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23-07-2021 Ficciones

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Por Veronica Boletta

—No vas a creerme, Carlos. 

—Si arrancás así, seguro que no. 

—A pesar de tu poca fe te voy a contar igual porque esto es posta, hermano. En serio. Me lo contó Livio. Le pasó a un conocido.

—¿Algún negocio loco? Porque si viene de Livio y sus aspiraciones ascendentes no espero otra cosa, Jorge.

—No, che. Tenemos otros temas de conversación. ¿Viste después de los asados, cuando el vino hizo efecto y la lengua se suelta? Ahí, ahí fue que se animó a hablar.

—Claro, claro. Con todos medio en pedo les mandó cualquier verso.

—Ahhhh, porque el señorito es un lord inglés. Ahora no estás ni escabiado ni en pedo, bebiste un poco de más, según tu léxico. ¡Callate, ¿querés?!

—La estás haciendo larga. No iniciemos una discusión de sobremesa. Arrancá el cuento.

—Entonces, ¡no interrumpas y escuchá! ¿Viste que ahora los pendejos se filman?

—Sí, sí. Suben los videítos a instagram, a facebook, a…

—Vos estás pasado de moda, boludo. No hablo de esos videos sino de los otros. De coger, hablo. No lo hacen los pendejos exclusivamente, pero supongo que la impunidad que te da la juventud hace que no tengan ningún cuidado. Conocen una minita en un boliche. Baile va, baile viene, ni siquiera averiguan el nombre y ¡listo! aseguraron el pete de la noche… Che, ¿te sentís bien? Estás pálido. 

—¿Vos decís que todos lo hacen? —Carlos sentía la garganta apretada y el corazón latiendo desbocado. No quería pensar en las salidas de sus hijas, en las bocas de sus hijas haciendo quién sabe qué.

—¿Tirar la goma? —le gustaba escandalizar a su amigo. —Es lo primero que hacen, no como en nuestra época en la que, con suerte, pasaba algo antes del casorio. Después, con más suerte todavía, llegabas al sexo oral. Ahora arrancan por ahí para no quedar embarazadas. Siguen por el culo —ampliaba Jorge, según le dictaban la imaginación y la cara descompuesta de Carlos.

—¿Qué le pasó al conocido de Livio? ¿Lo están chantajeando?

—Peor que eso. Resulta que al tipo le mostraron un video de ésos. Era una un after office, algo así. Un compañero se hace el misterioso y les dice que le habían pasado un video por whatsapp en un grupo, del club, de natación. Uno de los pibes les recomendaba una sesión amatoria antes que un masaje. Como ejemplo iba el video. Desató todo tipo de comentarios: que era amateur, que no había buena luz, que no se veía la cara, que la próxima vez le filme las tetas en lugar de la espalda, que si tragaba o no…

—Ayyyy, sufro. Juro que me terminás de contar y voy a casa a inspeccionar los celulares y las juntas de mis hijas. ¿Nadie pensó en la piba?

—Sí que pensaron. No hacían más que hablar de cómo encontrarla.

—¡Qué pajeros! ¡Les deseo hijas mujeres a todos esos cornudos!

—El conocido de Livio se prendió en la joda. Repitieron el videíto varias veces. Y te digo estaba re mal filmado y mucho no se veía. La imaginación completaba los detalles. Ya sabés cómo funciona la imaginación…

—No quieras saber cómo trabaja la mía. 

—La joda terminó en urgencias. Al conocido de Livio le dio un bobazo.

—¡Más vale! Ya no está para esos trotes.

—¡Peor! Reconoció un tatuaje de la pendeja. ¡Era la hija garchando en su cama!

—Te fuiste al carajo, Jorge. Casi piso el palito.

—Pasó en serio, boludo. Lo juro por tus hijas.

 

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