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13-07-2020 Notas

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Por Marcelo Zumbo

El 7 de julio cumplió medio siglo Funhouse, segundo disco de los Stooges, seminal banda de Iggy Pop que rompiera con muchos de los cánones no sólo de la música, sino de la cultura juvenil de los años ‘60. 

“Iggy vivía en una caravana en Carpenter Road, en los límites de Ann Arbor, Detroit. Una vez, a cambio de dinero para comprarse un órgano, su madre le obligó a que se cortara el pelo. Le hicieron un corte a lo Raymond Burr. ¿Has visto la película donde Raymond Burr hace de retrasado mental con Natalie Wood? Un corte casi militar. Por alguna razón, Iggy se hizo ese corte, y empezó a llevar un mono holgado y blanco, y la policía le paraba por la calle porque creían que se había escapado de un hospital psiquiátrico”. Ron Asheton, guitarrista de Stooges.

Es historia conocida, pero los años ’60 fueron el caldo de cultivo para la rebeldía de los jóvenes que, debido al florecimiento de las economías en los países del bloque occidental después de la Segunda Guerra Mundial, desde hacía algunos años habían emergido como un sujeto social nuevo, con autonomía y poder de decisión. Junto a toda esta reconfiguración económica y social, surgió en Estados Unidos una subcultura, o cultura juvenil, con prácticas y cosmovisiones alternativas al conservadurismo de sus padres, o del mundo adulto en general. La semilla de los años ’50 había germinado, y la revolución del rock’n’roll había invadido las formas de expresión juveniles. Luego, junto con Bob Dylan, los Beatles, las drogas alucinógenas y el arte pop, floreció un movimiento contracultural con los hippies a la cabeza, quienes tomaron las calles por asalto para mostrar su descontento con esa sociedad arcaica, prejuiciosa, intolerante y violenta. Las manifestaciones más importantes de esto fueron las protestas callejeras del Mayo francés en Europa, y la oposición a la intervención militar en Vietnam en los Estados Unidos. La propuesta era denunciar la violencia imponiendo como ejemplo los eslóganes de paz y amor libre, que tuvo su máxima expresión en la moda del flower power y el llamado verano del amor de San Francisco en 1967. Se extendió rápidamente la vida en comunidades despojadas de las facilidades del mundo del consumo, como también así el conformismo y el individualismo burgués. Es cierto que al fin y al cabo, los actores de este movimiento acabaron en una especie de descontrol hedonista y frívolo: la rebeldía se había convertido en moda, denunciada luego como impostura y claudicación. 

“Estábamos de teloneros para The Mothers of Invention, que a mi parecer era el mejor grupo para el que había abierto un concierto. Casi la final de nuestra actuación, no estaba seguro de si la gente se había acercado: había un par de chicas grandotas, se habían puesto delante del escenario, y estaban ahí tiradas, poniéndose cómodas, relajándose. Me acerqué al borde del escenario, e hice lo que hacen los niños a veces cuando quieren llamar la atención de sus padres. Dije ‘me voy a arrojar hacia adelante y me van agarrar’. Y se apartaron. Las paletas se me quedaron clavadas al labio. Algunas veces era memorable, otras, ridículo: yo era un niño en un grupo de rock y pasaba buenos veranos en el Medio Oeste”. James Osterberg, alias Iggy Pop.

Periodista: ¿Crees que has influido en alguien?

Iggy Pop: Creo que he ayudado a acabar con los ‘60

La guerra recrudecía en Vietnam; los jóvenes pobres eran reclutados masivamente, y los protagonistas del Mayo francés fueron hábilmente neutralizados por un De Gaulle que supo reaccionar estratégicamente y a tiempo. En 1969 se producirían los asesinatos del clan Manson y el desastroso festival de Altamont, con la actuación de los peligrosos Hell’s Angels. A su vez, el uso inocente del LSD le pasaba factura a la salud mental de muchos jóvenes talentosos. Parecía que el sueño de los ’60 iba ser la fiesta interminable, pero sin embargo terminó en pesadilla. Pesadilla a la que alguien debía musicalizar.

Mientras tanto, lejos del sol californiano, en 1968 se producía uno de los focos de tensión más grandes del país: el estado de Michigan se convertía en epicentro de los disturbios raciales que originaron a las Panteras negras, precisamente en uno de los estados líderes de la industria manufacturera. La capital nacional de la industria automovilística está localizada en la mayor ciudad del estado, Detroit: aquí se concentra a nivel nacional la industria automotriz y la producción de hierro. Las desigualdades asumen la forma de racismo, y la juventud se expresa con virulencia, tanto en las calles como en el arte. En los ’60, Ann Arbor era la cuna del radicalismo, no sólo en política, sino también en música. La ciudad lideraba la revolución cultural con sus conciertos en la Universidad de Michigan.

