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Por Sergio Fitte
Y sí. La Institución es cara, muy cara. La más cara quizás de toda la República como a mí me gusta decir. Porque a las cosas a veces hay que decirlas. Que no sea correcta la afirmación, está bien. Te lo respeto. No estoy tan lejos de la realidad en tal caso. Igual si se me antoja decir que la Institución que pago es la más cara de la República lo digo y sanseacabó. Si quieren discutir discutimos y veremos quién tiene razón. Igual eso no tiene nada que ver con nada. Igual, a eso de que era cara, nosotros ya lo sabíamos. Lo que no sabíamos era lo otro. Lo que nadie sabía. O lo que otros, si lo sabían no lo decían; vaya uno a saber por qué.
El tema fue así. Cuando el muchacho cumplió la edad correspondiente, nosotros con mí marido comenzamos a buscar referencias de los Jardines de la ciudad. No es que no estuviésemos al tanto de lo que ocurría educativamente a nuestro alrededor, sino que hacía muy poco nos habíamos venido a vivir al centro. Antes vivimos siempre, es decir nos criamos, en el campo, o mejor dicho en las afueras porque tampoco era campo campo donde vivíamos, como algunos tratan de sostener. Tampoco quiero decir que fuéramos pobres. Porque eso sí, debe quedar bien en claro. Nunca fuimos pobres. Nunca. Nunca.
Mi marido siempre trabajó duro. Cosa que cualquier persona normal puede ver se le refleja directamente en el físico. Es decir, está estropeado el pobre, pero sigue siendo un muy buen hombre en el más amplio alcance de la palabra. Nunca me voy a olvidar, terminada la semana de ardua labor, cuando llegaba a “las casas”, porque allá en las afueras les decíamos así, portando su cartoncito con los seis números elegidos de antemano. Siempre la esperanza. La euforia de un futuro mejor, con el correr de las horas se iba diluyendo para desvanecerse del todo cuando realizado el sorteo del Misterbingo, comprobábamos con estupor que una vez más no habíamos ganado nada de nada. Pero como Dios es justo y tan Católico como yo, un día de sol radiante hace exactamente 7 meses, repito que me acuerdo como si fuera hoy; nos premió con una suma millonaria. Entonces nos vinimos al centro y nos hicimos inmediatamente de la alta sociedad como debe ocurrir en cualquier sociedad normal en la que los más aptos modifican para bien su ubicación en la escala social.
Charlando con gente amiga. Gente nueva digamos. Porque nuestros viejos amigos, la verdad sea dicha, son todos orilleros y no entienden la importancia de la educación. Nos recomendaron esta Institución. Claro que al tener un arancel tan alto hasta a nosotros que somos ricos se nos hacía un poco complicado el tema de pagar en tiempo y forma. Es así que a través de un conocido de mi viejo, que siempre anduvo en política, nos dijeron que nos iban a dar una beca para que el muchacho se fuera formando en los mejores centros escolares. Hasta tuve que ir un par de veces a reuniones políticas que la verdad de poco sirvieron. Salvo para que algún que otro punterito degenerado y algo tomado se me acercara y tratara de seducirme seguramente atraído por mi nuevo busto. Recién estrenado. A propósito, con este tema hay algo que después quiero dejar bien en claro. Pero antes quiero terminarla con el tema de los políticos porque ya me da un poco de rabia. Lo que quiero decir es que nunca más apareció el hombre que nos iba a dar la beca. Por lo tanto es que debemos desembolsar de nuestro propio bolsillo una suma muy importante para que el muchacho pueda concurrir normalmente a la Institución. Ahora mismo me estoy acordando que tengo que ir del abogado. Porque que se me rían a mí que soy una mujer ya hecha y derecha no me interesa en lo más mínimo, pero que hayan tratado de jugar con la educación del muchacho eso si que no. No. Y me da tanta rabia cuando lo pienso, que fui a ver al abogado y me dijo que a lo mejor con un recurso de amparo puedo hacer que mi voto se recurra, porque yo los voté a ellos, y que lo descuenten cuando hagan el escrutinio definitivo. Alguien podrá decir que no va a variar en nada el resultado de la elección. Que en vez de haber ganado por cinco millones de votos lo habrán hecho por cuatro millones novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve. Pero no me importa. No quiero ser cómplice. Yo empiezo por casa. Los demás que hagan lo que quieran. Al fin y al cabo si todos hiciésemos lo que nos corresponde todo iría un poquito mejor. Por otro lado me voy a quedar conforme conmigo misma porque sé que voy a ganar la demanda. Los ricos siempre tenemos buenos abogados. Lo que paradójicamente te da suerte también en la justicia. En fin, el muchacho inició su ciclo lectivo en el Jardín Nº 906.
Una anécdota que pinta de cuerpo y alma a la Institución, que por otro lado es muy risueña, y no me canso de contarla en reunión a la que concurro es la siguiente.
