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10-08-2021 Notas

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Por Manuel Quaranta | Portada: Estefanía Santiago

I.

Comienza un texto moderado, sin pretensiones. O por lo menos, para ser plenamente sincero, sin pretensiones explícitas. En todo caso, y de modo afirmativo, serán (si las hubiere) pretensiones implícitas, veladas, en tanto remiten a búsquedas que en cierta manera (de una manera cierta) me exceden. Como resulta evidente, no habrá ninguna conclusión.

 

II.

Según Jacques Derrida, sólo hay verdadero don (don en sentido absoluto) cuando nada se da y cuando nada se recibe. Es decir, hay don cuando no hay don: cuando quien da no sabe que da y cuando quien recibe ignora que recibe. Porque una vez que quien da se vuelve consciente de su acción espera algo a cambio (la famosa reciprocidad), cualquier cosa, aunque más no sea el agradecimiento por el hecho de haber dado. Al mismo tiempo, si quien recibe es consciente de su posición queda automáticamente en deuda (culpa y deuda van de la mano). Una deuda, por supuesto, impagable. ¿Cómo devolver en su justa medida, cómo devolver sin ofender? Si devuelvo de más, dejo al otro en falta, si devuelvo de menos, el otro siente la falta, si devuelvo lo mismo, se produce un mero intercambio que licua la afectividad (y efectividad) del don.

En el episodio 2 de la temporada 6 de Seinfeld George se compromete a comprarle a Elaine una Big salad en la cafetería a la que han decidido ir a comer con su novia. Finalizado el almuerzo, la moza les alcanza la ensalada mientras George está pagando la cuenta (la cuenta incluye la ensalada), por esa razón su novia es la que se encarga de tomar el paquete. El episodio incomoda a George, él intuye algo que se confirmará en el departamento de Jerry, donde Elaine recibe la ensalada de manos de la mujer, agradeciéndole como si fuera ella quien la compró. Era lo que George más temía: “Ella se llevó el mérito de mi ensalada”, le reclama a Jerry, apenas ambas mujeres abandonan la escena, “si uno le compra una ensalada a alguien es bueno que lo sepa”.

George no pretende recuperar el dinero (aunque el dinero le importe mucho), sólo quiere recibir el reconocimiento de Elaine, quiere escuchar un simple gracias. Para obtenerlo, aborda a su amiga dentro un taxi con una serie de preguntas y comentarios hasta que ella comprende cómo fueron efectivamente las cosas, pero con tanta mala suerte que al final su novia también comprende, y lo abandona.

En la temporada siguiente, capítulo 20, George le cuenta a Jerry un contratiempo. Fue a su pizzería favorita y justo cuando estaba depositando un dólar en el frasco de las propinas, el empleado miró para otro lado. “Fue como tirar un dólar”, le confiesa, “¿si no lo ven, qué sentido tiene?” (vale la pena citar la acotación de Jerry: “¿por eso usualmente no das nada a los ciegos?”). George entonces se propone regresar a la pizzería y poner a prueba su generosidad. Desafortunadamente, en la nueva escena ocurre un incidente similar. ¿Qué hace George Constanza? Reacciona intentando extraer el billete del frasco, con la idea de volver a depositarlo (y ahora sí ser visto), pero para su desgracia el empleado detecta el supuesto pillaje, lo acusa de ladrón y le prohíbe el ingreso de por vida.

 

III.

Derrida explora también el perdón. Si perdono lo perdonable el gesto se hunde en su propia impotencia. El perdón es absoluto, y sólo es absoluto cuando perdonamos lo imperdonable. Pero ¿quién sería capaz de perdonar lo imperdonable? Según Derrida, la víctima, quien ya no está, quien ya no es, quien fue vapuleada. Por otra parte, cuando los deudos exigen del criminal un pedido de perdón saldrán siempre defraudados, puesto que si éste accede a disculparse (se arrepiente) por su crimen no será nunca el mismo sujeto que lo perpetró. Por lo tanto (aunque suene paradójico, en realidad, es paradójico), sólo podremos perdonar a quien se resiste a pedirnos perdón. Todas estas derivas convierten al perdón (don incluido) en un acto imposible.

En el capítulo 9 de la última temporada de Seinfeld George descubre que Jason Hanky, un viejo amigo del grupo, ha ingresado a Alcohólicos Anónimos y ha llegado al nivel nueve (de doce), que obliga al paciente a pedir perdón por los errores cometidos en el pasado. Cuando la noticia llega a oídos de George, él se supone merecedor de una disculpa porque años atrás, en una fiesta de fin de año, su amigo se había rehusado a prestarle un sweater de cachemir con el argumento de que tenía la cabeza demasiado grande y le iba a arruinar la prenda. El capítulo narra el incansable periplo de George tratando de agenciarse las disculpas de Jason (“me muero por ver a Hanky arrastrándose pidiéndome perdón…Llegó la hora de cobrármelas”) y, lógicamente, su irremediable fracaso.

 

IV.

En Salvo el nombre, el filósofo francés propone un acercamiento a la deconstrucción:

Lejos de ser una técnica metódica, un procedimiento posible o necesario, que desenvuelve la ley de un programa y aplica reglas, es decir, que despliega posibilidades, la deconstrucción ha sido definida a menudo como la experiencia misma de la posibilidad (imposible) de lo imposible, de lo más imposible, condición que comparte con el don, el perdón, el sí, el ven, la decisión, el testimonio, el secreto, etc. Y acaso la muerte.

 

 

 

 

Imagen de portada:
Fotograma de la película Istmo.

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