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23-03-2021 Entrevistas, Notas

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Por Santiago Berisso

En la mañana del 23 de febrero, según Spotify, salió a la luz el último disco de Pels. Resulta que ellos no estaban al tanto. Agustín “Tingo” Zucal, cantante, guitarrista y compositor de la banda del conurbano norte –que cuenta con tres LP y varios simples editados en cerca de quince años de carrera– cuenta que ese mismo día alguien le preguntó “che, ¿qué onda el disco en alemán que sacaron?” De ese modo se enteró de que el flamante disco de su banda lleva el título de Schakelbreuk Jozef, un álbum instrumental, editado por el sello holandés Esc.rec. Un collage de diecisiete tracks con sonidos atravesados por la electrónica y los sampleos, en el que, si hay una guitarra, lo pueden distinguir solo unos pocos avezados. 

“Si se hace conocido, vamos a tener que hacer algo al respecto”, dice su frontman. “Ojalá podamos robarle fans a él y que nos inviten por equivocación a tocar allá”, agrega Diego Collins, bajista del quinteto de Martínez. Ocurre que algo se rompió en dicha plataforma y que Pels no decidió –en lo que probablemente hubiera sido uno de los timonazos musicales más categóricos en la historia de la música contemporánea– volcarse a las máquinas y a coquetear con la utilización de voces intervenidas extranjeras, ni tampoco titular sus canciones con nombres como “Gewoon Vriendelijk Blijven” o “Zalig zijn de Schouderophalers”. 

Al indagar un poco, se puede ver que existe un proyecto musical también llamado Pels, que lleva adelante Maarten Wesselius, músico holandés, cuya última producción fue subida al usuario de los Pels de acá. Sin entender demasiado qué pasó ni qué habría que hacer al respecto, ellos se ríen y se pintan de cuerpo entero casi sin quererlo. En sus redes sociales, hacen lo mismo: “Estamos dispuestos a reconocerlo propio si, y solo si, genera merecidos dividendos”, dice su última publicación en Instagram. Un par de días después, la falsa incursión de la banda en el mundo del pastiche llegará a su fin y desaparecerá de su perfil de Spotify.       

Apenas el fin de semana anterior, Pels volvió a tocar en vivo después de un año, cuando en febrero del año pasado tuvieron una fecha en Necochea antes de que el mundo se guardase adentro. Roseti, pequeño y acogedor espacio del barrio de Colegiales, fue el lugar en el que volvieron a hacer un show, en este caso con dos fechas consecutivas, para cerca de treinta personas cada vivo. 

En el juego de imaginar cómo podría ser la vuelta al vivo de una banda después de un buen rato, surge la idea de que pueda notarse cierta herrumbre en algunos pasajes o modos, pero no, Tingo y compañía no se cruzaron miradas más que unos instantes entre canción y canción. La rueda estaba aceitada. De alguna manera, volvieron a estar en marcha como si no hubiera ocurrido nada de otro mundo.

“Yo creo que sí extrañábamos tocar en vivo, pero como estuvimos grabando medio que la energía iba para ese lado”, dice su cantante. El baterista Marcos Fernández Mouján –alias Margas– agrega que disfrutaron particularmente la experiencia “onda El Día de la Marmota” de tocar dos días seguidos, lo que no habían hecho nunca. Con fechas consecutivas o no, el vivo de la formación completa –Tingo Zucal, su hermano menor, Ignacio Zucal (teclados, coros), Diego Collins (bajo), Francisco Stuart Milne (guitarra) y Margas (batería)– es algo que no va a suceder por un tiempo, ya que Margas está a horas de emprender viaje a España, a donde se mudará junto a su pareja y su hija, ambas francesas, a modo de prueba de experiencia en la que van a empezar todo de cero. 

***

“No hay tanta canción nueva. Siempre es una mezcla de canciones que venís arrastrando y algo nuevo que colás a último momento. No creo que haya tenido mucha influencia la pandemia en ese sentido”, dice Tingo sobre Un perro verde, disco en el que trabajan desde hace meses en Estudios NN –espacio de grabación de Francisco, quien además de tocar la guitarra también es ingeniero en sonido– y que hoy está a mitad de camino, con batería y bajo grabados, además de unos pocos teclados. Desde el simple Nancy & Julio (2012) que no trabajaban con un productor. En aquel entonces fue Pablo Vidal; hoy, el que ocupa ese lugar es Mariano di Cesare (Mi Amigo Invencible y El Príncipe Idiota) en lo que no deja de sentirse como una experiencia nueva para ellos. “No es delegar sino chocarse con otro criterio. Hay que aprender a trabajar con alguien. A mí me cuesta, pero me gusta el resultado”, explica Tingo. 