Paralelamente al flower power californiano, la ciudad de Detroit fue testigo de una revuelta musical, originada en una realidad política, social y hasta climática muy diversa. Primero los MC5 (Motor City 5, para explicitar esta idea) y luego sus hermanos menores, los Stooges, encabezarían este pandemonio sonoro. La identidad musical de los grupos de Detroit tiene impresa todas las marcas de la ciudad: la contaminación y el omnipresente rugido de las máquinas en las fábricas, la violencia social propia de las desigualdades de cualquier polo industrial o la hostilidad del frío invierno del medio oeste. El propio Iggy Pop recordaba que “cuando estaba en cuarto gado, nos llevaron a la fábrica de ensamblaje de River Rouge de la Ford Motor Company. Había una máquina que estampaba una pieza de metal contra una plancha, y cada vez que golpeaba la plancha, hacía un ruido metálico infernal, un superestruendo que me volvía loco de gusto”.

Los MC5 eran una pandilla de inadaptados que jugaban a la revolución social como excusa para drogarse, tener sexo en las calles y escuchar música a todo volumen, que en poco tiempo acabaron autodestruyéndose a causa de su propia falta de profesionalismo y de la peligrosidad de su propuesta estética y política. Los Stooges de Iggy Pop eran los hermanos menores, tanto por su juventud como por la ingenuidad política: “éramos comunistas: no teníamos ideología política, pero éramos verdaderos comunistas. Vivíamos en una comuna, comíamos lo mismo a la misma hora, repartíamos todo el dinero de manera equitativa”. Se trataba de unos críos de 20 años que apenas comenzaban a tomar contacto con los instrumentos, y con la vida social. Luego de algunos caóticos conciertos, la crítica local rápidamente tachó su música de ruidosa, decadente, de ser una estafa, rara, demente, analfabeta, violenta, sin imaginación e infantil. Y aunque tenían razón, no estaban preparados para entender de qué se trataba la propuesta. Persistía la estética agreste y bucólica del rock hippie, marcado por la música folk predominantemente acústica y la incorporación de instrumentos exóticos. 

Pero además de su música estruendosa y exuberante, los Stooges tenían un plus que los diferenciaba de cualquier otra cosa que haya sucedido hasta el momento: su carismático frontman y performer Iggy Pop hacía delirar a todos saliendo a escena vestido con una peluca afro, una aspiradora y un camisón de embarazada. El público lanzaba cosas y hacía ruido. Iggy se autoflagelaba en escena, se contorsionaba espasmódicamente sin detenerse hasta el desmayo. Scott Kempner, posterior guitarrista de Dictators, recuerda que “el concierto de los Stooges me dejó hecho polvo. Yo iba preparado para todo, pero lo que vi era diez veces más fuerte que lo que hubiera podido imaginar. Iggy podía hacerte más daño que cualquiera de los tipos duros del barrio que yo conocía. Los golpes se curan, Iggy Pop me hirió psicológicamente, para siempre. Tras los primeros veinte segundos de actuación, yo no podía volver a ser el mismo, y no lo fui”. Iggy Pop inauguró la performance de arrojarse a cantar en el público y forzar a la banda a adaptar la performance a la ausencia del cantante hasta que se reincorpore, creando una cercanía interactiva con el público en audiencias extasiadas. John Sinclair, el líder espiritual y profeta de los MC5 afirmaba que “aquello era lo máximo, era increíblemente auténtico. Iggy no se parecía a nada que hubieras visto antes. No se parecía a los MC5, no se parecía a Jeff Beck, no se parecía a nada. No era rock’n’roll. Aquél zumbido psicodélico era el telón de fondo para las payasadas de Iggy. Los otros, literalmente eran sus stooges (secuaces). Creaban un tremendo zumbido, pero no eran canciones, eran unos ritmos demenciales que y llamaba “trances”. Estaban más cerca de la música norteafricana que del rock. Y allí estaba Iggy bailando, como un híbrido entre Esperando a Godot y el ballet. Nada que ver con Roger Daltrey”. Alan Vega, cantante de Suicide recordaba la primera vez que vio a los Stooges, donde “Iggy Pop salió vestido con un mono agujereado, un bikini rojo y los huevos colgando. Parecía que iba a empezar a cantar, pero en vez de eso se puso a vomitar. Empieza a correr entre el público y se cae encima de Johhny Winter, que estaba sentado al lado de Miles Davis. A Johnny Winter no le hizo mucha gracia, pero a Miles Davis le encantó. Fue uno de los mejores conciertos que vi en mi vida”. 

