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11-08-2020 Notas

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Por Guadalupe Tagliabue

«¿Cómo definiríamos la esencia de la revista? Bueno -expresa Sáliche-, nos gusta el fuego. Y solemos estar enojados. Como estamos en el terreno de lo metafórico, diré que Polvo es una revista resentida que se escribe con un bidón de kerosene en una mano y un encendedor en la otra».
Entrevista a Polvo en Télam.

Las fases suben de nivel pero el virus vuelve a contagiar y salpicarnos con su retórica desigual en la que sólo lxs fuertes sobreviven y en la reapertura de las galerías artísticas se evidencia.

La cultura en el espacio público es nuestra herramienta de igualdad más eficaz, pero ahora en la pesadilla pandémica, la custodia de este bien público en emergencia volvió a manos privadas. El destino de algunas creaciones artísticas es ser disfrutadas, y disputadas, por unxs pocxs. Con la vuelta de las galerías, aquel mercado que era uno más de todos los cerrados y ese dinero ya era hora de que vuelva a circular, se refleja la profundización de las desigualdades de un cese cultural.

Si bien se han puesto a disposición créditos, las instituciones culturales, ya sean grandes o pequeñas, están perdiendo ingresos cada día. Un gran número de sitios de Patrimonio han tenido que cerrar sus puertas al público. Los derechos y accesos están perdidos, tanto de lxs artistas como los nuestros, los del público. Porque hay que decirlo: las plataformas no están pagando lo que deberían pagar a lxs creadorxs que ofrecen el contenido y que sea justa la retribución de lxs artistas. Como también por supuesto, sucede lo mismo en otros ámbitos, individuos que dependen del ingreso diario de sus trabajos para existir.

Escribe Lina Bo Bardi en Lina Bo Bardi por escrito: «No nos referimos aquí a la incomprensión snob que acepta los problemas sólo porque son insólitos, posición de la clase informada que está al tanto de las cosas que no comprende porque son ‘útiles para la crónica social’. La parte de la humanidad que está asediada por problemas económicos no tiene el tiempo necesario para dedicarse a descifrar enigmas cuya clave no posee; la otra parte, que en términos económicos está por debajo del promedio normal, no puede preocuparse por problemas que no están dentro del radio de sus necesidades inmediatas, cuya existencia ni siquiera sospecha. Esta parte de la humanidad, orillada por las necesidades de resolver por sí misma su problema existencial, y libre de aquella pseudo cultura, tiene la fuerza necesaria para desarrollar una cultura nueva y verdadera.»

Habrá que recuperar la audiencia perdida, especialmente América Latina que el 98% de sus museos están hace más de tres meses cerrados. Y sabemos que no es el mismo efecto de Europa, donde la inversión en tecnología y acceso se había realizado anteriormente, aumentando su audiencia, que luego se vería reflejada en la reapertura de sus puertas. Por lo tanto, se necesitará de ayuda para esta transformación y recuperación porque sabemos que la pérdida de audiencia es un lujo que la cultura latinoamericana no se puede dar. Implicará revisar las políticas públicas de apoyo y las legitimaciones para asegurar la cultura argentina. Y sobre todo revisar los nuevos medios para continuar generando cultura.

La cultura es esencial para mantener unidas a las personas, para reafirmar el sentimiento de pertenencia a una comunidad, para mantener activa la curiosidad y opinión; y en este nuevo escenario para subrayar valores y mantener despierto el apetito para cuando todo pueda volver a abrir. Si bien ha sido la asistencia psicológica al encierro, sobre todo en el campo de la literatura que continuó generando y explorando contenido, cómo haremos ahora para generar recursos para que la cultura no sea necesariamente gratis, ni una medida de contennción. Dejar de ser amigxs que aconsejan, para volver a posicionarla como una herramienta que genera lenguaje intelectual necesario para la sociedad y que eso se capitalice en sus trabajadorxs. Para conseguirlo se necesita el apoyo y entendimiento de esto como problemática social de parte de las administraciones públicas, que de lo contrario, ponen en riesgo la capacidad de volver a subir el telón en todos sus campos.

