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15-07-2020 Notas

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Por Ezequiel Abaca | Portada: Nathan Sawaya

En Magnolia, Tom Cruise interpreta una suerte de coach sexual de seducción, da un curso para seducir y coger. El curso es multitudinario y se basa en como tratar a una mujer como si fuera la presa de un cazador. La premisa de este Magister del levante es que las mujeres son “todas putas” y que en el fondo se trata de cómo manipularlas para poder obtener el goce y la objetivación que toda mujer querría dar a un hombre pero que habría que saber obtener. Su frase de cabecera es el “respeto por el pene”, una suerte de reivindicación viril basada en la denigración femenina y en el cortejo como una estrategia de guerra. El mismo personaje aparecerá mas tarde en el film frente a su padre agonizante, haciendo un esfuerzo para no quebrarse y llorar por el reclamo que hace ante un padre que los dejo a él y su madre estando ella enferma. Finalmente se “quiebra” y le ruega a ese padre que no lo deje otra vez.

En la película Shame, el director Steve Mc. Queen nos trae la historia de un oficinista neoyorquino que vive un maratón compulsivo de consumo sexual, interpretado por un brillante Michael Fassbender, pasando todo el día detrás de satisfacciones autoeróticas de la mano de la prostitución y la pornografía como objetos que nunca resultan transicionales de un lazo amoroso. Es más, cuando se enamora de una compañera de trabajo intenta consumar el acto sexual y se impotentiza, y lo que podría habilitar la aparición de la ternura y la contención de su compañera, deriva en un rechazo violento hacia esa mujer a quien no se permite desear ni amar.  En otra escena previa se “quiebra” y deja caer unas lágrimas ante la interpretación vocal de su hermana en un club de jazz, hermana con la que tampoco se permite la ternura y por momentos bordea lo incestuoso.

Cuando un varón muestra ternura, emoción, dolor, o tristeza algo se “quiebra”, y quizás es ese semblante de dureza y desafección que esta más en referencia con la mirada supuesta a otros varones que con una esencia de la masculinidad. El rechazo actual de la ternura y la crisis de ciertos paradigmas de la masculinidad traen como posición reactiva, varones infantiles que se defienden de la angustia apelando a la crueldad, la cosificación y la violencia. La paranoia de tintes celótipicos bien puede considerarse la respuesta psíquica de un varón (frecuentemente se presenta en varones, aunque no importa tanto el sexo biológico sino la posición sexuada inconsciente), que no puede tolerar la presencia delirante de un tercero que, desde su lectura unilateral e inamovible, lo pasiviza capturando el deseo de su pareja y tal vez el propio, si no. ¿Por qué tanta dedicación a hacerlo aparecer cuando no esta presente en un horizonte concreto?

La ternura es lo rechazado del capitalismo y de la masculinidad actual, porque la ternura como el amor feminizan y corren al otro del lugar del objeto, para ubicarlo como alguien único e irremplazable a quien se podría perder, lo cual no es muy admisible en una cultura del goce instantáneo y ascéptico de todo dolor. La seducción crónica  y la objetivación del otro como puro cuerpo del que gozar, aparecen como la salida predilecta para no interrogarse respecto de una posición sexual, que incluye pensar en que no hay completud de las mismas, que lo masculino no se define como un compartimento cerrado respecto de lo femenino, sino que esto último también lo habita. El rechazo a esta idea es visible cuando un varón relata en análisis fantasías o experiencias homosexuales, porque en estas situaciones se rompe la ilusión de que ser un varón se sostiene en una heterosexualidad a prueba de balas. Inquebrantable. Por eso el psicoanálisis no es un pensamiento binario, porque nunca dijo tal cosa.

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