Al frente de la composición de las canciones, Agustín Zucal dice que se vale de la guitarra para crear el cancionero de Pels, pero que a veces recurre al piano y al bajo para darle forma a ese rock tan espectral como juguetón en el que avanzan disco a disco. Sin embargo, hace una salvedad, entre risas, como intentando entender qué será lo que ocurre en el cerebro durante este tipo de procesos, y es que hay una canción que será parte de Un perro verde cuya melodía la soñó: “Estaba espectacular y en el sueño la había compuesto él (Nacho), lo que me daba mucha envidia. Me desperté con la melodía pegada, como si la hubiera escuchado en la radio”. En otro episodio de composición no convencional, recuerda que años atrás las melodías de “Luna Negra” y “Cortina para un programa de televisión”, ambas canciones de Destellos del futuro (2018), las creó en su cabeza durante un viaje de 25 días junto a su mujer, en el que no contó con ningún tipo de instrumentación.

Desde hace 15 años que ensayan religiosamente todas las semanas y así como, según cuenta Margas, esa costumbre es el motor de la amistad entre ellos, da la sensación de que la canción es el único motor que los mueve y margen que les interesa en cuanto a lo musical. El deseo implícito de seguir desmenuzando los caminos que hacen a la canción perfecta, la que motiva a ser cantada, acompañada por el ir y venir de la suela, y que se impregne en la cabeza. Siempre con sus armas, empuñando instrumentos y letras.

A la hora de pensar en la identidad de su sonido, en los rasgos que dan forma a la impronta de la banda, las búsquedas que se fueron dando en cada disco, Margas, sin perder el tiempo, asegura: “para mí no hay un planteo de tal calibre”. Tingo coincide y agrega que no cree que haya tanta racionalidad por su parte a la hora de hacer canciones. Se detiene un segundo y dice que “quizás tenés las ganas de no hacer lo mismo que el último disco. O sí, tal vez, en algún momento, parte de la expresión artística sea hacer lo mismo que hiciste en otro disco”. En definitiva, considera que “a veces, hay una intención de querer domar algo que, no, es indomable”. 

Remarca que a veces hablan de que les gustaría hacer esto o lo otro, imaginan un tema de un modo “y nunca llegamos al fondo de eso”. Margas se ríe, toma lo que dice su compañero y explica que “siempre llegamos al fondo de la sala”. De repente, algo se hace más claro a la mirada del foráneo: todo lo que tenga que ver con la creación o el derrotero musical sucede allí, en la sala. Afuera de ella, el mundo es otro, uno en el que esperan varias cervezas en un local de comida del bajo de San Isidro junto a otros amigos que se van sumando y en el que no les queda claro si la hamburguesa del menú es con roquefort o de roquefort. 

Nacho explica que terminan siendo las circunstancias las que terminan marcando lo que se plasma en los discos. En el caso de Gospels, él grabó los teclados justo después de que su hijo naciera, por lo que tuvo que hacerlo en su casa, “lo que generó un clima para grabar distinto al de la dinámica habitual de estar en el estudio. Y detecto una particularidad en ese sonido, porque mi proceso fue otro. Se dio así, no es que se buscó”. 

El abrazo de las circunstancias dadas probablemente haya tenido su mejor versión cuando en 2017 viajaron a Alemania, para hacer la mezcla de Destellos del futuro, a cargo de Juanfe Rhem, productor e ingeniero de sonido argentino que vive en la ciudad de Berlín, donde cuenta con su propio estudio de grabación (Tricone Studios), aledaño a un complejo arquitectónico que lleva el nombre de Funkhaus, construido a principios de la década del 50 y que supo ser albergue de la estación central de radio de la República Democrática Alemana. Hoy permanece activo a modo de predio polifuncional y multiestudio de más de trece hectáreas. Maravillados por lo que los rodeaba, decidieron aprovechar el tiempo para grabar algo nuevo en vez de mezclar el disco grabado.    

