la medicación psiquiátrica, la alopatía exhaustiva- que adormece y controla, el ojo panóptico de un gran hermano que reglamenta hasta el último aliento, la policía de la moral que quema tus libros y neutraliza cualquier pensamiento de disrupción, ofreciéndote en cambio pantallas desmesuradas que ocupan la superficie de paredes enteras en los living de las casas, para ofrecerte una realidad mediada, amplificada, y también amputada.
La ciencia nos proveerá de cualquier respuesta, incluso antes que hayamos formulado las preguntas concernientes e indispensables.
Internet
Internet propone otra herramienta que pone a disposición el avance tecnológico. Si bien es innegable su uso como recurso que nos permite llegar más rápido a la información, también es uno de los elementos más influyentes en el proceso globalizador que hoy día impera.
Con la llegada de internet y las aplicaciones, lo que muestra nuestra realidad actual, curiosamente, es que la humanidad tiende a “meterse en la nave”, tiende a la introyección, más que a abrirse al espacio exterior.
Internet es un neologismo del inglés que significa «red informática descentralizada de alcance global”. Se trata de un sistema de redes interconectadas mediante distintos protocolos que ofrece una gran diversidad de servicios y recursos.
La pregunta que surge al respecto es, ¿cómo será esta interacción para la humanidad?, que negó su propio espacio simbólico y se ha instrumentalizado a favor de la pretensión de un imposible: un metalenguaje invertido, en el que lo humano es el Gólem del automatismo.
Entre la acción, fundamental, ligada al acto creador y simbólico, y el movimiento automático hay una diferencia de estructura y paradigma, no es por cierto el mismo espacio en un caso que en el otro, y las posibles adquisiciones que de allí surjan ofrecen metas pulsionales bien diferentes. He aquí, entonces, un componente controversial que nos hará reformular no sólo el estatuto de la ciencia, y de los desarrollos teóricos de las prácticas y de las ciencias humanas, sino repensar y refundar el rumbo que ya hemos emprendido y comprometido, en una dimensión que parece la propia de la introversión libidinal, el rechazo del contacto, la descarga y el automatismo.
Internet fue la herramienta diseñada no para el “salto”, sino para el aislamiento. El no contacto es un factor de riesgo, una patología signada por el rechazo, una puesta en acto en lo real del vínculo social, lacerándolo y degradándolo hasta su pulverización. Es, asimismo, en el extremo de esta experiencia, una laceración que lleva a la inhumanidad.
¿Qué clase de aprestamiento neurocientífico se está realizando a nivel mundial instalando esta lógica de una estructura social que se sustenta en el rechazo del contacto? Por otra parte, ¿qué clase de condición iatrogénica potencial irá a debilitar estructuralmente nuestro sistema inmunológico? A partir de las coordenadas de este nuevo orden mundial.
Internet bien recibe su nombre de Red, porque es también esta misma herramienta la que nos somete y reduce las posibilidades humanas de trasladado, quedamos atrapados en la trama virtual que nos propone. ¿Pero, en qué quedamos atrapados, capturados, si no precisamente en una cierta envoltura puramente imaginaria, en una captura etológica que reduce el quehacer, la representación y la creación, a una muesca más parecida al reflejo condicionado y a la serie de psicologías de la conducta? Por otra parte, ¿es verdaderamente una red? Aquí valdría incluso la siguiente consideración: la expansión acelerada a ultranza, la tecnologización del recurso y la mediación de los lazos sociales por la vía tecnológica, hacen pensar en una red falsa, una red que en verdad no enlaza ni contiene la experiencia humana. Internet, junto con las tecnologías científicas fundamentalistas -que prescinden de la incidencia de lo humano-, no son un verdadero entrelazamiento humano. Entre otras cuestiones, porque allí no hay una libre o aleatoria disposición de los intercambios, lo que daría a la red un carácter transversal, sino un bombardeo planificado desde la óptica del Gran Hermano de la distopía de Orwell.
