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Por Luciano Lutereau | Portada: Egon Schiele
1.
Hasta el neurótico más progre no deja de pensar que si se masturba pierde potencia sexual; quizá incluso crea que si se masturba antes de una cita va a estar menos ansioso, va poder retardar un poco su eyaculación, etc. Esta fantasía hidráulica de la sexualidad es bastante común, más allá de las ideas conscientes de cada quien.
De la misma manera, el analista más liberal no deja de pensar que es preciso ir contra el autoerotismo y su prejuicio se expresa cuando llama “goce masturbatorio” lo que no le gusta. Como si masturbación y autoerotismo fueran lo mismo, como si no hubiera diferentes tipos de masturbación, como si la genital-onanista fuera la más importante.
He aquí uno de los temas más oscuros del psicoanálisis, en el que se concentran los más grandes prejuicios –incluso en quienes “defienden” la masturbación, como si necesitara “defensa” o aclarar su “normalidad”– por falta de investigación. Uno de los puntos en que el analista puede ser un pastor calvinista, a pesar de las más diversas justificaciones teóricas.
2.
Sé que las mujeres se masturban, pero igual quiero decir que la masturbación es un placer masculino. Porque la masturbación no es un acto; sino un tipo de placer, que se obtiene de los más diversos actos.
La masturbación es un placer siempre idéntico a sí mismo, eso lo hace fálico, independientemente de quien se masturbe. Ese placer fálico, en serie (y serial), es el que hace que alguien pueda dedicarse durante horas a una tarea (o a varias). La masturbación es un placer que, por ejemplo, va muy bien con el trabajo o, mejor dicho, con ese hacer compulsivo que, a veces, se parece al trabajo, pero no es tal. Nuestra sociedad es eminentemente masturbatoria. Se dice que es “individualista”, pero este término es la traducción social de una relación con el erotismo. A veces también se dice que es una sociedad “egoísta”, pero no es cierto. El egoísmo es un tipo de actitud que busca aumentar el placer, diversificarlo, que no se satisface siempre de la misma manera. Un romano era egoísta y se tomaba tres horas para almorzar. En nuestra sociedad de pajeros se come de parados en la mesa de la cocina, en minutos; comer se volvió una masturbación más. Por eso nuestra sociedad no es egoísta y más bien es narcisista, es decir, es una sociedad en la que se padece por “baja” autoestima.
De la misma manera, cuando alguien dice “me la baja”, habla de su relación masturbatoria con el placer: si no es masturbatorio, no le interesa. La masturbación es un placer prefabricado, reproducible, que no incorpora nuevas metas, que no se amplía con el del otro. Un acto copulatorio puede ser masturbatorio. Muchas veces lo es.
3.
La masturbación es un placer que viene de adentro, que no quiere el afuera, que transforma el afuera en corte y demanda. “Afuera no hay placer”, dice el masturbador; nada de afuera, nada de otro, es causa de placer.
El masturbador siempre se vive quejando de que lo interrumpen. Vive la vida como interrupción de ese goce único. Esto es la masturbación: la creencia en un único goce; es poner el goce en lugar del placer y aplastarlo completamente.
4.
Hace poco un amiga me contó que vive muy celosa de su pareja, porque él suele ponerle “like” a otras mujeres en redes. Ella sabe que eso es de pajero, tanto como sabe que si él anduviera en alguna en serio, no se lo haría ver por esa vía. La raíz de sus celos, entonces, es la envidia: él hace algo que ella no; para ella estar en pareja es limitar esas actitudes, no por una cuestión moral, sino por un modo de relación con el deseo. A él le alcanza con que se le pare la pija con las fotos de otra mujer; como le ocurre a muchos varones, ponerse de novio es estar con una… para fantasear (masturbatoriamente) con todas las demás. Pero a ella no le pasa eso, ella sabe que si coquetea con un tipo, no le alcanza con eso. No tiene pija que se le pare; tampoco es histérica como para disfrutar de generar algo y después irse; a ella le pasa que, si pone el cuerpo, la cosa se le hace en serio. No va a jugar como un varón seductor al que le alcanza con confirmar su erección para salir corriendo. Si ella abre esa puerta, le pasa algo sin retorno, incluso podría dejar de querer a su pareja. Ojalá contara con ese recurso fálico de la masturbación, lo cual no quiere decir que no tenga una práctica sexual de auto-satisfacción. Ella sabe que a veces los varones se masturban de aburridos nomás; ella tiene otra relación con las ganas, a veces lo hace solo para no olvidarse de esas ganas que son un deseo más fuerte que el falo. Curiosamente, a veces suele creerse que la falta fálica es un déficit en las mujeres. Es todo lo contrario. El error del igualitarismo es correr a decir que las mujeres también gozan del falo; ¡por supuesto! El error de cierto igualitarismo podría llevar a creer que la libertad es que seamos todos esclavos del falo.
5.
Una última consideración sobre la masturbación masculina (sobre su carácter fálico) y la diferencia sexual.
En no pocos casos de mujeres los celos se expresan a partir del temor de que ellos “prefieran a otra”. Ellas lo dicen a sabiendas de que no hay indicios que demuestren otra relación. Sin embargo, el pensamiento se les impone. Tiene, entonces, una raíz inconsciente, que a veces hace que en este tipo de casos ellas tengan tendencia a espiar a sus parejas, a revisar sus cosas, cada tanto miran el historial de las páginas de la computadora. Esa “otra” a la que prefieren, es una de la que ellos nunca se separaron. No por nada el saber popular a veces le pone nombre femenino: “Manuela”, “Soledad Palma”. ¿Se trata de mujeres histéricas? Para nada. Esa “otra” nada tiene que ver con la “Otra” de la histeria femenina, pero sí permite situar una incidencia en la diferencia entre los sexos, aunque tanto varones como mujeres se masturben. No hay varones celosos de la masturbación femenina.
* «Autorretrato desnudo» (1916) de Egon Schiele
Etiquetas: Egon Schiele, Erotismo, Luciano Lutereau, Masturbación, Psicoanálisis