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Por Luciano Sálcihe
En las gigantescas redacciones, en el trabajo de campo, en el estudio o en el encierro de su casa siempre hay un periodista haciendo periodismo con un entusiasmo arrollador. ¿Cómo surge ese impulso, mezcla de pasión y obsesión, que lo lleva siempre hacia adelante? Periodista ¿se nace? Las huellas pueden encontrarse, como en cualquier oficio o profesión, en la adolescencia, en la infancia, incluso en la herencia de las generaciones pasadas. Lo cierto es que la chispa originaria se desarrolla en el aprendizaje. ¿Quiénes enseñan el arte de la información? Polvo conversó con diferentes profesores para construir estos apuntes sobre docencia y periodismo. Como si fuera una conversación grupal —en definitiva lo es— y presencial —algo casi imposible en tiempos de pandemia—, cada pregunta es respondida por los cuatro entrevistados y de esa forma se generan perspectivas y contrapuntos.
Los docentes que aquí conversan son cuatro. Victoria De Masi se formó en TEA, trabajó en Clarín y hoy forma parte del Diario Ar, escribió Carlitos Way: vida de Carlos Nair Menem y da clases en el espacio El Movimiento. Pablo Díaz Marenghi es licenciado en Comunicación (UBA), escribe para medios como Clarín, La Agenda y ArteZeta, publicó CÓDEX: música contemporánea, da clases en el secundario y brinda el curso de Periodismo Digital Autogestivo en el Centro Cultural de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Débora Campos trabajó en Clarín, El Día, Página/12, Vieiros y Radio Galega, y es profesora de periodismo en la UBA desde hace 24 años. Sergio Naymark es Jefe de Policiales en La Capital, integró la Comisión Directiva del Sindicato de Prensa Rosario durante 14 años y estudió Comunicación Social y Ciencia Política en la UNR, donde da el Seminario de Periodismo de Investigación.
Empecemos por la definición de periodismo.
Victoria De Masi: Si tuviera que definirlo diría que es un trabajo que implica obligaciones y responsabilidades. Entre las obligaciones, la de ofrecer un servicio a la sociedad. Entre las responsabilidades, no olvidar que tenemos aquella obligación, no lo única, pero a mi entender la más importante. Una definición posible, y quizás la que hoy y ahora me conforma un poco, es que el periodismo convierte la experiencia en información para que las personas podamos tomar decisiones.
Pablo Díaz Marenghi: Aquella vieja definición de Orwell y repetida por Verbitsky que “el periodismo es lo que alguien no se quiere que se sepa y el resto es propaganda” creo que todavía sigue siendo bastante acertada. Le agrego una vuelta de tuerca de Martín Caparrós: “el periodismo actualmente es lo que la gran mayoría no quiere saber”, hablando un poco en contra de los públicos, que muchas veces se dejan atrapar por noticias banales, pasatistas y llevados de las narices por el algoritmo. No puedo dejar de decir que el periodismo es, sobre todas las cosas, un servicio social, un servicio a la comunidad, ya sea el periodismo político, de tránsito, cultural. O por lo menos debería serlo. Creo que todos los y las periodistas intentamos hacer eso. Y al mismo tiempo creo que el periodismo puede y debería ser un arte, un tipo de hacer artístico. Creo que el periodista, muchas veces quemado y atosigado por sus condiciones de laburo hiperprecarizadas, se olvida de esa parte, de que el periodismo tiene un montón de componentes creativos e imaginarios. Eso me parece algo formidable de la profesión.
Débora Campos: Para mi, es un oficio. Mi papá es ebanista y no hay mucha diferencia entre lo que él hace con la madera y lo que yo hago con lo que pasa a mi alrededor. Él elige los mejores materiales. Sabe mirarlos y por eso no se deja engañar: los analiza, les pregunta (sin palabras, pero con una mirada que a su manera hace esas preguntas), si no está convencido, busca otros y finalmente decide lo que le parece más apropiado. Esos pedazos de madera, él los cuida y los trabaja con absoluto respeto. Veneración es una palabra que aplica bastante a lo que hace. Antes de acercarlos a una máquina cortadora, ya dibujó lo que quiere hacer, lo desmembró en partes y trazó el procedimiento que va a usar para componer la pieza final. Por eso, todo el resto del camino es bastante fluido, incluso cuando aparecen problemas. Yo, por mi parte, de madera no sé nada, pero como mi papá también miro con cuidado, hago preguntas, pienso qué quiero contar, cómo contarlo, qué partes (o momentos) tendrá eso que voy a contar, y finalmente, atravieso las partes de un camino que puede ser parecido cada vez y, al mismo tiempo, es muy distinto.