Internet, como una de estas tecnologías científicas, parece proponer a mediano plazo una humanidad de diseño, genéticamente transformada por el estímulo incesante de un cierto tipo de condicionamientos y patrones reiterados, eso que en una especie de inefabilidad religiosa parece llamarse “el algoritmo”, transformando y reduciendo, como en Brave New World de Adolf Huxley, no sólo la condición de lo humano a la extensión de las condiciones vitales de un organismo humano, sino al arrasamiento de la posición subjetiva, ya que han nacido en la lógica de la alienación y de la planificación.
Este “new world” supone no cualquier imaginario. Allí, la manipulación genética está al servicio de la construcción de niveles de privilegio humanos, sobre otros que apenas alcanzan la condición de subhumanos. Hoy, posiblemente, las nanotecnologías estén dando un respingo hacia este nuevo mundo que podrá introducir los cambios en la secuencia genética, orgánica, a nivel cerebral y comportamental. No tan lejano.
Este doble avance y colapso de lo humano se da en al menos dos frentes: el de las ideas de la caverna platónica, y en el de la realidad. Esa realidad concierne también al órgano y al mundo real.
Autismo
Como ya ha ocurrido en otras oportunidades, armas químicas y experimentos genéticos diversos durante el Siglo XX, el Covid 19 es una patología del contacto -sin dejar de soslayar sus efectos estrictamente orgánicos-. Como el Autismo, categoría clínica y psicopatológica propuesta por Leo Kanner en 1942, para referirse a un tipo de patología del desarrollo infantil de consecuencias permanentes, donde los signos fundamentales están ligados a una serie de imposibilidades, entre los que se encuentra el rechazo del contacto, al ensimismamiento, el aislamiento, las crisis auto punitorias y las secuelas en la estructuración del lenguaje. Diagnosticado y reconocido -¿incluso cómo patología de lo contemporáneo?- por primera vez en 1942, durante los horrores producidos a escala industrial durante la Segunda Guerra Mundial.
Ese tipo de reacción del viviente que está en las antípodas de cualquier aproximación de lo que Freud nombró “tratamiento del alma”. En estas patologías del contacto y de la función de apuntalamiento, podríamos decir que no hay alma, que lo que está arrasada es el alma, eso que en términos del psicoanálisis nombramos sujeto del inconsciente y lo inconsciente.
¿Qué clase de aprestamiento neurocientífico están realizando a nivel global, instalando la idea de la pandemia total?
El campo de concentración se caracteriza no sólo por la actividad regulada en cautiverio, sino por una dinámica de funcionamiento, que, en su extensión, configura un tipo de orden institucional que se corresponde con la institución cerrada y total.
El confinamiento social obligatorio no deja resquicio para decidir ¿Qué clase de condición iatrogénica potencial que inevitablemente irá debilitando el sistema inmunológico? Sin dudas, y más allá del virus, el intento de un Nuevo Orden Mundial, más pauperizado y paranoico, experimento a escala global hacia la sub-humanidad.
En la misma dirección, empujaron la economía hacia los avernos, esa misma que impuso como bien absoluto el Dios Mercado, como nuevo estatuto de sometimiento estructural. Ese mismo mercado que ahora nos recomienda que privilegiemos y desarrollemos el espíritu. Infinitamente pobres del mundo, desaparecidos, invisibles, confinados, depreciados, idiotas, televisados.
Si la manipulación tecnocrática -y la ciencia no es una excepción a esta regla- está al servicio de la construcción de niveles cada vez más congelados de privilegios humanos, condenando y arrojando en el experimento genético de laboratorio -como en Brave New World– hacia las sombras intelectuales a buena parte de la humanidad, el soma, por otra parte, es la manera de disciplinar con la sustancia médica y la sustancia biológica. Ese “new”, nuevo, se parece a éste actual: cerrado, hiperconcentrado, adormecido, controlado, objeto total de las dictaduras científicas.
Por el contrario, asumir el riesgo de vivir tal vez mejore las condiciones de una vida.
Etiquetas: Coronavirus, Covid-19, Cristian Rodríguez, EPC -Espacio Psicoanalítico contemporáneo-, Jacques Lacan, L’IGH -Le Institute Gérard Haddad de París-, Pandemia, Psicoanálisis, Sigmund Freud