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Por Tomás Mark
Yoga, la última entrega de Emmanuel Carrère, nos dio mucho de qué hablar. Aspirante al Premio Goncourt —del cual terminó siendo descalificada, presumiblemente por su tinte autobiográfico—, ha sido un éxito con más de 200.000 ejemplares vendidos en sus primeras semanas, y la causa de un nuevo capítulo en el chismerío literario francés.
Según nos cuenta el autor, recientemente galardonado con el Premio Princesa de Asturias, en un principio la novela tenía como fin ser un sencillo libro risueño acerca del Yoga, hasta que sus experiencias personales lo arrastraron hacia una profunda depresión, causada por algo que se ve impedido de mencionar.
Puesto así, la novela se expande más allá de la relación con el Yoga que tiene Carrère (algo que aparece vagamente mencionado en otro libro suyo, Limónov, y que tiene como mérito tratar a esta práctica desde un lugar alejado del convencionalismo new age) y desarrolla acontecimientos catastróficos personales, como la muerte de un amigo en el atentado de Charlie Hebdo, la muerte de su editor, y una experiencia de varias semanas en un campo de refugiados.
Llegando al final de la primera parte de la novela (aquella que refiere casi únicamente sobre el Yoga), aparece una elipsis. En ese momento, Carrère nos cuenta que su ethos como escritor reside en contar siempre la verdad (algo que repite en varios de sus libros), pero que en esta ocasión no puede remitirse a ella, y deja que el libro transcurra sin sumirse en más detalles sobre el impedimento que lo convoca.
Eso que Carrère no cuenta fue objeto de chismes y especulaciones en los círculos literarios franceses, hasta que se hizo público el acontecimiento. Resultó que éste, condicionado por la situación jurídica que acordó con su ex esposa Hélène, tuvo que escribir una novela sin mencionarla; es decir, una novela limitada, censurada, pero perfecta, ya que es ese mismo recorte, esa misma ausencia que encarna, la cual le da su vigor como obra de no ficción.

El escritor recurre a la figura de Hélène en varios de sus escritos. Destaca principalmente en De vidas ajenas y “Nueve crónicas para una revista italiana”.
En resumidas cuentas, Carrère estaba imposibilitado a hablar acerca de su ex esposa en sus libros, debido a un acuerdo efectuado por ambas partes a la hora de realizar el divorcio, el mismo divorcio que representa la elipsis en la historia que el autor escribe.
Pero paradójicamente, aquello que éste no narra se vuelve lo que más fuerza da a su texto. En ese sentido, la elipsis supone una ganancia; si se tiene como fin escribir únicamente acerca de hechos reales, la realidad impidiendo que se escriba refuerza los propósitos.
Carrère no parece ser consciente de ello, y en un intento algo engañoso —por no decir mediante un vacío legal que luego, y agregando un nuevo capítulo a la novela real que trasciende a la novela escrita, tendrá un descargo público de su ex esposa—, sobre el final de Yoga, inserta de forma aislada a Hélène con un fragmento de un libro anterior, De vidas ajenas, al que definió como su libro “más humano” y con el cual se “presentaría ante las puertas del cielo”.
Es un acto imprudente pero válido, tanto elocuente como innecesario, con el cual Carrère busca suplir la elipsis, pero se equivoca: no sale de la inmanencia del texto, y no entiende que más allá de sus palabras están las nuestras: las de Hélène, las de los círculos literarios, las de sus lectores, y por supuesto, las mías, que entre todas son las que terminan por abrochar el sentido que él no encuentra.
Yoga
Emmanuel Carrère
Ed. Anagrama
2021
336 pág.
Etiquetas: Emmanuel Carrere, Tomás Mark, yoga