La apertura de estos espacios, al aire libre o cerrados, se basará en la desinfección que puedan lograr. La calidad de lo que muestren es un asunto que nadie priorizará porque a nadie parece inquietar. Será su distinción en la excelencia de limpieza, distancias de seguridad, circulación de aire y asepsia que puedan lograr. Todos los recorridos libres, el deambular de los cuerpos en torno a las obras o instalaciones, serán prohibidos y reemplazados por un sistema guiado y sistematizado. Guionadxs estaremos, y no solamente en los museos y eventos culturales, operaciones similares sabemos que se harán en todos los espacios públicos, entendiendo que es lo que tiene que suceder mientras estemos en la eterna espera de una vacuna que nadie nos confirmó nunca si llegará.

Otrxs entienden esta crisis como una oportunidad que empuja a hacer uso de los recursos disponibles, abriendo la cultura y entendiendo su capacidad unificadora, regeneradora y transformadora. Sin embargo, acá la principal preocupación es cómo las actuales producciones culturales pueden también estar intoxicadas en su vínculo y acceso, y accionar sobre eso para que la cultura no quede en casa o en los dispositivos electrónicos sino que estas experimentaciones digitales aprendidas proyecten hacia la cultura que conocemos y queremos seguir construyendo.

Continúa Lina Bo Bardi: «La base de la nueva acción cultural consistirá en salvaguardar al máximo las fuerzas genuinas del país, intentando al mismo tiempo estar al corriente del desarrollo internacional y evitando, sobre todo, disminuir los problemas o reducirlos a lo elemental para presentarlos al pueblo como un alimento soso y sin vida. No deberá eliminarse ese lenguaje que es especializado y difícil, pero que existe; será necesario interpretar y evaluar esas corrientes y, sobre todo, será útil recordar las palabras de un filósofo de la praxis: ‘No se inclinen al hablar con las masas, señores intelectuales: enderecen sus espaldas'».

En este sentido, los mensajes enviados desde la gestión cultural no pueden limitarse al pesimismo o el catastrofismo. Sino, ante la incertidumbre, deben poner en valor entre la sociedad y los poderes públicos a la cultura como fuente inagotable de riqueza intelectual, económica, social, de innovación, creatividad y patrimonio, sumada a su vulnerabilidad característica. En esta línea ministros y representantes de organizaciones culturales internacionales ligados a la gestión de políticas públicas y artistas, participaron de una mesa de diálogo virtual organizada por la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur (BIENALSUR) y la Universidad Nacional de Tres de Febrero, el pasado 27 de junio, para pensar el futuro de la cultura post pandemia. Se presentaron proyectos de más de 100 países que no habían presentado nada nunca antes, lo que evidencia una afirmación a la cultura como un sitio necesario y por ende de acceso amplio en términos mundiales. Citando la BIENALSUR como ejemplo de crear conciencia en momentos complicados, el pensar, plantear relaborar proyectos que tengan gran compromiso cultural humano es algo completamente necesario.

Debemos entonces, revisar las políticas en torno al uso y al acceso a la cultura desde las tecnologías o en su vuelta a lo presencial, cómo proteger a las minorías sociales que han sido lo que más ha puesto en evidencia esta crisis (que muchxs ya lo sabíamos pero a otrxs todavía les costaba ver) y luego, a las industrias de producción artística, tanto grandes que implican un mayor alcance al público, como también medianas y chicas. Cuáles son los impactos y las  propuestas que salen de este nuevo diálogo entre todos lxs actores del espacio cultural, la sociedad en su conjunto y la gestión pública. Es central entender que el parate cultural que estamos sufriendo es un problema democrático que influye en la esfera del ámbito público, entendiendo por éste a las actividades artísticas, intelectuales y/o culturales de -y para- el beneficio del público. Y esforzarse por que permanezcan como formas de organización política en un espacio de discusión constante. Sobre todo, si estamos interesadxs en hacer cultura como medio de ciudadanía político-social, en vez de existir fantasmagóricamente o como mayoría mercenaria silenciosa. La espera por su reactivación se transforma en expectativa para que sus efectos sociales, el patrimonio de lo inmaterial, no sean un reflejo del tiempo parado. Comprendiendo a la cultura como los compromisos artísticos e intervenciones en la cual la interrelación entre lxs productorxs culturales y otros públicos incentiva mejores formas de promover ciudadanía.

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