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I
Rusia es un país raro, extraño, fascinante. Hay una cuenta de Twitter, @CrazyInRussia, que sube videos y fotos de cosas muy bizarras que ocurren en la nación más grande del mundo. Una cancha de fútbol 11 totalmente inclinada al costado de la ruta, una bicicleta con volante de colectivo, señoras paseando patos con correa, peleas callejeras, simbología comunista, mucha nieve, mucho frío, mucho alcohol, precariedad, ingenio y una peculiar adoración a su líder, Vladimir Putin. Esas imágenes son postales graciosas —y no por eso menos crudas— de un mundo lejano pero muy próximo donde la naturaleza es hostil y la civilización es apenas una herramienta para hacerle frente. Hay algo heroico en esa supervivencia. ¿Cómo describir un país tan raro, tan extraño, tan fascinante?
“La expectativa de vida de los hombres en los hombres es de 66,5 años y en las mujeres alcanza los 77. No hay otro país en el mundo en el que la brecha por género sea tan amplia, y esto se debe a que el alcohol hace estragos, las condiciones de vida en las regiones más extremas son casi perversas y la salud no parece una prioridad para el Estado”, escribe Hinde Pomeraniec en Rusos de Putin: postales de una era de orgullo nacional y poder implacable (Ariel, 2019), un libro de casi 300 páginas que se propone, desde distintos registros y abordajes, observar y analizar Rusia para poder explicarla. No sólo su país y su gente —que atravesó una aristocracia dura, una revolución socialista, un comunismo autoritario y un pasaje brutal al capitalismo—, también su clase política y su lote de empresarios.
Este libro es la ampliación y actualización de Rusos: Postales de la era Putin (2009), donde la autora, luego de recorrer el país, hablar con ciudadanos, funcionarios, varios intelectuales y algunas víctimas de atentados y abusos del Estado —y de estudiar a fondo cómo todo eso se relacionaba—, reflexionaba sobre ese gran país. Pero pasó el tiempo y aquel libro quedó, por así decirlo, viejo, o atrapado en un momento histórico que se había renovado notablemente. Volvió a Rusia, hizo más entrevistas, más trabajo de campo, y siguió escribiendo. La publicación de este nuevo Rusos coincide con un aniversario: Boris Yeltsin anunció su dimisión el 31 de diciembre de 1999 y Putin, de acuerdo con la Constitución rusa, se convirtió en presidente interino. Desde entonces lidera Rusia
II
¿Qué significa Putin, no sólo en su país, sino en la política internacional? ¿Autoritarismo de mercado? ¿Populismo de derecha? En el libro no hay demasiadas conclusiones pomposas, sino más bien abordajes, preguntas e historias alrededor del mandatario y su estilo “pasional y cerebral”. No hay condescendencia ni repulsión, sino la narración de secretos que se gritan —como las historias detrás de su orfandad— y de acontecimientos dolorosos. Estos últimos son muchos, quizás demasiados: el asesinato de opositores, guerras internas que desencadenan episodios terroristas, como la masacre en la Escuela de Beslán en 2004 donde, además de las muertes causadas por aquel grupo en sí, muchos murieron porque las fuerzas del Estado dispararon sin discriminación.
Pero más que el estilo de Putin, lo interesante es la relación entre la sociedad civil y la política. No es fácil decirlo en términos absolutos: entre los 146 millones de personas que viven en Rusia, hay 160 grupos étnicos y pueblos indígenas distintos. Es un país lleno de cosmovisiones, por lo tanto es prácticamente imposible hablar del “ciudadano ruso promedio”, sin embargo es necesario abordar esa categoría, al menos de forma aproximativa, casi literaria, para entender el peso que tiene hoy el “futuro de la nostalgia” y esa inclinación a “sacrificar las libertades civiles siempre que el plato se llene de comida”. También el autoritarismo de un Estado que reprime la protesta social, que no deja lugar a la oposición y que hostiga a las disidencias sexuales con orgullo.
III
El Los últimos zares, la serie de Netflix que narra la corta vida de Nicolás II como Zar de Rusia hasta la llegada de la Revolución y su ejecución, el historiador británico Simon Sebag Montefiore dice que “la ostentación de la aristocracia era extraordinariamente vulgar”. La opulencia de su clase dirigente contrastaba como nunca con la miseria que vivía su pueblo. Visto con el diario del lunes, la revolución era inminente, sin embargo nadie podía asegurar que sería proletaria y socialista. La Unión Soviética empezó sembrando esperanzas en un futuro sin opresión, pero rápidamente se convirtió en una burocracia que terminó en 1991. Nadie puede olvidar esas décadas ni al “homo sovieticus”. Sin embargo, el pasaje al capitalismo no fue tan redentor como se esperaba.
En el mundo de los negocios, “ese paraíso abierto de manera salvaje luego de la caída del comunismo”, sostiene la autora, “los privilegios pasaron de manos de la burocracia comunista a quienes puedan pagarlos”. Y esa definición no sólo la reconstruye a partir de su estudio de la política internacional y de las tantas entrevistas que ha realizado, también del trabajo de campo, del periodismo narrativo, de la crónica. Basta leer sus descripciones de Moscú, “ampulosa y prepotente”, una de las capitales con más millonarios del mundo, muchos de ellos relativamente jóvenes, que han forjado sus fortunas ellos mismos, es decir, no provienen de herencias, como suele ocurrir en el capitalismo más tradicional. Ese orgullo también forma parte de su “nacionalismo atávico”.
En estas zonas inquietantes y más bien grises es donde el libro adquiere una complejidad mayor, porque no sólo narra etapas ya cristalizadas —el comunismo, el nuevo capitalismo —, sino sus encadenamientos. En este sentido, Rusos de Putin funciona como un infrarrojo que observa en los cuadros el pentimento, esos trazos bajo la obra en los que el artista se arrepintió —pentimento viene de arrepentimiento—, los cubrió con nuevos trazos y siguió pintando. “Se ve en la historia misma de los rusos: pareciera que tiran abajo y arrasan, para luego reconstruir tal cual la obra original. Esto parece coincidir con las formas en la vida política, con esa vocación por el partido único, la ideología única, el conductor único, aunque con otro rostro y otra fachada”, escribe Hinde Pomeraniec.
Rusos de Putin
Postales de una era de orgullo nacional y poder implacable
Hinde Pomeraniec
Ariel, 2019
288 páginas
Etiquetas: Hinde Pomeraniec, Rusia, Vladimir Putin