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02-09-2020 Notas

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Por Carmin Aisen

Desde hace tiempo aparecen banderas que se levantan por este contradictorio concepto de “libertad”. ¿Libertad de decisión? ¿Libertad de expresión? ¿Libertad de salir y entrar cuando uno lo decida? ¿Libertad de decidir lo que me hace bien a ? ¿Libertad de qué? ¿Se puede ser realmente libre?

Como plantea Byung-Chul Han, hubo un traspaso de la idea de sujeto a la idea de proyecto “libre”. Somos un proyecto que cree haberse liberado de las coacciones externas. Se pasó del “deber” al “poder”. Somos sujetos del rendimiento, nos obligamos a nosotros mismos. Podemos más, vamos a hacer más. Seamos siempre productivos. Se fue construyendo así una idea de personalización en la que creemos que somos cada vez más libres y que tenemos cada vez más poder de decisión. Pero ¿qué función cumple esta libertad?

El capitalismo encontró una forma de poder que no es ni externa ni negativa, sino interna y positiva. Hoy en día no se busca homogeneizar sujetos, sino exacerbar los deseos de las personas en cuanto -acá está la soga- anclen su experiencia a través del consumo y de la deuda. Pensamos que nunca fuimos tan libres y que somos cada vez más “únicos”, cada vez más… ¿felices? Solamente tenemos cada vez más alternativas de consumo.

Entre más elástico sea el abanico de opciones, más disminuyen los frentes de confrontación y, a la vez, más se perciben los sujetos como “libres”.

¿Qué pasa con el pensamiento colectivo en esta ola de “yo soy único, yo soy libre”? Cada vez más se escucha, ve y siente esta idea de encaminarse tras el cuidado del yo, de tomar decisiones que nos hagan bien individualmente. Pero ¿qué significa estar bien? El término en sí pretende abarcar un arsenal de emociones que tenemos adentro, todas reducidas a una palabra. Para mí no alcanza. Le queda enorme. La palabra esconde entre los espacios un sinfín de contradicciones de las que no se hace cargo. Pero todos vamos para adelante con la idea de “estar bien”; alejemos lo malo que nos rodea, estemos bien nosotros. Libertad personal.

Se les suele poner a los caballos una especie de sombrero para que solo puedan ver el camino por el que pasan, para que no se distraigan, para que no se asusten. Para que no vean más que lo que tienen adelante. Esta imagen sirve un poco para explicar la ola de libertad personal en la que estamos inmersos: seguí para adelante, buscate, encontrate, sacá todo lo malo de tu vida, quedate solo con lo que te hace bien. Sos libre de decidir.

Lo que preocupa es qué pasa con lo demás, los demás. ¿Qué pasa con el pensamiento colectivo? La construcción de la identidad está íntimamente ligada a lo colectivo. Somos con respecto a los otros. Los movimientos sociales fueron, a lo largo de la historia, movimientos colectivos construidos a partir de una demanda. Estos hechos sociales lograron una serie de derechos gracias a la unión y al compromiso.

Ahora bien, ¿levantar bandera por el derecho a la libertad individual no opaca todo levantamiento grupal y colectivo? ¿Se puede ser libre individualmente, o la tan idealizada libertad viene de la mano del compromiso colectivo? Se escuchan muchos más “yo necesito” que “nosotros necesitamos”; “soy libre de salir a la calle y contagiarme, es mi cuerpo”. ¿Qué pasa cuando tu libertad perjudica la vida del otro, de los otros? ¿Es libertad?

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