Sergio Naymark: Alguna vez un ex compañero de trabajo me dijo que hacer periodismo consistía en “relatar el primer borrador de la historia”. Y creo que no estaba equivocado. Sin embargo, como toda historia, se construye a partir de voces disímiles, de miradas diferentes y en el marco de un sistema de medios de comunicación que está en permanente transformación tecnológica, lo que por un lado parece colaborar en cuanto a la rapidez de la difusión de esas historias, pero por otro lado impide la profundización y el análisis de los hechos que se relatan. Entonces, a la hora de definir el periodismo digo que “es un oficio en el que, a partir de la observación e investigación de un hecho, se relatan historias a través de diversas plataformas para que la mayor cantidad de gente posible se entere de lo que pasa a su alrededor”.
¿Con qué inquietudes llegan los alumnos? ¿Qué es lo que los motiva a ser periodistas?
Sergio Naymark: No está claro, al menos en mi caso, cuáles son las inquietudes que mueven a los jóvenes a querer ser periodistas. Hay de las más variadas. Están aquellos que como en las profesiones clásicas siguen el legado familiar, aquellos que creen encontrar en el periodismo una forma de contar las cosas para ayudar a cambiar la realidad, aquellos que pretenden descubrir mediante una investigación la trama oculta del poder y así ser al menos famosos por un día y también aquellos que solo pretenden ser “reconocidos” porque escuchan sus voces en las radios, ven sus rostros en la TV o siguen sus columnas en un diario o portal web. Pero si algo unifica a todos ellos, creo que es la inquietud de poder tener las herramientas para poder indagar más allá de lo que la realidad pone delante de sus ojos. No obstante, desde los 80 a la actualidad es notorio el descenso de jóvenes que han elegido el Periodismo o en mi caso la carrera de Comunicación Social como estudios universitarios.
Débora Campos: Mis estudiantes no quieren ser periodistas. O no de manera masiva. En la UBA, la carrera es científica y enfoca en la comunicación, de manera que el periodismo aparece tardíamente y luego de que fue cascoteado por los académicos/as, que lo consideran una actividad sin prosapia, ni profundidad y, además, capaz de “manipular” a las personas. Lo que sucede en mis clases es justamente lo contrario: se vuelven a enamorar del periodismo que, al inicio de la carrera, les entusiasmaba. En ese sentido, creo que se van entusiasmando con la capacidad de ver y contar, de tender un puente con otra gente y que ese puente conduzca a cosas que les interesan mucho. Diría que lo que los y las motiva es compartir.
Victoria De Masi: La primera inquietud es la falta de oportunidades para entrar en el mercado laboral periodístico, que cada vez es más pequeño. Desean hacerse o ajustar herramientas de escritura (en muchos casos ya las tienen incorporadas) para “contar mejor la historia”. Muchxs se acercan con la idea de “poder trabajar solos”: editores sobrepasados y redacciones en extinción obligan a la autoedición. Diría que a la mayoría los alienta a venir el debate e intercambio de ideas y experiencias. Y que a todos les interesa la “cocina” de la nota y la resolución de problemas durante todo el proceso previo a la publicación del texto.
