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10-06-2021 Sin categoría

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Por Carmín Aisen

En la era de los hashtags, las frases se vuelven eslóganes y se vacían de contenido. Todo va tan rápido que no nos hacemos el tiempo de analizar ni de comprender, solo copiamos y pegamos frases dichas.

Todxs podemos tener nuestra propia visión del mundo instalada. Pero esto no necesariamente es criticable. El conocimiento puede tener infinitas variantes de las cuales agarrarnos. Confrontar ignorancia y conocimiento sería reducir a un binarismo ilusorio y pretencioso algo lleno de matices. Sin embargo, no conocemos el mundo en sí, sino lo que hacemos con el mundo; estamos poniendo en práctica, por así decir, nuestra imagen del mundo, un modelo prolijamente construido con los bloques que nos brindaron el lenguaje y nuestra formación.

Parte fundamental de esta imagen del mundo que construimos viene de la mano de la necesidad de clasificación constante que tenemos. Buscamos sentirnos parte de un grupo cerrado de palabras que, en cierto punto, nos identifica: sin eso, sin el tag, estamos afuera.

“No te tomes nada personal” hace referencia a tener en cuenta que a la persona que tenés al lado pueden estar pasándole cosas de las que no sabés nada, y que si reacciona mal con vos no deberías considerarlo como un ataque, sino simplemente como parte de un proceso por el que está pasando esa persona. Planteándolo así no debería haber ninguna objeción moral, ¿no? Pero qué pasa cuando la frase se vuelve un escudo para justificar la falta de empatía con todas las personas que nos rodean. No me voy a hacer cargo de lo que me plantea la persona que tengo al lado, debe estar pasando por algún proceso interno que no me incumbe. Y así nos volvemos cada vez más solitarios, cada vez nos involucramos menos en nuestra red de afectos.

Parece más claro cuando descubrimos que “no te tomes nada personal” entra en los manuales de los telares de la abundancia, acompañada por otras como “si siempre hacés lo mejor que podés, nunca te recriminarás ni te arrepentirás de nada”. Los telares tienen en su base un despojo egoísta que busca enredar gente en un juego perverso en el que solo ganás si lográs traicionar a otra persona para que forme parte, y esta persona solo puede salir del juego volviendo a traicionar. Acá las frases cobran más sentido. No podés preguntarte por el bienestar de la otra persona que metés en el juego porque perdés, así que: no te tomes nada personal y vas a triunfar.

Otra frase que podría ejemplificar el vaciamiento de la oración es “todo lo personal es político”; una frase planteada, en un principio, para visibilizar la violencia de género y sacarla del ámbito privado hasta poder denunciarla.

Muchos aspectos personales son políticos (y hasta constituyen derechos fundamentales), pero a veces esta frase se vuelve una excusa para la moralización y el narcisismo, se tergiversa al punto de pensar que solo lo personal es lo político. Se busca que la vida privada sea norma pública excusándose con la idea meritocrática de que lo que me funciona a mí tiene que funcionarle a todxs, y de que la experiencia propia se imponga como universal, cuando la idea es que la experiencia apele a lo universal, sin imponerse como tal.

Ambas frases plantean una búsqueda de concientización en diferentes ámbitos de la vida, pero es el hashtag el que nos absuelve de todo análisis.

El periodismo (cada vez más amarillista) busca simplificar al máximo en pocas palabras cualquier hecho digno de ser comunicado. Nos empuja a una lucha violenta por defender una bandera vacía, en la que el contenido desaparece, el hecho pierde importancia y lo único que usamos para la batalla es el título épico de una nota que nunca vamos a abrir.

“El gobierno pidió coimas al laboratorio Pfizer”: título que abrió la puerta a insultos y ofensas. ¿Qué pasa después? Se desmiente el hecho pero el título ya está instalado. Este sistema, que burdamente se nutre de la sectorización, de los targets y de las etiquetas de venta para el marketing, nos vuelve elementos moldeables que se acomodan a las reglas capitalistas del mercado.

Somos cuerpos cubiertos de etiquetas conceptuales. Esa manía de clasificarnos nos ampara detrás de determinados conceptos y nos tranquiliza al punto de no tener que preguntarnos más. Si soy progre pienso esto; si soy feminista, tengo que pensar aquello. No vamos a negar que las acciones humanas son elementos de elaboraciones más amplias, es decir, de una disposición no aleatoria de los actores, que se encuentran aprisionados en una red de dependencia mutua; pero ¿esta red social (sí, no es casualidad) no debería generar agrupaciones más que divisiones?

Quizás estamos camino a convertirnos en puro título, puro hashtag, pura palabra vacía.

 

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