Resulta que un día como todos los demás fui a dejar a mi muchacho a la hora correspondiente de ingreso al Jardín. Previo ingreso a las respectivas salitas se realiza una solemne formación en un salón denominado SUM (salón de usos múltiples) y se entona una canción en honor a la bandera y otra aun más solemne en referencia al Jardín. Beso de por medio con los muchachos, los mayores se alejan del lugar para regresar a sus casas o a donde cada uno decida regresar. Fue en ese momento que, no me pregunten cómo, a lo mejor mi sexto sentido me hizo advertir algo raro, y vi a la de Gutiérrez dejar a su hijo a mitad del corredor. Luego giró sobre sus pasos, con la seguridad de quien realiza un movimiento habitual y acostumbrado. Pero a diferencia de casos anteriores le observé que le imprimía una cierta aceleración a su andar. La seguí con la vista sin abrir la boca. Le habrán faltado cinco, seis, a lo mejor siete pasos, no más, para quedar del lado de afuera de la Institución; lugar donde por cierto, la misma, ya no tiene competencia para actuar. Por eso cuando se realizan las tomas de las facultades los alumnos ponen las sillas del lado de afuera, de la vereda digamos, porque dicen que allí no los pueden sancionar ni pegarles con elementos contundentes ni decidir expulsiones ni nada. O por lo menos eso es lo que dicen en los canales de la televisión. En Canal 7 yo lo sentí varias veces al tema. A propósito, desde que nos vinimos a vivir al centro ya nos compramos dos televisores y ahora es como que ya no miramos tanto Canal 7. Allá antes sí. Lo que pasa también, es que en las afueras es el que mejor se agarra si es que no tenés cable. Ahora también tenemos cable. Y luz legal.
Decía que justo cuando la de Gutiérrez se estaba por retirar del establecimiento uno de los del ejército, que por otro lado son quienes apadrinan el Jardín de Infantes Nº 906, le impidió el paso. Ella buscó hacerse más chiquita de lo que es y escabullirse por un costado. Pero qué se iba a escabullir. Se veía que el militar cumplía una orden de arriba. Entonces la de Gutiérrez retrocedió e instintivamente miró para atrás. En lo rápido de la escena lo que no advirtió fue que su hijo también se encontraba paralizado al fondo del pasillo. Volvió a enderezarse y advirtió que la ametralladora que se levantaba amenazante en manos del militar que acataba órdenes de arriba se dirigía directamente a su cabeza. Su hijo también apuntado caminó hasta quedar junto a ella. Lo esposaron primero a él. No pudieron hacer lo mismo con la de Gutiérrez, al parecer la llave para abrir las esposas no funcionaba.
—Quédese quietita o le pego un tiro en la cabeza señora —dijo el militar.
—¿Por qué me llamas señora, Carlos?
Se dio la paradoja de que Carlos, era el padre de uno de los compañeritos del hijo de la de Gutiérrez y por ende de mi muchacho también; y que por motivos personales se encontraba realizando horas extras en la Institución. Además como compartían cargos en la Cooperadora, sin ser íntimos, se conocían, ha eso lo sabía todo el mundo. La verdad todo un plato.
-Cosas del destino -contestó Carlos mientras los tiraban a los dos al suelo.
A lo primero fue como que ambos un poco se resistían a la operatoria. La supremacía física de los uniformados los hizo dejar de pelear rápidamente. Como vi que nadie se alarmaba, si bien yo observaba como al pasar, no hice ningún escándalo. Me comporté como toda una dama de la alta sociedad, como lo soy y bien ganado que lo tengo. Igual en mis ojos algo se debería notar. Yo sospecho que tiene que ver con que soy una madre primeriza en lo que al Jardín respecta y sé que a otra madre que se encuentra en la misma circunstancia que yo algo parecido le ocurrió. Porque en un momento nos miramos a los ojos. Fue allí donde se nos cruzó la Vicedirectora de la Institución y como al pasar nos dijo:
—Tranquilas señoras. Esta gente está debiendo plata —y continuó su camino de lo más campante.
Yo hice como que no escuché nada. Abracé a mi muchacho y lo besé en la frente. Después, como siempre, agarré el pedacito de algodón embebido en acaroína y se lo fregué firme para quitarle las marcas de rush.
Por lo que es, esa fue la primera impresión que tuve de que las cosas se hacían bien. Que los reglamentos se cumplen. Porque un poco de rigor en la educación está bien. Se notaba que los gendarmes del ejército que no solo apadrinaban a la Institución sino que aprovechaban para hacer las horas extras en ella, eran fuertes y vigorosos, como sin dudas debe ser. Esto también me llenó de orgullo y me generó más simpatía por el ejército del que yo ya traía desde la cuna. Y a lo mejor la de Gutiérrez no pagó más, porque yo no volví a ver nunca más a su hijo. Tampoco me parece que le hayan pegado un tiro, como le anunció Carlos delante de todos, si así fuese hubiese tenido que salir en los diarios. Y yo en los diarios no vi nada. Claro que tampoco mucho los leo. La verdad sea dicha, que quede entre nosotros, si le tuvieron que pegar finalmente el tiro por alguna causa de fuerza mayor, ya sea para mantener el buen nombre y el decoro del Jardín; y bueno, qué le vamos a hacer. Además el que avisa no traiciona. Gutiérrez en la guía, igual, hay como para hacer dulce.
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