Pablo Díaz Marenghi: El curso que doy apunta a que puedan llevarse herramientas concretas para poder desarrollar un proyecto periodístico propio, autogestivo y en un entorno digital, por lo tanto los estudiantes llegan con ganas de hacer algo propio. Muchos llegan con curiosidad en cuanto a esta idea de insertarse en los medios, que es algo que a todos nos pasó en un principio cuando estudia periodismo o una carrera afín. Yo durante mucho tiempo la tuve. Y esas inquietudes de los estudiantes en generar un proyecto propio surge porque ven que ese ingreso a los medios está muy complicado. Siempre fue algo hermético pero últimamente lo es más. Y después inquietudes muy particulares: gente que le interesa la escritura y quiere que le des consejos o personas que le gustan cosas muy variadas y no saben bien para dónde enfocarse. Y algo que no veo como inquietud y que me gustaría que apareciera más son los dilemas éticos en torno al periodismo, que quizás aparece con el correr de las clases. Esto que me preguntás de qué significa ser periodista hoy, que no es lo mismo serlo en el siglo XXI que hace treinta años atrás… esas preguntas existenciales me gustaría que aparezcan un poco más porque me parece que son fundamentales. Analizar y repensar la propia práctica es central en cualquier profesión, no solamente en el periodismo. Me parece que falta un poco de eso, a pesar de que en los últimos diez años tenemos un montón de periodismo de periodistas y de hablar, leernos y comentarnos entre nosotros cada vez más, que también es un peligro porque uno no sale de esa burbuja, en Twitter sobre todo, pero así y todo faltan dilemas más profundos. Algunos medios y periodistas los proponen, y algunos pibes también, pero me gustaría ver un poco más de eso.
¿Qué cosas tiene que tener sí o sí un periodista?
Sergio Naymark: Curiosidad: Querer ver qué hay detrás de los hechos a los que se enfrenta diariamente para hallar la historia que deberá narrar. Duda: no creer en todo lo que ve ni en todo lo que escucha. Tener la capacidad de ahondar en lo que se le presenta o se le dice para ir más allá y confirmarlo con fuentes y datos que le den verosimilitud a la historia que tiene ante sí. Terquedad: no cejar en su intento de descubrir “la verdad” que hay en el rumor que le ha llegado o en el hecho ante el cual está trabajando. Constancia: insistir en la búsqueda de la información con todos los medios éticos posibles para poder amalgamar distintas opiniones y visiones del hecho a fin de construir un relato creíble. Pasión: el periodista debe amar lo que hace para que quienes leen, escuchan o ven el resultado de su trabajo se contagien y puedan entender de qué va la cosa. Compromiso: asumir que su tarea no es para engrandecer su figura y que su nombre aparezca en letras de molde o sea reconocido por la gente en la calle sino que todo lo que hace es para que esa gente tenga un conocimiento lo más certero y verosímil posible de lo que ocurre en la sociedad.
Débora Campos: Una familia millonaria para vivir tranquilamente de este oficio. Si no, puede ser complicado. Una persona que elige el periodismo debe tener, creo yo, la suerte de que el periodismo también lo o la elija. No siempre sucede. Si pretende disfrutar de este oficio, sería recomendable que no pierda el entusiasmo ni las ganas de aprender, que siempre sea «chusma» y no se deje atrapar por la burocracia de los medios. Que entienda pronto que los medios (las empresas) no son el periodismo y que muchas veces contamos lo que podemos y no todo lo que queremos. A pesar de eso, que siempre se puede contar lo que uno/a quiere: hay que ser inteligente para encontrar el modo y el momento. Una persona que elige el periodismo debería tener plena conciencia de que el idioma es su herramienta y que no es lo mismo conocer su herramienta que no conocerla. Si ponés coma entre el sujeto simple y el predicado sos como un cirujano que no sabe por dónde cortar. Y si nadie quiere ser operado por ese cirujano, lo más probable es que nadie merezca ser informado por alguien que trabaja en comunicación y desconoce su principal elemento laboral.
Victoria De Masi: Curiosidad y mirada. Ninguna de las dos cosas se enseñan, pero sí pueden entrenarse.
