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Por Leandro Germán
El FIT ha decidido que se abstendrá el martes próximo, cuando se trate en Diputados el impuesto a la riqueza. Es un error. El FIT debería votar a favor. En Twitter, Gabriel Solano afirmó que el impuesto en cuestión es una “maniobra” para “disimular” el ajuste pactado con el Fondo, como si este fuera “disimulable”, es decir, como si las personas que dejarán de percibir el IFE pudieran reemplazar este ingreso por alguna “simulación”. Si el gobierno lo cree, no está solo en su creencia. “Maniobra”, como “denuncia”, es además una palabra de uso habitual en la jerga del trotskismo, y por eso mismo debería ser extirpada de su vocabulario en general y del léxico que el trotskismo usa para analizar este tema en particular, incluso porque la iniciativa es anterior a las disposiciones gubernamentales de las últimas semanas. Cuando alguien dice “maniobra”, uno ya sabe todo lo que viene después, por lo que la tentación inmediata es no escucharlo, aunque valga la pena hacerlo. Solano no dice, además, que la decisión de abstenerse o votar en contra se tomó hace meses, casi contemporaneamente a la presentación del proyecto, mucho antes de que el gobierno recurriera al Fondo.
Para un socialista, que los ricos deberían pagar impuestos y que deberían ser quienes lo hagan en mayor cuantía es una cuestión de principios. Por algo los medios de la burguesía han salido con los tapones de punta contra el proyecto y no pocos empresarios hasta han amenazado con judicializar su incumplimiento en caso de aprobación: porque saben que lo que está en juego es más del orden de lo simbólico (y no porque el impuesto lo sea) que de lo pecuniario. La propia decisión de la bancada del FIT, de apenas dos diputados, es puramente simbólica, pero precisamente por eso es importante. No necesitamos, por otra parte, que Pitrola y Altamira nos expliquen que no vamos a llegar al socialismo sólo haciéndoles pagar más impuestos a los ricos. Si el impuesto es poco (que lo es), entonces los legisladores del FIT deberían votar a favor y reclamar que el impuesto sea mayor, que sea permanente y que se reforme el sistema impositivo. Si el impuesto a la riqueza es contemporáneo al ajuste, entonces lo que hay que hacer es apoyar uno y rechazar otro. No es tan difícil.
La idea de abstenerse (si el proyecto es tan malo, como se dijo al principio, o el contexto, como se dice ahora, lo es, ¿por qué no votar en contra?) parece estar “sobredeterminada” por el anhelo de delimitarse de un progresismo que reclama gestualidad política y poco más. Si esto es así, sería encerrar a la política de izquierda en la pelea de consorcio de la Facultad de Ciencias Sociales. La paradoja del caso es que si hay un lugar en que la decisión del FIT se hará sentir más negativamente, es precisamente ese.
En Prensa Obrera, se lee, previsiblemente, que el impuesto es un “taparrabos” (otra palabra PO) del ajuste, porque fue precedido por rebajas salariales, liberación del pago de los aportes patronales y moratorias impositivas. Pero entonces, lo que hay que hacer, de nuevo, es apoyar el impuesto y reclamar la restitución de los aportes patronales al nivel anterior a la pandemia, rechazar en general las moratorias impositivas y exigir que los salarios vuelvan, actualizados, al nivel que tenían en marzo. De nuevo: no es tan difícil.
Finalmente, y atendiendo a lo estrictamente político, es más fácil explicar por qué se vota a favor que por qué se vota en contra (abstenerse equivale a votar en contra, aunque los legisladores del FIT se esmerarán, en vano, y cuando se los corra por izquierda, en exponer la diferencia entre una cosa y la otra; del mismo modo, pero no tan simétricamente – tratándose de legisladores de izquierda, aquí no valen las simetrías -, se preocuparán por aclarar la diferencia entre abstenerse y votar a favor cuando se los corra por derecha), y esto es así porque son más las razones para lo primero que para lo segundo. La política es eso: explicar, pero valiéndose siempre, porque así la política es más fácil y porque si no, no hay política posible (es decir, hay iluminismo o, peor, doctrinarismo), de los núcleos de buen sentido. A los núcleos de buen sentido siempre se los encuentra (su búsqueda la rige el pensamiento “unitario y coherente”), y si no se los encuentra es porque le pifiaste. Aquí, esos núcleos de buen sentido indican algo. Un axioma de la política (incluso de la política de izquierda) es que la propia política “se expli(que) sola”. Si el PO vota en contra, habrá asistido por segunda vez a la marcha de Blumberg.
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