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Por Agustina Luna
1.
Se aproximan muchos días de Homenajes al Diegote. Hace un rato me preguntaba si alguien en Argentina no se habrá enterado que Maradona murió. El Dios Terrenal que sabíamos no era eterno. Porque en el mundo de los humanos no tenemos ni un registro de alguien que no se haya extinguido jamás.
Año pandémico: habitar la incertidumbre. Año en que lo único que es certero es la muerte. Y siendo noviembre del 2020 todavía no se habla de la certeza de la muerte. Hasta hoy, que murió Maradona.
Maradona nos representa. Identidad. Proyectamos en un ídolo una parte nuestra que nos identifica. Por eso su popularidad, por su simbiosis con la pelota, lo que nadie podía o pudo aún hoy, noviembre del 2020, hacer como él. El único. El mejor. El más famoso. El popular. Todos queremos ser él, o lo hubiésemos querido.
Maradona es argento. Cien por ciento. Por su historia, de donde vino, su contexto, su ambiente, un pibe de barrio, y no de cualquier barrio, sino de uno muy marginado, en el cual un argentino sabe que las condiciones desfavorables y las faltas de recursos materiales, económicos, culturales, educativos y sociales, conllevan a la nada.
Diego lo es todo. No vamos a hablar en pasado del Diego, porque tiene estatuto de Dios, el que jamás muere, omnipresente. De la nada, el Diego con su habilidad, superdotado ser, llegó a serlo todo. El mejor jugador de fútbol del mundo y una de las personas más conocidas en todos los países del planeta Tierra. Diego es mundial.
2.
A poco tiempo de la Guerra de Malvinas, Maradona mete el mejor gol del mundo que mis ojos por tele han visto, a los ingleses. Devolucíón simbólica de poder. Los ingleses y su poder en guerra, Diego recuperándolo en un acto como simbolismo de lucha, estando aún derrotados. El Diego que siempre la pelea. El que generaba esperanza de vida.
Diego nunca dejó de ser argento, a pesar de su riqueza, sus consumos o sus vínculos tóxicos que tanto disfrutaba. Horrendo y hermoso, porque es nuestra realidad, sucede en Argentina, nos representa, nos define. Sabemos que éste tipo de conductas patológicas existen y no se hace nada con eso. Un supuesto, se da por hecho. Por eso pasa como habitual, como algo común, es el cotidiano de nuestra realidad capitalista compleja.
Podemos integrarlo al Diego, o podemos quedarnos con alguna parte de él e ignorar el resto. Todos tenemos el derecho a juzgarlo y a opinar como si lo conociéramos de toda la vida. Porque eso logró transmitir él. Lo que hizo tan particular al Diego: el generar en el Otro un sentimiento, ya que el ser de Maradona transmitía y generaba sentimientos. Interjuegos permanentes.
Pero no sólo por su juego sino también y sobre todo por su personalidad, que a pesar de los diferentes contextos en los que transitó, nunca dejó de ser el Diego. Por eso lo admiramos, aunque no nos animemos a decirlo. Con sus cosas buenas y horribles y oscuras. Con su eros y su tánato: Abraxas.
Diego mostró siempre sus dos lados. Ambos bien marcados: el Diego gracioso, cantante, amiguero, familiero, ayudando a gente, amando a su vieja, tatuándose a las primeras hijas que todos conocimos. Hoy fallece con más de una decena de hijos y creo que a la mitad todavía legalmente no han sido reconocidos. Pues dinero.
Diego es exceso, es locura, es violencia, es machismo, es incoherencia. Eros y tánatos expresados con un monto de exceso de cantidad de energía libidinal condicionada por su contexto: desde que nació en Villa Fiorito, hasta hoy que murió en una casa en un country rodeado sólo de personal de salud. Tristísimo final.
3.
Como nosotros, así era el Diego. Como ninguno de nosotros, porque si nos ponemos a fantasear unos minutos qué hubiésemos hecho habiendo nacido siendo el Diego, terminamos entendiendo el porqué de sus excesos y su inevitable autodestrucción permanente. Enloquecedor pasar de la nada al todo.
Hoy el Diego que ha muerto lo es todo. Diego amaba el juego, amaba el pase, amaba el quilombo, amaba la contradicción, amaba el ser amado y admirado por la gente, amaba ser reconocido como genio. Y como Dios, ni hablar.
Abraxas alude a ser mitad Dios, mitad Diablo. Diego en muchos momentos puede ser considerado como Diablo, pero Diego siempre será reconocido como D10S.
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