Pablo Díaz Marenghi: El contexto siempre te cambia radicalmente esta respuesta pero hay cosas que podríamos marcarlas como la columna vertebral del periodista. En primer lugar, la obsesión. Esto que algunos llaman el olfato periodístico. Al principio, cuando me lo explicó Diego Rosemberg en la carrera de Comunicación de la UBA no lo entendía del todo, me parecía una idea romantizada y bohemia del periodismo de antaño a la que yo no podía acercarme desde lo que en ese momento era: un pibe del conurbano bonaerense que no tenía ningún contacto con el periodismo más que haberlo leído, visto o escuchado. Pero después comprendí que el olfato periodístico se va desarrollando a medida que uno se obsesiona con ciertos temas, discursos y objetivos que uno se propone. Eso va de la mano de una ansia de conocimientos que para mí es clave: yo no concibe el periodista sentado en el sillón haciendo todo el día lo mismo. Se necesita una actualización permanente de saberes, de formación, de todo. Esto no sólo implica estudiar una carrera. Me parece fundamental la necesidad de querer ser mejor todo el tiempo. Hay que leer mucho, escribir mucho, releerse también. Ahí rescato una máxima de Alberto Laiseca, que en realidad la sacó de Stephen King, que decía “para hacer buena escritura hay leer mucho y escribir mucho”. Y Laiseca le agrega “vivir mucho también”. La experiencia es fundamental. También habría que sumarle una brújula hacia la sensibilidad social: sobre todo ciertos periodistas de élite que logran salarios muy elevados que empiezan a alejarse de sus raíces y miran a la sociedad arriba de un pedestal. Hay que evitar convertirse en eso. Hay que mantenerse siempre atento a qué pasa en la calle, cómo están los precios, cómo están los alquileres, qué onda el monotributo: cosas que tienen que ver con el ciudadano de a pie, pero en el sentido real, no en el sentido común que se repite en los noticieros. También me parece que es importante que un periodista lea literatura, que trate de formarse en la escucha musical, que lea poesía, que mire mucho cine, series, que trate de desarrollar un gusto, no diría refinado, pero que trate de esquivar los algoritmos que son una basura. Que construya su propia agenda. Desarrollar la sensibilidad me parece clave: eso te lo da la literatura, la poesía, el cine, la vida, salir a caminar, tener contacto con animales. Pienso en Leila Guerriero o en Hebe Uhart. También viajar. Pienso en las crónicas de viajes de Caparrós. Tratar de tener una vinculación con la política, no engrietarse, tratar de pensar por uno mismo. Y no olvidarse que el periodismo es un servicio social y que al fin y al cabo uno tiene que aportar algo a los demás. Que no sea un ejercicio de ego y de ombliguismo porque ese me parece el peor de los periodismo: el regodeo en la primera persona innecesariamente.
¿Qué tan grande es la distancia entre la teoría y la práctica?
Pablo Díaz Marenghi: No concibo la teoría disociada de la práctica. Para mí son parte de lo mismo. Cuando uno está leyendo teoría también está desarrollando su práctica, y viceversa: cuando uno está trabajando también está aplicando teoría. Hay una frase de Fabián Casas que dice que toda técnica que te sirve para escribir tiene que servir también para vivir, y yo coincido plenamente. Un periodista lleva dentro suyo un instrumental tremendo teórico y práctico. Si nos referimos a lo que es el análisis de medios, los trabajos más académicos y ensayísticos sobre periodismo, que ahora salieron un montón de libros sobre el tema, que analizan el clickbait, los algoritmos y demás, ahí hay diferencias entre lo que es el laburo de análisis más cientificista y academicista y el laburo de las redacciones que están en el barro laburando 24/7. Pero me parece que lo mejor es pensar la teoría unida a la práctica. En mi caso, me formé en Comunicación, una carrera que te da una perspectiva muy amplia de la cadena de montaje del periodismo: la producción específica de contenidos y de noticias, los dueños de los medios, los dueños de internet, el marketing, las formas de lectura y de escucha, cómo se manejan los usuarios, la industria cultural, la filosofía de la técnica. Siempre fui muy consciente desde el punto de vista teórica lo que me atravesaba, después si eso me jugó en contra o no lo tendrá que decir alguien de afuera, no yo. Lo que sí puedo ver es que hay una distancia entre ciertos análisis exógenos que tratan de pensar el periodismo y la realidad del día a día. Esto pasa en muchos ámbitos donde se proponen objetivos muy utópicos pero en la realidad se chocan la cabeza contra una pared.
