Blog
Por Luciano Lutereau | Portada: George Bellows
1.
Todo el psicoanálisis podría resumirse en la pregunta “Qué es un padre”, qué define una función paterna, qué transmite quien ocupa ese lugar, por qué sus marcas se reconocen mucho más en el sufrimiento.
Para el psicoanálisis, el padre es un modo de nombrar una pérdida o un miedo; el padre siempre decepciona, pero sin la huella de ese fracaso hay cosas peores.
2.
“Porque todo el que queda es un padre para mí”. Con este verso de la canción de los Cadillacs, es que en un seminario sobre filiación trabajamos la función paterna. Qué es un padre: algo que queda; no, la frase dice “todo”. Sin embargo, no dice “todo lo que”, sino “todo el que”, es decir, lo que queda no es todo, sino alguien. Qué quiere decir que “queda”: podría recordar a esos que no se van de una fiesta, los que no se pueden ir porque “la quedan” (como decimos en criollo), borrachos y abandonados. Linda imagen para un padre. Aunque la letra agrega: “Que se anima a decir todo y que te enseña a vivir”. Entonces, ese desecho que es un padre está muy lejos de ser infecundo. Un padre es alguien que dice y enseña. Aquí vuelve el “todo” (decir todo), pero en lo que sigue otra vez se lo cancela: “Lo que millones no se animan a decir”. Un padre es alguien que dice eso que nadie dice. Es un decir singular, que no encarna un hombre ideal, sino quien sí puede ser un gran hombre por su decir en cierto momento; en un fin de carnaval, cuando ese fisura solitario no es más que un reflejo de nuestra propia soledad y borrachera. De un padre quizá no se puede esperar mucho más que esté cuando tiene que estar. También puede haber hombres más o menos comprometidos con la crianza, hombres que gusten de cuidar, que disfruten de pasar tiempo con los hijos; pero la función paterna es otra cosa. Pueden existir todos esos hombres, sin que haya función paterna. Lo que más me gusta de la canción es que se la canta un hombre, no a otro hombre, sino a una mujer. Y le canta para hablarle del padre. Después de hacerle varias preguntas que no tienen respuesta (“Por qué será que todos guardan algo”, “Por qué será que me gusta la noche, mujer”) le dice: “Por qué será que te quedas adentro, no te quedes que acá afuera es carnaval”. Cabe notar que así “el que queda”, se transforma en “no te quedes”. La función paterna tiene un decir singular, su contenido es simple: no seas como tu padre, esa es lo que enseña ese desecho, pero no para desecharlo, sino porque solo así se lo podrá amar. Si la filiación se asegura de la función paterna, es porque confronta con los vicios del padre, respecto de los cuales se plantea un deuda. Un padre idealizado, nunca será un padre filiatorio. Un padre repudiado tampoco. Quién se cree mejor que su padre? El padre es deuda, pero no con él, sino con el “afuera”. Diga lo que diga, de manera singular, el padre es padre si su respuesta de “Vamos afuera, que mis amigos se van”. La solución no está adentro, con la familia, sino en la relación con los otros, en la comunidad.
3.
En un taller de lectura de «El Anti-Edipo», alguien me preguntó si yo pensaba que había que sacar el Edipo del psicoanálisis. Creo que no, más bien creo que con este libro de Deleuze y Guattari se deja de pensar el Edipo como una instancia de determinación familiar, pero esto no quiere decir abandonar el Edipo. Por ejemplo, una mujer que consulta por celos que impiden sus relaciones amorosas nos dice que su padre era un «mujeriego». La escucha de sentido común, edípicamente trivial, pensaría en las consecuencias en la vida de una mujer de los extravíos del padre y quizá construiría una fantasía de abandono, etc. Contra este tipo de determinismos escriben Deleuze y Guattari. Es claro, Edipo aquí es una interpretación petrificante y culpabilizante. En cambio, el Edipo es otra cosa, pensemos: ¿esa mujer puede reprocharle a su padre que sea un «mujeriego», sin reconocer que en ese juicio está implícita la mirada celosa de su madre? Esta identificación con la mirada materna en el reproche, ¿no reprime la seducción de la hija y expone, desde otra perspectiva, el fundamentos de los celos de la madre? Esta doble consideración, ¿no alcanza para situar las coordenadas simbólicas del síntoma actual, pero mucho más la implicación del sujeto con un sufrimiento que activamente padece como una necesidad de castigo? Esto último es un caso de lo que Deleuze y Guattari llaman «máquina deseante». El problema es que para entender qué es una máquina deseante y cómo reformulan el Edipo, es necesario pensar clínicamente y esto es algo que los filósofos no saben hacer y cada vez menos analistas. Por eso hay cada vez más interesados en «El Anti-Edipo», pero que lo leen como si fuera un libro contra el psicoanálisis o le atribuyen críticas que demuestran una lectura rápida y superficial del libro.
4.
Ahora que pasó el día del padre, creo que puedo explicar algo que pienso respecto de la llamada “cultura de la cancelación”. Suele pensarse a esta última en términos de libertad de expresión, de voces y diálogo; pero esta interpretación -funcional al individualismo liberal- reprime un motivo que me parece más profundo: es el odio a la función paterna lo que justifica las cancelaciones. En general, estas funcionan en términos de impugnar lo que alguien puede decir o transmitir por algún incidente de su vida personal; al cancelado, se le niega la filiación. En este gesto, la cultura de la cancelación reconoce un aspecto fundamental: la filiación simbólica es más importante que cualquier procreación real. No es correcto debatir como cuestiones de libertad civil algo que implica a las estructuras filiatorias de esa misma sociedad. Lo que se cuestiona en la vida personal de aquellos a quienes se impugna es su condición de autoridad o referentes en su campo (el arte, la ciencia, la filosofía, etc.), no tal o cual enunciado o tal o cual hecho por sí mismo, sino que estos valen como verificación de una paternidad que, entonces, debe ser puesta en cuestión. Lo que también saben quienes abogan por la cultura de la cancelación, es que -como decía Lacan- el padre ideal al que se aspira destituye la función misma de lo paterno, si a esta se la va a reconocer en la transmisión de un deseo. La cultura de cancelación, entonces, no es un asunto de opiniones y representatividad, sino que es otra de las nuevas formas que toma la represión del deseo en el siglo XXI.
Etiquetas: George Bellows, Luciano Lutereau, Psicoanálisis, Psicoanálisis outdoor