Aprovechando el éxito Light my fire de The Doors, el sello Elektra se lanza a la caza de jóvenes talentos, y en 1968 fichan a los dos números más importantes de Detroit: MC5 y Stooges. Los primeros debutan con el declaratorio Kick out the jams, en vivo. Stooges hace lo propio con un álbum homónimo, para el que sólo tenían compuestas tres canciones: 1969, I wanna be your dog y No fun

John Cale, por entonces alejado de The Velvet Underground de Lou Reed, los ayudaría con la producción y la composición para completar el disco. El guitarrista Ron Asheton recuerda que “John Cale no cejaba en su empeño de que bajemos el volumen de nuestros amplificadores, porque según él no iban bien para conseguir un buen sonido. Pero nosotros no sabíamos tocar sino si no era a ese volumen. No dominábamos los instrumentos, eran todo acordes con cejilla. Al final, llegamos a un acuerdo. Bajamos los amplis a 9/10”. Además de un puñado de canciones con memorables riffs de guitarra (I wanna be your dog y No fun permanecen como himnos de la contracultura rock), Cale les hace experimentar con una pieza gótica de diez minutos, un mantra om repetido de manera monótona tras una cortina de órganos de iglesia y las improvisaciones en violín eléctrico del propio productor. El resultado final no permitía dimensionar con precisión la contundencia de la banda en vivo. 

https://www.youtube.com/watch?v=c8ExEu0Z7Aw

Para el año siguiente, curiosamente la compañía discográfica redobla la apuesta, y los Stooges van a Los Ángeles a grabar un segundo disco. “Después del primer disco, estuvimos experimentando con música más agresiva, más espaciosa, al estilo del Bitches brew de Miles Davis (o eso esperábamos), y también de todo lo que estaba haciendo James Brown con Fred Wesley y Maceo Parker. Vi a Steve (McKay, saxofonista incorporado a la banda) tocando con su grupo y me dije ‘madre mía, este sí que sabe tocar’”, señala Iggy Pop con respecto a la búsqueda sonora que pretendía hacer. Según McKay, “tenían escritas I feel alright y Funhouse y me estaban esperando. Llegó el turno de Funhouse, y dijo: ‘toca como si fueras Maceo Parker colocado”. El resultado es una improvisación cacofónica, caótica y estruendosa que hace sentir a las llamas del infierno en carne propia, como si intentaran asesinar los parlantes del estéreo. 

Esa era precisamente la propuesta del segundo disco, Funhouse: ir un paso más allá de lo que habían hecho en su primer disco; finalmente salió algo nunca visto hasta entonces. Iggy Pop explica que “hicimos cosas interesantes, como más espaciadas, como por ejemplo percusión minimalista, con ritmos de percusión de cuatro por cuatro pero con terminación en síncopa. Y a veces dos guitarras principales duplicadas, sin rítmica. Eso no se suele hacer en el rock’n’roll, porque se supone que es muy comercial”. 

Pero también fueron víctimas de su propia falta de profesionalismo. Un día Scott Asheton (hermano de Ron y baterista de la banda) iba manejando el camión del grupo, con todo el equipo del grupo adentro, y pretendió pasar debajo de un puente de tres metros, y el camión era de cinco. Era la alegoría de esta primera etapa de la banda. El camión quedó destrozado, los instrumentos alquilados destrozados, al igual que el puente. 

Stooges fue una banda que durante su fugaz existencia pasó desapercibida para la industria de la música: los discos no se vendían y las radios no pasaban sus canciones, pero a sus conciertos iba cada vez más gente. Nadie salía indiferente de uno de sus shows, y la mayoría de los espectadores acababa severamente influenciado por este tipo de performance sonora y visual. Precisamente lo más importante es el legado de la banda. Ron Asheton asegura que “todo el mundo alucinaba en cada lugar que tocábamos. Nunca habían visto algo como lo que hacíamos nosotros”. 

A la postre, la banda sólo grabó tres discos (en 1973 saldría Raw power, gestado en Inglaterra a instancias de David Bowie) que sobreviven como piezas de culto para la contracultura del rock: si bien dicha cultura llega agonizante a nuestros, supo ejercer una fuerte presión sobre las prácticas juveniles de toda una generación de jóvenes músicos. Un lustro después de la disolución de los Stooges, el punk le daría el golpe de gracia a la pretenciosidad del rock sinfónico recurriendo al visceral sonido de Detroit: son nítidos deudores tanto los Ramones (sus integrantes se juntaron no porque se llevaran bien, sino porque los unía el amor por Stooges), los Sex Pistols, Damned, Radio Birdman, Joy Division, Pixies, Sonic Youth, el revival del rock de garage de los ’80, o hasta el propio David Bowie, quien sucumbió al carisma escénico de Iggy Pop y metió la cola produciendo el mencionado Raw power y los dos primeros discos solistas de la Iguana, The idiot y Lust for life, ambos en 1977. Pero eso es otra historia. 

* Fuentes:
“Por favor, mátame, de Legs McNeil y Gillian McCain (Editorial Libros crudos, Madrid, 1996)
“Gimme danger”, Jim Jarmusch (2016)

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