Débora Campos: Entre la teoría de la comunicación y el periodismo hay una distancia enorme. Entre los conceptos teóricos del periodismo y su praxis cotidiana, muy poca.
Victoria De Masi: Depende de cuáles sean las lecturas. Estos días estoy sobre un texto de Alma Guillermoprieto. Por lo que entiendo, es la transcripción ordenada y editada de un taller que ofreció en 1999 para la FNPI. No sólo es actual, sino que habla sobre el periodismo en tanto práctica (y con algunas ideas no puedo estar más de acuerdo). Creo que el periodismo es teoría y práctica. Pero sin práctica no hay periodismo. Vuelvo a Guillermoprieto y su texto: “para reportear hay que salir a la vida”. Y eso es mucho más que “estar en el lugar donde acontecen los hechos”.
Sergio Naymark: En la actualidad, como docente y trabajador de un medio de comunicación, trato que esa distancia sea lo más corta posible. Lamentablemente las carreras de Periodismo o Comunicación Social no siempre tienen en sus planteles docentes la cantidad necesaria de trabajadores que puedan acortar esa brecha. Muchas veces los alumnos creen que con los conocimientos teóricos abordados en la academia les alcanza para enfrentar el día a día del oficio. Pero solo aquellos que transitan redacciones de cualquier medio saben que la distancia entre lo aprehendido y lo que se puede hacer es extensa. Por eso creo indispensable transmitir, junto a los conocimientos teóricos obligatorios en la formación de cualquier joven que abrace este oficio, lo que significa estar frente a una página en blanco, un micrófono abierto o una cámara encendida dentro de una empresa que tiene sus intereses económicos, ideológicos y políticos determinados, todo lo que determinará y/o condicionará su práctica.
¿Son tiempos difíciles para el periodismo?
Débora Campos: Siempre son tiempos difíciles para el periodismo porque esa es justamente su naturaleza: molestar, echar luz donde otros prefieren la oscuridad, revelar lo oculto, incomodar.
Victoria De Masi: Es un gran momento para hacer periodismo. Hay muchísima información a mano y gratis (internet); los funcionarios públicos, en general de difícil acceso inmediato para la prensa, declaran en Twitter (basta con ubicar su @); la audiencia está muchísima más preparada (hay lectores especializados en temas que el cronista toca de oído, que ocupa un rol activo: puede marcar un error o ampliar la información); no es lo mismo, de ninguna manera, pero si no puedo llegar “al lugar de los hechos” puedo pasear con Google Earth; “Es para la web así que no importa cuántos caracteres”: lo digital amplió el espacio para el texto y además permite enriquecer con recursos audiovisuales… Son tiempos difíciles para el periodista a quien se le exige flexibilidad: debe pensar, proponer, contactar, escribir, chequear, producir foto, el audiovisual, el guión, validar, pensar qué contenido se puede adaptar a las redes de un medio que no es suyo. El periodismo multiplataforma, muy valioso, es el periodista sobreexigido. A mi entender, con una vida útil bastante corta porque esta nueva forma de hacer periodismo desafía el espacio y el tiempo, la calidad de vida, del trabajador. Vamos a llamarlo “el nuevo periodista”. El nuevo periodista está sometido a las métricas: cantidad de clicks; ranking: “las notas más leídas”; cantidad de tiempo que un usuario permanece en un texto. Está acelerado, trabaja por inercia, mecánicamente. Está expuesto, además, a la reinterpretación que hace la audiencia del contenido que produce y, sabemos, las audiencias pueden ser muy crueles en redes sociales. El nuevo periodista trabaja con una agenda corta y con pocas fuentes. Está agotado y por eso su capacidad de sorpresa disminuye.
