Blog

Por José Luis Juresa
“¿Hasta dónde nuestra vida es
realmente nuestra y qué poseemos
exactamente cuando decimos “mi” vida?
Anne Dufourmantelle
Elogio del riesgo, de Anne Dufourmantelle, confirma que la ciencia psicoanalítica no se puede desentender del poema por la sencilla razón de que involucra la singularidad, la contingencia, la diferencia, lo particular y la ocasión de un centelleo por el que, desde la oscuridad, surge una luz que inesperadamente ilumina, en medio de la realidad agrisada y uniforme —masificada— la reaparición del sujeto del deseo. Estas páginas convocan a pensar una ciencia que, si bien promueve la matematización, en el sentido de la formalización de letras y números relacionados con el fin de acotar el sentido, no lo hace para “capturar” una forma universal de aplicarlos y de anticipar comportamientos generales. Nos queda el poema para plasmar, como reflejo de esa realidad —la del análisis— un modo de abordaje singular, caso a caso, y en cada analista, que se “mueve” además con su propio estilo.
El psicoanalista no está atrapado en la lógica del laboratorio, en el que el científico “protocoliza” y diseña un experimento a la espera de un resultado general y reproducible, para todas las situaciones posibles. El analista, en cambio, da testimonio de un encuentro imposible, mientras que el científico da cuenta de sus hipótesis manipulando la materia de su investigación, sin que él se sienta involucrado más que como un controlador de las variables del experimento. El analista no hace “experimento”, sino que hace “inmersión” en la lengua para crear una experiencia, que es la del análisis. No salen del mismo modo, ni el analizante, ni el analista, cuando hay análisis. No hablo en lo “personal”, sino en lo que esa experiencia deja como huella en la vida. “La vida” no necesariamente es algo “personal”, en el sentido de lo privado, de lo que atañe a un individuo, sino que es un acontecimiento poético, y yo creo que esto es lo que resume, en dos palabras, lo que este libro plasma en sus páginas.
Todas las ocasiones en las que hay fragmentos importantes, vitales, claves, puntos bisagra de un análisis en los que la analista se involucra, se arriesga a decir cosas que hablan en ella —pero como analista— sin pensarlo demasiado, (incluso hasta hay momentos, pasajes del texto, en que uno tiene inicialmente la sensación de que se excede en lo que dice, pero al final no, porque el remate, la resolución del fragmento, habla más bien de un estilo, de una forma tan singular como la vida de la persona que habla y se entrega en esas palabras temblorosas con las que se aborda su angustia). Por eso Elogio del riesgo, antes que el modo en que una analista enumeró “científicamente” los riesgos que los sujetos deben atravesar para animarse a vivir y ser felices, se trata del modo en que esa misma analista da testimonio acerca de los sucesivos encuentros en los que aconteció la vida en esos análisis, expresados como momentos poéticos en los que cada sujeto resuelve sus nudos, sus enredos, sus rollos de pensamiento desenlazados de lo Real, que los anima a repetirse sin otro a quien ser dirigidos, sin una escucha que los enlace a nadie más que al vacío mortuorio del silencio sin eco.

El libro de Dufourmantelle da cuenta del modo en que el analista toma sus riesgos en la escucha, pero, sobre todo, en el modo en que esa escucha se involucra con el otro para arrancarle a la muerte una palabra, para que ya no sea tan muerte, la cual, sin embargo, sigue y seguirá ahí, a la espera de algo digno que la enfrente. No se trata de una dignidad —otra vez— “personal”, sino la dignidad que Lacan señaló en relación a “la Cosa”: Arriesgar, en Anne Dufourmantelle, tiene que ver con las opacidades que no hay que esquivar, los temores, la angustia, el desconocimiento, esa muerte que late en vida en cada sujeto y a la que hay que ir al encuentro para que el objeto involucrado, ese objeto que es nada, que es letra, y que Lacan denominó “a”, ese objeto inmundo (no es de “este” mundo porque no consiste en ninguno de los que yo pueda obtener, más que parcialmente) se eleve a la “dignidad de la cosa”. Ya lo ven, no se trata de criar “indignados” sino de reconocer que la dignidad no tiene dueño, es una posición imposible para el individuo. Del mismo modo, el poema crea un destello de lo Real, un roce, una aparición, como la de un fenómeno OVNI, al que no se atrapa, no se atenaza ni se domina ni controla en el afán de reproducirlo idéntico, sino que hace que el lenguaje inscriba en su dinámica el acontecimiento de su aparición, dándole vida, otorgándole incluso de qué hablar más allá de una generación.
Cito en la página 69. Ella le dice a una paciente: “No tengo la razón ni estoy equivocada, como tampoco había porqués, es lo que pasa en este momento que lo puede cambiar todo en un segundo, en su vida tanto como en la mía, porque estamos en presencia y que es un evento que, si uno llega a él, si acepta estar en él, nos trastorna como todo encuentro”.
La paciente responde: “Usted no tiene derecho a hablar así, es analista”.
Ella le contesta: “¿Si el análisis no es un encuentro, ¿qué es? ¿Un pacto? ¿Una alianza? (y sigue)
Este párrafo da cuenta de la posición del analista, y de lo que les digo sobre este libro: habla del riesgo de un encuentro y sus consecuencias. El analista, por eso mismo, no es un científico, sino el sujeto de una ciencia que toma al poema como su acontecimiento renovador.
* La imagen de portada es: «Cuerda de equilibrista danzante» (1943) de Fred Uhlman
Etiquetas: Anne Dufourmantelle, José Luis Juresa, Psicoanálisis