“Se postergó la mezcla de ese disco para cuando volviéramos, preparamos unas canciones que tenía Tingo ya compuestas. Estuvimos una semana. Era dormir en el estudio, levantarse, tener siempre cerveza en la heladera. Ensayamos los primeros dos o tres días y después grabamos”, cuenta Margas. De esa estadía en Berlín salió Funkhaus (2017) y un episodio inolvidable que hace a la historia interna de la banda. 

***

Durante el intervalo del show del sábado, el encargado del lugar se acercó a ellos y les comentó que aparentemente un vecino había llamado a la Policía debido a la molestia que le generaba el volumen alto con que estaban tocando. Al tener las ventanas superiores abiertas para que pueda ventilarse el espacio, la música se cuela por ahí y sale al exterior. Ellos desconfían de que la Policía efectivamente se haya hecho presente en la puerta del lugar, pero eligieron adaptarse en buenos términos a la idea de hacer un poco menos de ruido e introducir algunos cambios en la lista de temas. 

Ante la consulta de si van a editar Un perro verde en formato físico –lo que aún no definieron– se les viene a la cabeza que habían llevado algunas copias de sus discos anteriores y olvidaron ponerlos a disposición de algún interesado. Entre risas, Nacho se va más aún en el tiempo y recuerda aquella vez en que perdieron una bolsa con sesenta remeras de Pels después de una fecha en La Confitería. 

“No confundir bajito con lento”, lanzó Tingo entre un tema y otro. La canción siempre es la que manda y a lo que ella pida se van a ceñir. En un momento invitó a cantar a Loli y a Joaquín a tocar la guitarra, sus hijos. En medio de la concentración que distinguió a la banda a lo largo de la noche, por debajo de la visera en la que cual se escondía su cantante, escapaba una punta de la felicidad que le generaba el hecho de poder compartir el momento con ellos. 

Él dice que son ellos los que le insisten en mandar algún demo para que lo levante alguien y empiece a sonar más. “Pegarla ya fue, es una ilusión quemada. Me nace decirles ‘no, no va a pasar nada, nada positivo’. Sé que es estéril”, explica, al mismo tiempo que aclara que sería hipócrita de su parte decir que “sólo tocamos por amor a la música. Siempre tenés esa chisipita de querer hacer algo que lo escuche el resto. Si le gusta a un montón de gente, mejor. Pero ya no es nuestro norte pegarla comercialmente, estamos grandes para eso. Pero siempre con cierta nobleza”.

Poco más de dos años atrás, el suplemento NO de Página/12 se refirió a ellos como una suerte de “banda maldita”. En un arrebato de exégesis gratuita, podríamos considerar que estamos hablando de una agrupación a la que no podríamos llamar joven o emergente, que tiene cierto reconocimiento dentro del palo, pero que no dio el salto que se supone que tiene que dar una banda para ser parte de algo mayor. Una conjetura válida puede ser que ellos se preguntaron dos veces qué dejaban en el camino si pegaban ese salto que pide la industria. Lo que pasa, dice Nacho, es que no alcanza solo con apostar a hacer buenas canciones, “sino que también tenés que conocer al boludo de turno que escuche y chuparle las medias a ése para tocar en el circuito. Está medio alterado”.

Causa gracia cuando en menos de un minuto, Tingo y Nacho dicen, respectivamente, que no los conoce nadie, que “siempre fuimos re pajueranos de acá, de Martínez. No es que estamos llenos de amigos” y “hay mucha gente que conoce a la banda. Rosario Bléfari conocía a Pels”. Todos coinciden en que, si hay algo definido, es que “siempre fue priorizar la cosa”. Tingo concluye que el “no éxito reside en que nunca apostamos a eso. Y creo que hicimos bien”. 

Ninguno sabe muy bien qué es lo que va a ocurrir con la banda en el futuro próximo, una vez que su baterista esté a un océano de distancia. Ciertas inquietudes están en pausa. En una de esas pueden ir todos para allá a visitarlo, o viceversa. Con una pandemia de por medio, piensa Tingo, no tiene mucho sentido estar planeando demasiado. Todo se baraja, nada se confirma. Si existió una despedida, fue con música en vivo y con canciones grabadas. Con la cosa realizada.   

 

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