Sergio Naymark: Considero que el periodismo atraviesa hoy uno de los momentos más difíciles, al menos desde que trabajo en medios de comunicación. ¿Por qué? Juegan múltiples factores, pero esencialmente la mercantilización de la información y la conformación de oligopolios hegemónicos en la industria del sector han hecho de este oficio un negocio muy redituable para pocos y poco creíble para muchos. La llegada de grandes capitales a los medios de comunicación llevó a que personas ajenas al oficio se convirtieran en sus dueños y los utilicen como herramientas para la obtención de ganancias altas y rápidas. Por eso, hoy en la mayoría de los medios se vive una tensión permanente entre periodistas y dueños de medios. Una tensión que indudablemente influye negativamente en el producto final que llega a mano del ciudadano común, hombre y mujeres que en su mayoría desconocen el trasfondo de la escena que están presenciando. Hoy al cronista que llega de cubrir un evento los jefes de las redacciones no les preguntan si la noticia que trae es verdadera, fue chequeada, está comprobada. Sino que le plantean cuán interesante es y cómo se puede vender para que sea la primera en la página web o la que le dé espectacularidad a la tapa del diario de mañana. Además, en ese marco, los avances tecnológicos han profundizado esa brecha y potencian el fin comercial de la noticia. “Lo importante es subir a la web rápido y primeros lo que tenemos, después habrá tiempo para corregir”, me dijo hace pocos meses el nuevo jefe de redacción del diario La Capital. La obsesión por el “clickeo” en los dispositivos móviles o computadoras para ganar la competencia más allá de que lo que se informe no esté debidamente chequeado, la búsqueda de poder monetizar la web para que el flujo de dinero que antes ingresaba por los medios tradicionales ahora se vuelque a los formatos digitales, la caída en las ventas del diario papel, la pérdida de oyentes de las tradicionales AM, el infoshow montado en los canales de televisión para presentar hasta las noticias más morbosas, han llevado a una crisis cuya salida es difícil de adivinar. A todo eso hay que sumarle, a mi entender, el posicionamiento político extremo que en la Argentina han decidido los dueños de los medios de comunicación, lo que cierto periodista llamó “periodismo de guerra” también contribuye a que el ciudadano de a pie tenga ante sí visiones tan disímiles de un mismo hecho que muchas veces solo provocan más descrédito a lo que ven.
Pablo Díaz Marenghi: Es una pregunta difícil porque, en mi humilde experiencia, son tiempos difíciles por varios motivos. Por un lado la cuestión de los algoritmos: hoy en día vivimos más atravesados, y después de la pandemia ni hablar, de la tecnología y lo digital. Se habla de que el formato papel está caduco y que es una cosa más de lujo que accede un grupo de personas y ya, entonces todo se mueve por la red y por eso los algoritmos configuran qué cosas ver y qué no, qué cosas te van a gustar y qué cosas no. Es difícil esquivar eso, formar una agenda propia, imponer un tema. Y si uno tiene un proyecto autogestivo se vuelve todo más complicado, pero también insertarse en una empresa o lograr cierta asiduidad en el freelanceo. Son todos objetivos complejos y difíciles. Pero al mismo tiempo pienso que nunca hubo una época de bonanza para el periodismo, salvo las primeras décadas donde los medios de papel imprimían tiradas de millones de ejemplares quizás. No la viví esa época, sólo la leí, así que no puedo opinar con certeza. Lo que puedo decir es que me imagino que siempre hubo épocas complicadas en el periodismo y nuevos desafíos. Quizás el desafío que se nos presenta ahora con los algoritmos, las empresas de medios en jaque y grandes agujeros económicos no tiene precedente pero que plantea preguntas y problemas más complejos de resolver. Plantea también una estructura de trabajo mucho más precarizante para los periodistas con derechos laborales vulnerados, con inestabilidad, con trabajadores y trabajadoras que tienen que organizarse con mucho más peso de manera sindical, con nuevos mecanismos que uno tiene que encontrar gracias al ingenio y la imaginación para poder sobrevivir en este escenario, que a veces parece un campo minado y uno tiene que tratar de ir caminando con mucha precaución. Pero sin embargo creo que son desafíos interesantes. Sí creo que nuestra profesión está todo el tiempo en crisis, pero crisis no significa algo malo necesariamente sino que se trata de poner en cuestión, en estado de pregunta y empezar a reflexionar. En época de clickbait y fake news, podemos hacer periodismo de calidad, potente, interesante, fresco, desacartonado, valiente y revolucionario en un montón de aspectos.
* Pintura de portada: Maria Safronova
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